Maduro empieza a debilitarse y sugiere que podría adelantar las presidenciales previstas para 2019
La dictadura venezolana puede estar viviendo sus primeros síntomas públicos de debilitamiento. Si el país ya vivía desde hace años una enorme crisis institucional, económica, humanitaria y social, el hundimiento parece estar llegando al Palacio de Miraflores. Las marchas contra la tiranía chavista están haciendo mella en el liderazgo de Nicolás Maduro, quien ha sugerido este miércoles que puede adelantar las elecciones presidenciales previstas para el año 2019.
El heredero de Hugo Chávez ha instado a los suyos a prepararse para «una victoria electoral pronta y total». El adelanto electoral es algo que tanto la oposición como la comunidad internacional han reclamado con insistencia para superar la crisis política en el país. Pero es sólo una de las cuatro condiciones irrenunciables de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) para dejar de movilizarse. A saber: la convocatoria electoral, el reconocimiento de la Asamblea Nacional, la apertura de una canal humanitario y la liberación de todos los presos políticos.
«Yo quiero que nos preparemos para tener una victoria electoral pronta y total», ha dicho Maduro en el discurso que ha pronunciado en la Avenida Bolívar de Caracas, donde ha confluido la marcha oficialista que se ha celebrado este miércoles. «Estoy ansioso por que se convoquen elecciones y responderles con voto», ha añadido.
La MUD ya intentó el año pasado convocar un referéndum para revocar el mandato presidencial de Maduro por su injerencia en los demás poderes del Estado, pero el Consejo Nacional Electoral (CNE) lo impidió y, desde entonces, la coalición opositora reclama elecciones anticipadas.
La creciente tensión en Venezuela ha llevado a la Organización de Estados Americanos (OEA) y a los países de la región —ya a nivel particular— a hacer constantes llamamientos a Maduro para que fije un nuevo calendario electoral que permita zanjar la crisis política, económica y social que sufre la nación caribeña.
Maduro también ha expresado su deseo de «verles pronto la cara» al presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, y a su antecesor inmediato, Henry Ramos Allup, —ambos líderes opositores— «para que busquemos un camino pacífico para que la Revolución Bolivariana ponga en su puesto a los asesinos y a la derecha intervencionista».
De esta forma, ha deslizado su deseo de retomar el diálogo que comenzó el pasado 30 de octubre en Isla Margarita bajo los auspicios del Vaticano y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y que quedó suspendido a principio de año por las acusaciones cruzadas del Gobierno y la MUD sobre el incumplimiento de los acuerdos preliminares.
Otra de las triquiñuelas que Maduro intentó la semana pasada, durante la primera oleada de marchas contra su tiranía tras el «autogolpe» del 30 de marzo —cuando los jueces nombrados a dedo por Maduro en el Tribunal Supremo usurparon los poderes de la Asamblea Nacional—, fue otra convocatoria electoral. El dictador venezolano sugirió entonces la posibilidad de celebrar las elecciones regionales suspendidas ‘sine die’ el pasado mes de diciembre. Pero la oposición democrática sólo acepta el cumplimiento completo de sus cuatro exigencias irrenunciables.
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