España
Una carta contra su integridad

El sargento apalizado por los proetarras deja Alsasua tras ser amenazada su hija de año y medio

Un acoso que recuerda al patrón de odio seguido durante años por la organización terrorista ETA, remitente de misivas intimidatorias contra agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, políticos, empresarios o periodistas, entre otros.

El guardia civil de los dos agredidos en Alsasua que todavía permanecía destinado en esta localidad navarra tras el ataque de encapuchados proetarras en octubre de 2016 se ha visto obligado a solicitar un traslado, que le ha sido concedido, según ha podido saber en exclusiva OKDIARIO de fuentes del Instituto Armado.

La decisión tomada por el sargento Álvaro Cano y su pareja —también agredida en el episodio del bar Kotxa— se ha producido tras recibir una carta amenazante contra la integridad de su hija, de sólo año y medio de edad, apuntan las mismas fuentes.

Un acoso que recuerda al patrón de odio seguido durante años por la organización terrorista ETA, remitente de misivas intimidatorias contra agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, políticos, empresarios o periodistas, entre otros.

El sargento llevaba destinado en Alsasua apenas 20 días cuando en la madrugada del 15 de octubre de 2016, vestido de paisano, fue objeto de la brutal paliza junto a su compañero teniente y las novias de ambos. Tenía entonces 33 años y ya han transcurrido más de dos.

Hostigamiento

En su declaración en el juicio, en abril de 2018, la pareja del sargento describió lo difícil que seguía siendo su situación en Alsasua. Como residentes en la localidad navarra, dijo que ella y su compañero eran sometidos «a un juicio de valor en el que te sientes la agresora en vez de la víctima». «Vivimos constantemente pidiendo perdón y dando explicaciones», resumió la mujer. El hostigamiento de la ignominia.

Por su parte, el sargento afirmó al tribunal que él estaba «acostumbrado a situaciones violentas, de estrés, por mi trabajo, pero esa situación nunca la he vivido. Temí por mi vida porque estábamos en inferioridad y esa sensación de odio y de rencor que tenían por ser guardia civil no la he sentido nunca», enfatizó.

Cano también relató que la vida de su pareja era «inexistente», limitándose a estar en la casa-cuartel con las mujeres de los otros guardias civiles e ir a hacer la compra una vez a la semana a un supermercado. También dijo que evitaban ir al médico en Alsasua y que lo hacían en un pueblo cercano. Además, contó que al año de la agresión, ella perdió un pecho y tuvo que amamantar a su niña sólo con uno.

La ira de los radicales dirigida contra la pequeña ha sido la gota que ha colmado el vaso, llevando a los padres a evitar un mayor riesgo

Ahora, esa ira de los radicales dirigida contra la pequeña ha sido la gota que ha colmado el vaso, llevando a los padres a evitar un mayor riesgo. Un hecho de extrema gravedad que les ha conducido a solicitar el traslado, siendo aprobado por los superiores de Cano.

Por su parte, el teniente Óscar Arenas, del que se supo el pasado octubre que se encontraba en un nuevo destino, en este caso Alfafar (Valencia), ha mantenido desde entonces su preocupación por sus compañeros del cuartel de Alsasua y, sobre todo, por el sargento. Ahora, esa carta siniestra contra la hija de este último confirma su sospecha y corrobora su inquietud.

«Discriminación»

El pasado 7 de marzo, la Sala de Apelaciones de la Audiencia Nacional confirmó las penas de prisión de entre 2 y 13 años para siete de los ocho radicales condenados por agredir a los dos guardias civiles y sus parejas en Alsasua. En su resolución, los magistrados desestimaron la tipificación de delito de terrorismo que había solicitado la Fiscalía, pero ratificaron el «agravante por discriminación ideológica».