España

Tancredismo socialcomunista ante la inmigración

Lo políticamente correcto, siguiendo la pauta progre de la izquierda socialcomunista, sería pasar por alto que el joven colombiano que propinó un salvaje puñetazo al sanitario que ha perdido la visión de un ojo, tiene antecedentes penales y estaba en búsqueda y captura por un amplio historial delictivo. El discurso buenista de la izquierda pretende trasladar la idea de que detrás de cada extranjero que viene a España hay una persona a la que hay que acoger e integrar en aras a esa solidaridad sin límites ni matices que define el tancredismo impostado de la progresía gobernante. Pero lo cierto es que cualquier democracia avanzada tiene que establecer límites en función de su propia seguridad.

La inmigración legal es positiva en tanto que hace de la integración un factor de progreso económico y social, pero la permisividad a la hora de acoger a cualquiera que pretenda entrar en España supone un riesgo inasumible. Que el violento agresor del Metro arrastrara un negro historial delictivo es revelador de hasta qué punto hay que abandonar los discursos hueros de una izquierda que confunde progresía y progreso. Lo primero es un mero adorno utilizado como arma electoral; lo segundo, la consecuencia de una política de inmigración sensata y responsable que aprovecha lo bueno que viene de fuera e impide que lo malo destruya la convivencia.

Y pese a que este mensaje no encaja en los esquemas mentales de una izquierda que exhibe una condescendencia pueril ante la inmigración, la realidad es que casos como el del inmigrante colombiano que dejó su impronta violenta marcada en el rostro de un sanitario sirven para reflexionar sobre la insufrible necedad de las políticas de inmigración de una izquierda que solo ha conseguido que las sociedades se vuelvan mucho más vulnerables.