Emmanuel Macron, un joven rico «antisistema», baza de la nueva izquierda francesa para presidir la República
La izquierda europea anda buscando un referente, no en personas, sino en ideas, en proyecto. Y Emmanuel Macron, de 38 años, quiere encarnarlo. El ex ministro de Economía del Gobierno de François Hollande ha anunciado este miércoles su candidatura a las elecciones presidenciales de 2017, presentándose como una alternativa de la nueva izquierda a los políticos que han gobernado Francia desde hace décadas.
«Hemos entrado en una nueva era», ha defendido Macron. «No podemos responder a las grandes transformaciones que estamos viviendo con los mismos hombres y las mismas ideas». Ahí es donde quiere posicionarse este joven ex banquero, presentarse como algo nuevo. Y en realidad, recién llegado es, pues entró en política hace menos de cinco años de la mano de Hollande, durante una conferencia de prensa en Bobigny, un suburbio desfavorecido del noreste de París.
Con un discurso cercano a los partidos que cuestionan el sistema, pero centrándose más en el anquilosado modelo económico y político que en cuestionar las estructuras institucionales de la V República, Macron quiere agarrar la bandera de la regeneración y opta a abrir una brecha frente a las dos derechas: la tradicional encarnada por Los Republicanos del ex presidente Nicolas Sarkozy, y la ultra que trata de emparentar al símbolo republicano Marianne con Marine Le Pen, lideresa del Frente Nacional.
«Vi desde dentro el vacío de nuestro sistema político […] Vi lo que cuesta rechazar las reglas obsoletas de un sistema de clanes que se ha convertido en el principal obstáculo para la transformación de nuestro país», ha proclamado en tono triunfador Macron. «Rechazo este sistema», ha añadido haciendo un llamado a una «revolución democrática profunda».
El antiguo titular de Economía dimitió el pasado mes de agosto tras dos años en el cargo, en un movimiento que toda la clase política entendió como la antesala del anuncio de este miércoles.
¿El presidente más joven de la Historia?
Desde que en 1848, Luis Napoléon Bonaparte inauguró la I República Francesa con su Presidencia a los 40 años, nunca un jefe de Estado francés ha sido tan bisoño como lo sería Emmanuel Macron (38) caso de ganar las elecciones de mayo. Y ésa es la baza de este joven, que en otros tiempos habría representado a la ‘gauche divine’ y ahora pretende envolverse en lo que queda de las pancartas que los manifestantes han paseado por las calles de Francia contras las políticas económicas que él mismo dirigió.
Ya el pasado mes de abril, Macron fundó una especie de movimiento político de nombre neutro, ‘¡En marcha!’, que ha reunido a más de 100.000 adscritos y ha recaudado casi 3 millones de euros en donaciones. Es evidente que Francia está viviendo una reorientación de su identidad, y el ex socialista –aunque nunca se ha definido como tal y, de hecho, insiste en que su ideología no es «ni de derechas ni de izquierdas»– trata de capitalizarlo por el lado contrario a Le Pen.
Pero le costará mucho convencer a los descamisados, los perdedores de la globalización, los sufridores de la devaluación de sueldos y, sobre todo, a los poderosos sindicatos del país galo, acostumbrados a manejar un país con una industria poderosa pero altamente estatalizada. Porque este economista de traje sastre impoluto, por joven que sea, tiene un pasado: se formó en la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA), y trabajó cuatro años en la banca Rothschild, donde se hizo rico tras pilotar una enorme operación de más de 9.000 millones de euros entre Nestlé y Pfizer.
Su candidatura sacude a la izquierda, aún en el Gobierno, en la que se postulan el actual presidente y su valido, el primer ministro Manuel Valls. Por ahora, independientemente de quién sea el candidato, ninguna encuesta ha incluido al Partido socialista en la segunda vuelta. Y es Macron el que puede remover esos sondeos con su discurso «antisistema» y populista.
La primera vuelta de las elecciones presidenciales es el próximo 27 de abril y, para entonces, ya debería haberse despejado el panorama. Hollande se comprometió a ni siquiera presentarse si no lograba que el paro bajara en el país de manera firme. Y, de hecho, desde su llegada al poder el desempleo ha pasado del 9,8% al 10,5% en una abulia sostenida de la economía gala. La opción de Valls sólo se sustanciaría, en principio, si su jefe –de quien sólo un 12% de los franceses quiere que opte a la reelección– se retira de la carrera.
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