Sánchez e Iglesias se reunirán esta semana para enterrar el hacha de guerra y asegurar la gobernabilidad
La tensión se ha instalado entre el PSOE y Podemos por las descalificaciones de Iglesias a la democracia española y el apoyo expreso del partido morado a los ataques callejeros de los últimos días. Pero, como ya ocurrió en el pasado con la negociación de los Presupuestos, desde las filas de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no tienen intención de que la sangre llegue al río. O, por lo menos, quieren agotar todas las vías para evitarlo. Por eso, los equipos de cabecera de ambos líderes preparan ya una reunión entre el presidente y el vicepresidente para enterrar el hacha de guerra y garantizar la extensión de la gobernabilidad del Ejecutivo socialcomunista.
Es verdad que el respaldo de Iglesias, Echenique o Mayoral a los vándalos que han destrozado las calles en defensa de Pablo Hasél ha molestado internamente a los socialistas y al propio Sánchez. Es cierto también que esos posicionamientos violentos y ultras han generado problemas al Gobierno a la hora de explicar en Europa los motivos para merecer ser rescatados y han crispado los nervios de miembros históricos del PSOE y de algunos ministros clásicos en las filas socialistas. Pero también es verdad que, hoy por hoy, Sánchez no ve una gobernabilidad clara apoyado en nadie más que en los comunistas, los separatistas y los proetarras. Y eso se ha convertido en un poderoso pegamento gubernamental.
Por ello, esta semana que comienza será testigo de un intento de recalentamiento que acabe con el enfriamiento de las relaciones entre las dos formaciones experimentado en los últimos días. Un intento que se materializará en una reunión entre Sánchez e Iglesias con el propósito de enterrar el hacha de guerra y convencerse mutuamente de que el mejor camino para ambos es ir de la mano.
El clima en la coalición de Gobierno no atraviesa su mejor momento. La tensión se ha instalado en el Consejo de Ministros y en el Congreso de los Diputados. Los parlamentarios de ambos grupos se niegan los aplausos cruzados y las llamadas y encuentros de coordinación se han aplazado en plena debacle humanitaria por el coronavirus y en pleno desastre económico. Pero ambos partidos han decidido volver a tender lazos y restablecer las conversaciones al máximo nivel porque ninguno de ellos contempla la ruptura como una opción.
Sánchez tibio con Podemos
El primer movimiento en esta dirección se pudo observar ya el pasado viernes, cuando el presidente del Gobierno rompió tres días de silencio mientras en España se sucedían los disturbios alentados por Podemos para exigir la puesta en libertad del delincuente Pablo Hasél, condenado por reiteración en el enaltecimiento del terrorismo. Y Sánchez habló del tema pero no lo hizo con contundencia ni mucho menos. No lo hizo con críticas hacia su socio de Gobierno.
«En democracia es inadmisible cualquier uso de la violencia, porque la violencia no es una libertad, sino un ataque a la democracia», afirmó el presidente. Pero el dirigente socialista eludió referirse en ningún momento al comportamiento de sus socios de Gobierno. Sánchez, al revés, señaló que «la democracia española tiene una tarea pendiente que es ampliar y amparar mejor la libertad de expresión». Y recordó que el Gobierno acometerá reformas en el Código Penal para mejorar la protección de este derecho fundamental porque, dijo, la democracia debe amparar hasta las más «infames opiniones».
Todo un mensaje de comprensión hacia el nuevo objeto de defensa de Podemos: Pablo Hasél.
Es más, el coportavoz y diputado de Podemos, Rafa Mayoral, compareció tras el polémico tuit de Pablo Echenique para afirmar que estas protestas salvajes, que se han saldado con decenas de policías heridos y graves destrozos, se transforman en «opciones viables» para abordar un problema de «profundización democrática» que pasa por despenalizar aquello que tanto los morados como los socialistas llaman «delitos de opinión». En definitiva, que Hasél, defensor de ETA y otras organizaciones terroristas, debía dejar de ser condenado por lanzar frase como «Miguel Ángel Blanco, en tu nuca ¡pum, pum, pum!».
Y la respuesta de Sánchez fue, de nuevo, pasar de puntillas sobre este asunto, sin hablar de su aliado estrella, Podemos.
Podemos, mientras, no sólo no ha condenado la violencia desatada esta semana en varias ciudades de toda España, sino que ha pretendido justificarla en un supuesto déficit democrático que urge resolver y la ha amparado como una manifestación de participación política. En palabras de Mayoral, «lo que ocurre es que aquellos que hacen las cosas bien no se encuentran incentivados para hacerlo bien y aquellas prácticas de los que lo hacen mal se terminan convirtiendo desgraciadamente en muchos momentos en opciones viables para abordar problemas que son de participación política y no de orden público».
Pero Sánchez no quiere que esa sangre llegue al río. Al menos, al que mece su gobernabilidad.
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