Stalin y el disco en una sola noche
Iósif Stalin gobernó la antigua Unión Soviética con mano de hierro. Desde el inicio de su mandato en 1924, hasta el día de su muerte, en 1953, el mandatario y dictador ruso se convirtió en una persona muy querida, pero a la vez muy odiada por el terror que era capaz de infundir entre sus hombres. Tanto fue así, que existen muchas anécdotas que nos dejan una muestra de cómo Stalin era capaz de aterrorizar a los suyos con una palabras.
La historia del disco de una noche ocurrió en 1943 cuando la Segunda Guerra Mundial vivía sus momentos más álgidos. En este contexto de guerra, la pianista Maria Yudina interpretó el Concierto para piano de nº 23 de Mozart. Este concierto tuvo gran repercusión porque fue emitido por Radio Moscú.
Lo que nunca habría pensado Maria Yudina es que Stalin estaría escuchando por casualidad ese día la radio.
«Quiero esa grabación»
No sabemos qué pudo conmover tanto al mandatario ruso, que cuando escuchó el concierto llamó a su secretario y le pidió una copia de la grabación para poder escucharla al día siguiente.
El secretario apuntó que la tendría en su mesa a la mañana siguiente. La sorpresa llegó minutos más tarde y entró en juego el miedo que le tenían a Stalin sus propios hombres. Cuando contactaron con Radio Moscú, los responsables del concierto indicaron que había sido una interpretación en directo y que no había ninguna grabación realizada.
El poder de presión de Stalin era tan inmenso, que sus hombres encargados de llevar la grabación a la mañana siguiente no podían permitirse un error en esto. La solución fue poco menos que una hazaña.
Un disco en una noche
La contestación de los funcionarios rusos fue clara para los responsables del concierto: «Si no está grabada, que no salga nadie del recinto» después indicaron que debían grabar esa misma noche la obra y editarla para que a las 9 horas de la mañana Stalin la tuviera en su mesa.
En pocas horas, se presentaron ante Maria Yudina una serie de funcionarios del gobierno, que también llevaron al director Alexander Gauk y a los músicos que se habían marchado para interpretar nuevamente la obra.
A la mañana siguiente, como si nada hubiera pasado, Stalin recibió el Concierto para piano nº 23 de Mozart interpretado por la pianista Maria Yudina como si nada hubiera pasado.
Yudina cobró 20.000 rublos de la época, una cantidad que la habría convertido en millonaria, además de la distinción del Premio Stalin. Yudina rechazó el premio y el dinero lo destinó para la reconstrucción de una iglesia ortodoxa.
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