Felipe V: Las manías del primer Borbón que se creía una rana
En el año 1700, Carlos II agonizaba en el Palacio Real. Mientras tanto, Luis XIV de Francia se apresuró para cerrar todos los acuerdos posibles y aupar a su nieto, Felipe de Anjou, como nuevo rey de España. El rey francés lo consiguió dando por finalizada la dinastía de los Habsburgo y comenzada la borbónica con Felipe V.
Pero nadie iba a presagiar que el primer rey Borbón, que se mantuvo en el trono más de 40 años, sería una persona torpe, maniática y con serios problemas mentales que convirtieron su reinado en poco más que un circo.
Felipe V, un niño especial
El 16 de noviembre de 1700, Felipe V se convertía en el nuevo rey de España. A pesar de llegar a la corona con muchos apoyos, lo cierto es que Felipe siempre demostró no estar capacitado para desempeñar la labor de rey.
Desde muy pequeño se había criado entre algodones, y es que eran muchas las dolencias que a lo largo de su vida salieron a la luz. Este le supuso a la larga tener una personalidad frágil y con desajustes notables en sus estados de ánimo.
Lo más conocido sobre la personalidad de Felipe V es que sufría un trastorno bipolar que se agudizó con el paso del tiempo.
A veces estaba eufórico, otras triste, y en muchas, se sentía una rana. Estas alucinaciones hacían que se comportara como tal y daba brincos por Palacio siendo la comidilla de todos.
Lo cierto es que sus primeros años como mandatario no fueron malos. Se dedicó a la guerra y a la actividad sexual desenfrenada. Pero esto lo llevaba constantemente a un sentimiento de culpa por motivos religiosos.
El sol le atacaba
Otra de las manías más conocidas del monarca era que creía que el sol le atacaba. Frecuentemente volvía de sus paseos a caballo porque admitía que el sol iba tras él.
Fue con la pérdida de su primera esposa, Maria Luisa Gabriela de Saboya cuando su declive empezó a ser más fuerte que nunca.
En 1714 contrajo matrimonio con Isabel de Farnesio que acabó por convertirse en la reina de facto del país.
Los problemas del rey fueron en aumento, hasta tal punto que recibía a mandatarios extranjeros en calzoncillos, dejó de ducharse y de cortar las uñas. Las crónicas dicen que eran tan largas que casi ni podía caminar.
A pesar de esto duró 45 años en el trono y murió con la corona en la cabeza. Fue conocido como ‘el Animoso’ y después como ‘el Melancólico’.
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