Más de 200 empleados de la ONU en Siria dan positivo por coronavirus
Imran Reda, coordinador residente de Naciones Unidas y coordinador humanitario en Siria, confirmó que se han detectado más de 200 casos entre los empleados de la organización. “Algunos han sido hospitalizados y tres de ellos han sido evacuados”, declaraba el máximo representando de la ONU en el país.
A pesar de que la ONU ha fortalecido los planes de emergencia para abordar la rápida propagación de la pandemia en el país, sus propios trabajadores no han quedado exentos del contagio. Junto a las cifras de contagio, Reda ha recordado que las Naciones Unidas se encuentran en la etapa final de creación de un centro médico para tratar casos de coronavirus.
La cuarentena es una medida de prevención global y el confinamiento, junto al toque de queda, es una práctica que lleva instaurada en Siria desde años antes. Sobre todo, en las zonas de conflicto más calientes. Pero los trabajadores de las Naciones Unidas, a pesar de la pandemia, tienen que seguir trasladándose de un lado a otro para celebrar reuniones, contactar con las comunidades, tomar datos, confirmar hechos, asistir médicamente a la población y seguir escribiendo informes.
Reda, en el último testimonio que brindó a los empleados haciendo referencia a los datos del Ministerio de Salud, dijo que “la cantidad de casos en Siria había aumentado diez veces en los dos últimos meses”. El registro, que coincide con las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), databa alrededor de 3.171 heridos y 134 fallecidos desde que se descubrió el primer caso de coronavirus el 23 de marzo.
Los trabajadores humanitarios y médicos de la ONU en Siria han declarado que el número real de casos es mucho mayor, incluyendo a cientos de empleados de organizaciones no gubernamentales que trabajan de manera externa para la organización supervisando las operaciones de ayuda humanitaria. Fuentes internas cuestionan las cifras oficiales y sugieren que las autoridades están encubriendo la verdad, además de denunciar que las pruebas que se están haciendo son limitadas.
La situación epidemiológica en el país ha cambiado mucho y Naciones Unidas ha expresado su preocupación por la propagación de la enfermedad en un país donde la guerra ha destruido las infraestructuras médicas. Los recursos sanitarios son un bien escaso y a esto tenemos que sumar las decenas de médicos y trabajadores sanitarios que han fallecido en las últimas semanas a causa del virus.
El debate interno de las organizaciones
Según viene explicando Médicos Sin Fronteras, las organizaciones humanitarias también tienen que tomar decisiones complicadas en estas circunstancias. “¿Qué medidas debemos tomar para prevenir una posible propagación del virus? ¿Debemos detener nuestro trabajo en los campamentos para evitar que las personas se reúnan frente a nuestras clínicas móviles o durante nuestras distribuciones de artículos esenciales? ¿Estamos protegiendo a las personas si paramos nuestras actividades, o las estamos privando de servicios esenciales y, por lo tanto, potencialmente poniendo en mayor riesgo su salud?”, explicaba en abril Cristian Reynders, coordinador de campo de las operaciones de MSF en el noroeste de Siria.
Si la población presenta síntomas graves deben ir a un hospital, pero hay muy pocos centros operativos y, los que existen, ya están sobrecargados y sin los materiales médicos necesarios para hacer frente a esta emergencia de salud pública.
Y es que la infraestructura sanitaria lleva sufriendo bajas desde que la guerra comenzó en 2011. A día de hoy, el conflicto se concentra en la provincia de Idlib, el último bastión controlado por facciones insurgentes contra el Gobierno de Damasco. Pero el paso de la guerra por el resto del país ha dejado a las entidades médicas muy dañadas afectando no sólo a la población, si no a los propios trabajadores humanitarios que se encuentran en la zona.
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