Fidel y Raúl Castro, dos hermanos diferentes pero unidos en gobernar Cuba con mano de hierro
Fidel y Raúl Castro, quienes tomaron el poder con el triunfo de la revolución cubana en 1959, eran dos hermanos muy diferentes en muchos aspectos, pero con una causa común que los convirtió en complementarios y que los mantuvo unidos toda la vida.
Fidel, con su simbólica barba de guerrillero, era alto, carismático, locuaz y «volcánico» -según su amigo personal, el fallecido cineasta cubano Alfredo Guevara-, mientras que Raúl, cinco años menor, es de estatura media, casi lampiño, parco de palabra y enemigo de la improvisación.
Fue Fidel quien influyó en la formación intelectual y política de su hermano, según contó a Ignacio Ramonet, en su libro «100 horas con Fidel». Siempre a la zaga, Raúl lo secundó desde el asalto al Cuartel Moncada (1953), en la expedición del yate Granma (1956), en la lucha guerrillera en la Sierra Maestra (1957-58) y a lo largo de todo su gobierno (1959-2006).
Fidel (que nació en 1926) y Raúl (en 1931) fueron dos de los siete hijos del acaudalado terrateniente gallego Angel Castro y la campesina cubana Lina Ruz. Sus otros hermanos son Angelita (1923, fallecida en febrero de 2012), Ramón (1924), Juanita (1933), Enma (1935) y Agustina (1938). Ellos los ayudaron en los años de la lucha guerrillera, aunque sin sumarse.
Continuaron unidos a ellos durante todos estos años, pero sin figuración pública, con excepción de Juanita que, crítica del rumbo comunista que tomó la revolución, se exilió en 1964 en Miami, denunció públicamente al régimen de sus hermanos y colaboró con la CIA bajo el nombre código de «Donna», en los planes para derrocarlo, según ella misma confesó después.
Aunque muchos le atribuyen una incondicionalidad sin límites hacia Fidel, Raúl «siempre tuvo criterios muy propios», según su hermano. Si alguna vez hubo desavenencias o contrapuntos conceptuales, quedarán como los grandes secretos de la revolución que se llevarán a la tumba, convencidos de que su principal arma estratégica era la unidad.
En la amistad también difirieron: Fidel tenía pocos amigos cubanos conocidos, pues la mayoría se reconocían subalternos o seguidores del Comandante en Jefe. Raúl, en cambio, hizo varios amigos entre los generales y altos funcionarios, como José Ramón Fernández y Jaime Crombet.
El difunto cineasta Alfredo Guevara era, por lo que se sabe, el único amigo común. El difunto Premio Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez era uno de los grandes amigos extranjeros de Fidel; mientras que el fallecido bailarín flamenco Antonio Gades, sepultado en Cuba, fue el gran amigo de Raúl (quien anticipadamente construyó su tumba a unos metros de la del artista).
Fidel es Fidel
Raúl reconoció siempre el liderazgo indiscutido de su hermano y no trató de imitarlo: «Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien. Fidel es insustituible y el pueblo continuará su obra cuando ya no esté físicamente», dijo al asumir formalmente la presidencia de Cuba en febrero de 2008.
Según Fidel, Raúl era la persona con «más autoridad, más experiencia y más capacidad» para sustituirlo cuando él enfermó en julio de 2006 y le entregó el mando. Mientras gobernaba Fidel, Raúl se mostró como la mano dura del régimen, como en los fusilamientos a torturadores del derrocado dictador Fulgencio Batista, en 1959.
También cargó en su morral con la creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, campos de trabajo forzado y reeducación para homosexuales, religiosos y desafectos, así como en la disolución de grupos intelectuales como el Pensamiento Crítico (1972) y el Centro de Estudios de América (1996).
Pero cuando Raúl tomó el mando en 2006, el mundo comenzó a percibir su imagen de pragmático y flexible, al tiempo que muchos achacaron a Fidel ser el freno a las reformas.
Hacia el final de sus días, Fidel alcanzó a ver algo que parecía imposible: el fin de la enemistad entre Cuba y Estados Unidos, que restablecieron relaciones diplomáticas el 20 de julio de 2015, cerrando el último capítulo de la Guerra Fría en América.
Ícono de la izquierda latinoamericana, Fidel mantuvo influencia sobre ella no sólo por su relación paternal con el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, y de Bolivia, Evo Morales, sino también a través de sus publicaciones de prensa, las «Reflexiones del Compañero Fidel» que escribía periódicamente luego de dejar el poder.
Raúl, que viajó poco al exterior, no escribió para los medios y tuvo contadas salidas públicas, legando el escenario regional a Chávez, hasta su deceso en marzo de 2013. Omnipresente en su gobierno, Fidel abarcó y decidió todo, método que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, tildó de «microadministración».
En cambio, el general Raúl Castro presentó un equipo de varias caras y gobernó siguiendo una cadena de mando al estilo militar. Fidel mantuvo su vida privada bajo siete candados, tuvo hijos con varias mujeres y nunca reveló dónde sería sepultado.
Raúl, un hombre de familia que desayuna los domingos con sus nietos, enseñó a todo el país el nicho que construyó para enterrar sus cenizas, en la provincia de Santiago de Cuba, cuando sepultó allí las de su esposa y compañera de toda la vida, Vilma Espín, en junio de 2007.
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