El cerebro se acostumbra a mentir
¿Qué hay tras una mentira? ¿Por qué hay personas que engañan una y otra vez? El investigador Neil Garrett estudia de qué forma se reflejan las emociones en el cerebro y de este modo, poder comprender de qué forma nos sentimos en determinadas situaciones. En concreto, ha descubierto que una amígdala cerebral es la culpable de que en ocasiones seamos indecentes.
Garrett, doctorado en el departamento de Psicología Experimental por la Universidad de Londres (Reino Unido), explica que en el instante en que una persona engaña se activa una amígdala situada en parte del cerebro vinculada a las emociones.
Una serie de neuronas procesan las reacciones que posteriormente se traducen en vergüenza o remordimiento. Sin embargo, si alguien engaña de manera continua, el cerebro se termina amoldando. El funcionamiento de la amígdala se reduce y con ello la sensación de arrepentimiento, lo que hace más fácil engañar.
El investigador británico acostumbra a poner de ejemplo el momento en el que alguien ve por vez primera una fotografía desagradable. Lo más seguro es que tenga una contestación sensible concluyente. Sin embargo, si ve esa imagen cada día se termina acostumbrando. El cerebro de esa persona se acostumbra y ya no reacciona de forma tan intensa.
Para probar esa hipótesis, Garrett y su equipo hicieron una investigación en la que combinó las disciplinas de informática, imagen cerebral y economía conductual -que estudia el comportamiento de las personas ante diferentes coyunturas económicas-.
Realizaron un experimento en el que los participantes debían dar consejos financieros a otra persona y se les motivaba para que les engañasen. Los participantes comenzaron con pequeños engaños, pero según pasaba el tiempo se iban creciendo y las mentiras eran mayores.
Para examinar los cambios en la actividad cerebral, se realizó un escáner de resonancia magnética a los participantes en el momento en el que engañaban. Comprobaron que, al principio, la parte del cerebro vinculada a las emociones respondía con fuerza. Sin embargo, según iban mintiendo más, respondía con menos intensidad. Cuanto menor era la reacción de la amígdala los participantes tendían a engañar más.
Esta clase de proyectos dejan conocer mejor el cerebro, que sigue siendo un enorme desconocido. En realidad, la investigación de Garrett es la primera demostración experimental de que esta clase de comportamientos tienen una razón biológica. Garrett, participante en el EmTech France 2017, explica que su objetivo no es únicamente entender mejor la maquinaria del ser humano y presenta su trabajo como una vía para frenar estos malos comportamientos en la sociedad.
Uno de los planteamientos que apunta es investigar diferentes formas de estimular al cerebro para impedir que las personas engañen. Asegura que muchos actos indecentes empiezan como pequeños engaños. Si estos se frenan antes que lleguen a surgir, se podría terminar con las mentiras del planeta.
Fuente: Opinno, editora de MIT Technology Review en español
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