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El enigma de la tumba de El Cid

El enigma de la tumba de El Cid ha intrigado a historiadores y arqueólogos durante siglos, y aún hoy en día sigue sin resolverse.

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  • Francisco María
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La tumba en la que descansan los restos de Don Rodrigo Díaz de Vivar, «El Cid» oculta una historia llena de misterio e intriga, al igual que la de su figura como personaje literario y mitológico. Tras su muerte en 1099, el héroe castellano por excelencia fue sepultado en la catedral de Valencia, pero poco tiempo después su esposa Doña Jimena llevó sus restos a San Pedro de Cardeña, un monasterio a las afueras de Burgos. Allí reposarían por siglos, hasta que fueron profanados durante la ocupación francesa.

En el corazón de las tierras burgalesas, España, se encuentra la tumba del legendario héroe medieval conocido como El Cid. A lo largo de los siglos, la tumba de El Cid ha sido objeto de numerosos enigmas y misterios que han intrigado a historiadores y arqueólogos.

El periplo de la tumba de El Cid

Años después de que los restos del Cid fuesen enterrados en el Monasterio de San Pedro de Cardeña, Alfonso X “El Sabio” construyó en la capilla mayor un gran sepulcro para honrar su memoria. En dicho sepulcro, labró las siguientes palabras: “Aquí yace enterrado el Grande Rodrigo Díaz, guerrero invicto, y de más fama que Marte en los triunfos”. En aquel momento, los restos del Cid fueron embalsamados y el Rey mostró todo su reconocimiento público.

Para el siglo XV, sus restos fueron trasladados nuevamente a la entrada de la sacristía con el fin de que su tumba fuese colocada sobre cuatro leones de piedra.

En el año 1541, la tumba fue arrinconada a un lateral de la abadía, pero no pasó mucho tiempo para que el caudillo Pedro Fernández de Velasco reclamara al Emperador Carlos V para que los monjes colocaran la tumba del héroe nacional en su ubicación original. Tiempo después, en 1736, los restos fueron llevados a una nueva capilla, la de San Sisebuto.

Los asaltos a la tumba de El Cid

El monasterio, donde se encontraban los restos de El Cid, se convirtió en un lugar de peregrinaje para los castellanos hasta la Guerra de Independencia. Pero cuando las tropas de Napoleón ocuparon la ciudad, el templo quedó totalmente destrozado. Los franceses solían saquear y denigrar a los héroes que los habían derrotado, abriendo sus tumbas, robando sus tesoros y esparciendo sus huesos por la calle, por lo que las tumbas del Cid y su familia no fueron la excepción.

Según varios historiadores, el intelectual francés Vivant Denon, quien viajaba en la misma expedición, pudo recuperar los huesos y devolverlos al mausoleo. Pero no fue sino hasta que el barón francés Paul Thiébault, gobernador en Castilla la Vieja, quiso congraciarse con el pueblo y ordenó que se recogieran de nuevo los restos del Cid (y de su esposa) y se llevaran a otro lugar, pues el Monasterio había quedado en muy mal estado.

Según la leyenda, el barón metió los restos debajo de su cama y ordenó la construcción de un monumento fúnebre en el Paseo del Espolón de Burgos, a orillas del río Arlanzón. Dicho mausoleo, se inauguró el 19 de abril de 1809 en un acto de pompa y de solemnidad para sepultar al Cid. Alrededor del monumento se plantaron árboles y se colocaron bancos, pero fueron retirados cuando los españoles recuperaron la zona.

Una vez que se marcharon los franceses, los monjes solicitaron al Ayuntamiento de Burgos que los restos fueran devueltos al Monasterio de San Pedro de Cardeña, pero no obtuvieron una respuesta, sino hasta 1826, cuando los restos que quedaban del Cid fueron resguardados en la capilla de la Casa Consistorial de Burgos. 

Restos óseos dispersos por Francia y Repúblicas

En aquella época la historia del Campeador se popularizó en Francia y muchas cortes europeas querían imitar la cultura de la España imperial. De ahí que parte de los restos del Cid y su esposa fuesen robados durante la invasión napoleónica. El conde de Salm-Dick, quien se apropió de una parte de sus restos, terminó por regalárselos al príncipe alemán Carlos Antonio de Hohenzollern, quien los guardó en su gabinete de curiosidades del castillo de Sigmaringen, en el sureste de Alemania.

El barón de Delammardelle también se había apropiado de algunas piezas, pero el gobierno español consiguió que esos restos regresaran a España a finales del XIX.

En 1882, el museo Hohenzollen devolvió los restos óseos que tenía en su colección y para la ocasión, Alfonso XII presidió un acto solemne.

En 1921, finalmente, los restos del Cid fueron sepultados junto con los de su esposa Doña Jimena en el crucero de la Catedral de Burgos, donde reposan hasta la actualidad.

En definitiva, la tumba de El Cid sigue siendo un enigma sin resolver que ha intrigado a generaciones de estudiosos y curiosos. Ya sea en la iglesia de San Pedro de Cardeña o en otro lugar desconocido, la leyenda de El Cid y su tumba seguirá atrayendo la atención de aquellos que buscan desentrañar los misterios del pasado medieval de España.

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