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Michael Cohen ha pasado de «recibir una bala por Trump» a delatarlo ante la Justicia en un año

Hace un año, Michael Cohen, quien durante una década fue abogado de Donald Trump, juró que «recibiría una bala» por el presidente. El martes, esa lealtad que parecía tan profunda, se desvaneció cuando Cohen implicó al presidente de Estados Unidos en dos delitos graves mientras se declaraba culpable de los cargos de fraude bancario, fraude fiscal y violaciones al financiamiento de campañas políticas. Fue un giro importante para el impetuoso neoyorquino que se identificó en la última década de su carrera con Trump.

Cohen, de 51 años, fue en el pasado un abogado especializado en lesiones personales que acumuló una pequeña fortuna con la sombría industria de las licencias de taxis en Manhattan. Luego compró propiedades en un edificio de Trump y eventualmente escaló hasta terminar en una oficina junto a la del multimillonario en su rascacielos de la Quinta Avenida.

Como abogado personal de uno de los magnates inmobiliarios más ricos de Nueva York y vicepresidente de la Trump Organization, manejó numerosos negocios comerciales dentro y fuera de Estados Unidos, y tuvo también que solucionar algunos de los problemas más difíciles de quien luego se convertiría en presidente.

Dejado de lado el triunfal traslado de Trump a la Casa Blanca, Cohen creó un negocio de su contacto personal con la Oficina Oval y juró su lealtad, luchando para proteger la reputación del presidente. «Soy el tipo que detiene las filtraciones. Soy el tipo que protege al presidente y su familia. Soy el tipo que recibiría una bala por el presidente», dijo a la revista Vanity Fair en septiembre de 2017.

De los taxis a los bienes raíces

Cohen creció en Long Island y obtuvo un título universitario de la facultad de Derecho de la Universidad de Western Michigan, una de las de menor prestigio del país. En 1994, se casó con Laura Shusterman, la hija de un emigrante soviético que se encontraba en el turbulento negocio de los taxis de la gran manzana.  Cohen comenzó a comprar y vender licencias de taxis, que alguna vez valieron tanto como un millón de dólares cada una.

Como un inversionista inmobiliario que trabajaba con contactos rusos y ucranianos, el nombre de Cohen se vinculó a múltiples acuerdos de decenas de millones de dólares. Pero, según informó el The New York Times, Cohen podía cambiar propiedades tan rápido que despertó dudas sobre qué y quién estaba realmente detrás.

Un año antes de las elecciones, estando Trump ya en campaña, impulsó los esfuerzos para acordar la construcción de una Torre Trump en Moscú, recurriendo a contactos cercanos al presidente ruso, Vladimir Putin.

Pero el acuerdo -algo que Trump buscaba desde la década de 1990- nunca cuajó. Fue durante la campaña que le mostró otra de sus capacidades al futuro presidente, al comprar el silencio de mujeres que amenazaron con revelar supuestos amoríos con el candidato republicano.

Solo días antes de las elecciones, Cohen le pagó 130.000 dólares a la estrella porno Stormy Daniels para que mantuviera silencio sobre su relación con Trump.

También estuvo involucrado en la compra por 150.000 dólares de los derechos de la historia de la «conejita» de Playboy Karen McDougal sobre su supuesto affaire con el magnate.

Esas acciones, que involucraron empresas ficticias y entidades offshore controladas por Cohen, lo metieron en problemas legales por las leyes bancarias, fiscales y de financiamiento de campañas. 

El abogado dijo inicialmente que usó su propio dinero para pagarle a Daniels, y que no fue reembolsado. Trump, quien primero negó saber nada sobre el pago, admitió más tarde que Cohen había recibido el dinero de vuelta.

Situación embarazosa

Pero el caso de Cohen se volvió embarazoso y amenazante para el presidente. Trump declaró desde un principio que la investigación tenía que ver exclusivamente con el negocio privado de Cohen.

Luego de que Trump se convirtiera en presidente, se supo que Cohen comercializó activamente el acceso al inquilino de la Casa Blanca. Presentándose como «asesor personal del presidente Donald J. Trump», obtuvo unos 2 millones de dólares de compañías como AT&T y Novartis.

En julio, enfureció al mandatario cuando, según informes de prensa, dijo a los investigadores que Trump tuvo conocimiento previo de una reunión en junio de 2016 en la que se esperaba que rusos compartieran información capaz de dañar a su entonces rival electoral, Hillary Clinton.

En un tuit, Trump negó estar al tanto de ese encuentro, que está en el centro de la investigación sobre una posible colusión con Rusia. «Me parece que alguien está tratando de inventar historias para salir de un aprieto no relacionado», dijo Trump.