Estados Unidos podría enviar sus misiles Patriot a Turquía para frenar a Rusia
Un oficial estadounidense ha confirmado que han recibido una petición del Gobierno de Recep Tayyip Erodgan para desplegar dos baterías del sistema de defensa antiaérea Patriot en la frontera sur de Turquía, en un momento en el que los enfrentamientos entre las tropas de Ankara y el Ejército sirio de Bashar al-Asad, apoyado por Rusia, se están intensificando en la región de Idlib, uno de los dos últimos bastiones rebeldes de Siria.
“Somos conscientes de una solicitud -que se ha hecho recientemente- de sistemas Patriot, pero entendemos que todavía no se ha tomado ninguna decisión”, ha asegurado la fuente en unas declaraciones recogidas por la agencia turca Anadolu. La petición habría llegado al enviado de EEUU para Siria, James Jeffrey.
Este jueves, el ministro turco de Defensa, Hulusi Akar, reveló que Estados Unidos “podría enviar los sistemas de defensa a Turquía para usarlos como una herramienta de seguridad frente al conflicto en Idlib”. Además, en una entrevista con la emisora CNN Turk, confirmó que las negociaciones con el gigante norteamericano para la compra de los Patriot “continuaban”.
Anteriormente, un oficial turco con sede en Ankara había desvelado en Bloomberg que su país estaba listo para utilizar los aviones militares de F-16 -de fabricación estadounidense- que ya están integrados en su flota para atacar a las unidades leales a Al-Asad si los Patriot eran desplegados en la provincia turca fronteriza de Hatay para garantizar la protección de los equipos aéreos.
Cabe recordar, en este punto, que la solicitud de apoyo estadounidense se ha producido tan solo unas horas después de que un nuevo ataque de las Fuerzas Armadas sirias, en el que también han participado los cazas rusos Su-24, se haya cobrado las vidas de dos soldados turcos y haya dejado heridos a otros cinco. Esto ha tenido lugar después de que las fuerzas y milicias de Ankara lanzaran una ofensiva contra posiciones sirias.
La tensión entre los dos polos -Turquía y el eje sirio-ruso- se ha recrudecido en las últimas semanas, con enfrentamientos directos que han dejado víctimas mortales en ambos bandos. Así, parece que quedan lejos quedan los tiempos en los que Erdogan y Putin mostraban al mundo su buena sintonía. De hecho, en la reunión bilateral que mantuvieron en el pasado mes de abril, el reforzamiento de la cooperación militar fue uno de los asuntos clave que se abordaron. Entonces, ya se había negociado la compra-venta del sistema de misiles antiaéreos ruso S-400 por parte de Turquía, por valor de 2.500 millones de dólares. El suministro estaba previsto para julio y la instalación, a partir del próximo otoño. Sin embargo, cabe destacar que Akar ha informado recientemente de que el proceso se adelantará, aun con las tensiones con Rusia sobre la mesa. “Con ninguna duda, activaremos los S-400 esta primavera”, ha indicado al respecto.
Este entendimiento entre Ankara y Moscú no fue bien recibido por Washington. El secretario de Estado estadounidense llegó a declarar que el acuerdo del S-400 “amenazaba la integridad de la OTAN” y el Pentágono bloqueó la entrega de un centenar de cazas F-35 de quinta generación. Además, se canceló el programa de entrenamiento para los pilotos.
Con episodios como este, las relaciones entre Turquía y Estados Unidos se habían deteriorado de forma alarmante. De hecho, otra de las razones que llevaron a la tensión entre las dos potencias fue la guerra en Siria, puesto que cada una apoyaba a facciones opuestas en la contienda. Ankara ha estado siempre determinada a destruir a las milicias kurdas sirias -las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en inglés)-, que habían combatido en el mismo bando que Washington en la lucha contra la organización terrorista Daesh. En esta línea, cabe recordar que la Casa Blanca ha ido aplazando sine die el proceso de retirada de sus tropas de territorio sirio para no dejar desprotegidas a las YPG, ante las incesantes amenazas del Gobierno de Erdogan.
Por eso, este acercamiento de Turquía a EEUU resulta paradójico. La oscilación entre Washington y Moscú podría entenderse como una nueva estrategia de Ankara, que podría tener consecuencias imprevisibles.
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