Los venezolanos viven condenados a la pobreza por culpa de las políticas de Nicolás Maduro
Inexplicablemente los venezolanos viven el día a día ajenos a la difícil realidad de crisis política y humanitaria que vive el país. “Es nuestro carácter y nuestra forma de ser” me comenta un partidario de la oposición a Nicolás Maduro. A las puertas de una semana que puede cambiar para bien o para mal el futuro de Venezuela, los ciudadanos continúan con su ritmo de vida pese a las dificultades por culpa de la escasez de liquidez económica y de productos de primera necesidad.
Es domingo por la mañana y la mayoría de calles principales de la capital, Caracas, están cortadas al tráfico con conos naranjas aún por las manifestaciones de ayer. La avenida Urdaneta, donde se concentran la mayoría de ministerios del Poder Popular, está prácticamente vacía. Únicamente los militares que resguardan edificios como el Banco Nacional de Venezuela se hacen visibles a media mañana. A escasos dos cientos metros, más militares y policías custodian el Palacio de Miraflores y el Palacio Blanco. Antes se podía pasar con el coche por enfrente, hoy solo se puede ver de lejos y bajo la atenta mirada de agentes que miran detenidamente a todos los pasajeros del vehículo.
Unas calles más abajo, en la calle Sucre, hay un poco más de ambiente. Entre el capitolio y el edificio de la Asamblea Nacional hay unos niños jugando en el parque ajenos a la realidad del país. En la acera, dos hombres con la cerveza en la mano, hablan de Juan Guaidó y las manifestaciones de ayer. Que continúen viviendo como si no ocurriese nada, no quiere decir que no hablen de ello. Hablan y mucho. A cada esquina se habla de política. Uno de ellos bromea, con un smartphone en la mano, con un nene que le acaba de llegar por mensaje. En el se ve una foto de un camión de una conocida marca de whisky y se puede leer: “ya llega la ayuda humanitaria de Escocia”. Entre risas asegura que será necesario si Maduro acaba cayendo.
A pocos metros del Palacio de Miraflores hoy hay mercado. Una manzana cuesta algo más de un dólar, el mismo precio que hacen pagar en España por un kilo. Los altos precios de los alimentos y productos de primera necesidad, dada la escasez, hace que los venezolanos compren lo mínimo. No pueden comprar más. De hecho, tampoco tienen dinero en efectivo para adquirir nada. Los cajeros de los bancos, con largas colas, solo dispone 500 bolívares diarios a los que tienen tarjeta de dicho banco. Al cambio unos 0,20 dólares, para hacerse con un billete de autobús y poco más, si uno no se desespera en las largas colas que hay para coger un transporte público.
La mayoría de los venezolanos esperan que el tránsito hacia la transición democrática sea ya imparable. De no ser así, aseguran, “el 28 de febrero se producirá un éxodo importante de ciudadanos que se marcharán de nuestro país” relata un vecino de Caracas, que aún no sabe qué hará él si Maduro continúa en el poder. Sus dos hijas ya han emigrado de Venezuela, pero él se resiste. A pesar de la penuria con la que conviven, se siente orgulloso “del mejor país del mundo” y luchará por él “hasta al final”.
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