El barril de Bobby Leach y una de las muertes más absurdas de la historia
La historia está plagada de muertes absurdas y de relatos sorprendentes que superan con creces toda ficción que podamos leer o ver en el cine. Una de estas muertes es la que tuvo el británico Bobby Leach, un buscavidas que se hizo famoso por sus números arriesgados.
Las primeras noticias que tenemos de Bobby Leach son de 1911. Ese año, el intrépido camarero de inglés ya soñaba con superar una de las gestas más sonadas de principios de siglo: pasar las cataratas del Niágara sin morir en el intento. Lo hizo.
Leach diseñó un barril enorme donde él iría metido y se lanzó al vacío para superar las enormes cataratas. Consiguió su gesta y logró hacerse famoso, aunque no fue el primero que lo logró.
Unos años antes, en 1901, Annie Taylor, una maestra de 63 años, logró pasar las cataratas en un barril de roble e hierro.
Famoso por su gesta
Pero Bobby Leach encontró la fama que buscaba. Pasó más de seis meses ingresado en el hospital por las múltiples roturas que tuvo en su cuerpo al lanzarse en el enorme barril que había preparado.
Después se dedicó a hacer números arriesgados por ferias locales que lo convirtieron casi en un ídolo de los aventureros.
Ya con 60 años, Leach intentó realizar una nueva gesta que casi le cuesta la vida. La nueva aventura era nadar por los rápidos de las cataratas, pero tuvo que ser rescatado por William «Red» Hills.
Decidió entonces retirarse y vivir de sus puestas en escenas arriesgadas y esto le llevó a viajar por todo el mundo mostrando algunos números arriesgados en directo.
Muerte absurda
Cuando ya era una estrella de circos y barracas, Leach comenzó una gira de números especiales a través de Nueva Zelanda. Nadie sospechó que ninguno de sus números lo mataría y sería una muerte absurda lo que le llegaría en el continente Oceánico.
Mientras realizaba uno de sus números en Nueva Zelanda en 1926, Leach resbaló con una cáscara de naranja y se partió la pierna.
La pierna pronto comenzó a infectarse por lo que los médicos que lo trataron tomaron la decisión de cortarla, ya que la gangrena recorría ya su extremidad.
No sirvió para nada. La infección fue mucho más fuerte que el propio Leach, y unos meses después moriría a la edad de 68 años. Las cataratas del Niágara no pudieron con el aventurero, pero sí una cáscara de naranja que lo llevó a tener una de las muertes más absurdas de la historia.
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