Internacional

Sánchez, no digas que Trump no te avisó

Donald Trump, en su regreso triunfal a la arena política, no ha necesitado más que unas cuantas frases para poner a España en su sitio. Durante una rueda de prensa mencionó a España como un país BRICS, provocando risas entre los opinadores sanchistas que creen que el presidente no sabe dónde está nuestro país en el mapa. Pero lo cierto es que lo dijo muy a conciencia. Para Trump, ser miembro de la OTAN o de la UE no te da derecho a irte de copas con él. «Spain pays very little», dijo con esa mezcla de desprecio y paternalismo tan característico en él. Y tiene razón. No es que nos haya metido en los BRICS por error; es que Pedro Sánchez ha hecho oposiciones para ello y las ha aprobado con nota. El problema es que el examen lo ha corregido Xi Jinping.

A Sánchez le gusta ir de enfant terrible de la geopolítica, revolcándose en su agenda woke mientras hace genuflexiones a las autocracias del siglo XXI. Trump, con su habitual claridad, ha retratado a esta dictatocasta que nos gobierna: ni atlantismo ni soberanía, sólo servidumbre bien subvencionada. Mientras la OTAN marca el paso, aquí se insiste en financiar bicicletas y etiquetas de inclusividad, manteniendo el gasto en Defensa bajo mínimos. Al final, Sánchez se pasea por los foros internacionales con una sonrisa milimétricamente calculada para fascinar a las Gretas locales, pero sin llevar nada en la cartera, más allá de un PowerPoint lleno de eufemismos.

El presidente americano, con su contundencia habitual, nos recuerda que la fiesta woke no la van a financiar los contribuyentes de Wisconsin, ni los de Iowa, y mucho menos los de Florida. Sánchez adora el postureo globalista, pero a la hora de la verdad, su gobierno sigue pegado al tuit, a la foto en Davos y a los coches eléctricos chinos que nos van a meter hasta en la sopa. Si hace falta hundir la industria automovilística europea, que así sea; todo por una foto junto a Xi Jinping y su sonrisa de esfinge.

Mientras tanto, en Washington no se andan con rodeos. Trump lo ha dejado claro: sin dinero, no hay protección. Nos encanta la OTAN para lo bonito: desfiles, alguna foto en la cumbre y mucho hablar de multilateralismo. Pero a la hora de poner el 2% del PIB, resulta que siempre hay algo más urgente: la Memoria Histórica, la igualdad de género o los chiringuitos de turno. Y así nos va: en un mundo donde manda la ley del más fuerte, seguimos empeñados en que las reuniones en Bruselas nos van a salvar de un misil hipersónico.

Trump ha vuelto con fuerza y decisiones que han sacudido al mundo. Por ejemplo, ha revocado la decisión de Biden de excluir a Cuba de la lista de países terroristas, ha decretado la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud y de los Acuerdos de París, ha declarado la emergencia nacional en la frontera con México para combatir la inmigración ilegal y ha indultado a todos los asaltantes del Capitolio. Putin le ha felicitado y se ha abierto a dialogar sobre la invasión de Ucrania.

Sánchez, por su parte, sigue a lo suyo, preocupado por la inteligencia artificial y el peligro de que los algoritmos le hagan sombra. «Un tuit no es un voto», dice mientras su maquinaria de propaganda se desvive por conquistar TikTok. Mientras la dictatocasta se refocila en su burbuja progresista, la realidad es que la factura de la luz sigue subiendo y la seguridad nacional es sólo un concepto abstracto que aparece en los discursos, pero nunca en los presupuestos.

Sánchez cree que con su concepto elástico de democracia puede jugar a doble banda sin despeinarse: una foto con Von der Leyen para la prensa, otra con Gustavo Petro para el alma. Mientras en Bruselas se insiste en la condena de regímenes autoritarios, Moncloa mantiene un inquebrantable idilio con Maduro, Cuba, Nicaragua e Irán. La hipocresía es evidente: se aboga por los derechos humanos con micrófono en mano, pero se apoya a regímenes que los pisotean con botas militares. Y la palma se la lleva la equidistancia con el régimen criminal de Venezuela, donde Sánchez se posiciona dependiendo de la dirección del viento.

En resumen, mientras Trump agita la bandera y promete devolver el orgullo a su país, aquí seguimos entretenidos en desfiles de ocurrencias y ejercicios de propaganda. La diferencia es evidente: unos lideran, otros se arrastran. Welcome to the BRICS, Sánchez. No digas que no te avisaron.