Resignación y ‘omertá’ en el pueblo de Cerdán: «Nos hemos acostumbrado a que nos roben y ya está»
OKDIARIO habla con los vecinos de Milagro de Santos Cerdán tras su ingreso en prisión
Las calles de Milagro huelen a resignación. En este pequeño pueblo navarro donde nació y creció Santos Cerdán, el ex número tres del PSOE recién ingresado en la prisión de Soto del Real, reina un silencio espeso no se rompe. Los vecinos han levantado un muro invisible alrededor de su paisano más ilustre del que hasta ahora estaban muy orgullosos. Las preguntas de OKDIARIO rebotan una y otra vez contra ese pacto no escrito de lealtad.
«Nos hemos acostumbrado a que nos roben y ya está. Ése es el problema», resume con amargura uno de los pocos lugareños que acepta intercambiar algunas palabras. Su frase condensa el sentimiento que flota en el ambiente: una mezcla tóxica de desencanto político y resignación ante la corrupción que se ha normalizado. «Ya no nos sorprende nada en este país, ni en Navarra ni en ningún lado, esto es lo que hay», agrega.
«¿Quién se va a mojar en el pueblo? Nos conocemos todo el pueblo y somos familia. Nadie va a hablar mal», explica otro vecino cuando se le pregunta por qué nadie quiere decir nada de Santos Cerdán. Esta declaración define perfectamente el código de silencio que protege al político socialista: en Milagro, la lealtad al de casa está por encima de cualquier consideración moral o política.
«Nos conocemos todos»
Los intentos de obtener información se estrellan sistemáticamente contra un «no» rotundo. «No tengo ganas de ponerme en compromiso con toda la familia. Hemos sido vecinos», responde una mujer cuando se le pregunta sobre el caso. La frase resume el dilema de un pueblo pequeño donde todos se conocen y donde señalar con el dedo al vecino significa romper décadas de convivencia.
Frente a la vivienda donde se invirtieron más de 5.000 euros en reformas, los vecinos aceleran el paso. La casa era modesta como las demás del entorno, pero ahora destaca por sus nuevas puertas y ventanas. «Vive en una casa humilde como las demás, de trabajadores. Si ha robado ¿dónde está el dinero?», se pregunta uno de los lugareños milagreses.
Esta aparente normalidad en el estilo de vida local de Cerdán es uno de los pocos datos que los vecinos están dispuestos a compartir. «Con sus amigos seguía con todo, salía los fines de semana y era un tío más», cuenta alguien que prefiere no identificarse.
Una imagen permanece grabada en la memoria colectiva de Milagro: Santos Cerdán descendiendo «como una bala» por la cuesta del pueblo durante la fiesta de la cereza, escoltado por agentes de la Guardia Civil. «Se veía que estaba cortado», recuerda una vecina que llegó hace poco tiempo al pueblo.
«Para ser servidores públicos, en mi opinión, tienen que dar la cara a la gente», reflexiona esta misma mujer sobre la imagen de un político escondido tras un cordón policial en su propio pueblo natal.
Un pueblo socialista
Milagro es territorio tradicionalmente socialista. «Este pueblo es socialista desde hace muchísimos años», explica una vecina. Actualmente, la hermana de Santos Cerdán sigue siendo concejal en la localidad, aunque ahora está arropando a su cuñada y sobrina en Madrid. Esta fidelidad histórica al PSOE puede explicar en parte la protección que los vecinos dispensan a Cerdán, aunque el silencio trasciende las fronteras partidistas.
Incluso quienes se declaran «apolíticos» se niegan a hablar. «Me da exactamente igual. Rojos, azules, amarillos y de todos los colores», dice uno de ellos cuando se le pregunta por el caso, pero inmediatamente añade: «No he tenido trato con él para nada».
Paqui, desaparecida
Paqui, la esposa de Cerdán, trabajó durante más de seis años en una fábrica local, pero ya no da la cara. «Por aquí no se la ha vuelto a ver» desde entonces, confirman los vecinos.
La pareja de Cerdán no reside habitualmente en Milagro. Procede de Los Corrales, un pueblo de Sevilla. Es descrita por un vecino como «muy guapa, parece una norteamericana».
«El que puede, al bolso. ¿Cuándo va a acabar esto?», se pregunta retóricamente uno de los lugareños, haciendo un repaso histórico de la corrupción en España. Su análisis es devastador: «Y menos mal que no tenemos la mafia italiana».
Esta perspectiva histórica sirve para contextualizar el caso Cerdán dentro de una percepción más amplia de la corrupción sistémica. «El que la hace que la pague», sentencia el mismo vecino, aunque su tono sugiere más resignación que esperanza real de que se haga justicia.
‘Omertá’ a la navarra
Al caer la tarde en Milagro, el balance es claro: nadie ha roto a fondo el silencio. El código de lealtad se ha impuesto sobre cualquier otra consideración. Los vecinos han decidido proteger a Santos Cerdán con su silencio, construyendo un muro de omertá (ley del silencio) a la navarra que ningún periodista ha logrado atravesar.
«Han venido muchos periodistas», confirma un lugareño, sugiriendo que la presión mediática sólo ha reforzado la determinación de no hablar. En este pequeño rincón de Navarra, la solidaridad con el vecino se impone sobre la indignación ciudadana.
Santos Cerdán puede haber perdido su libertad y su cargo, pero conserva la lealtad inquebrantable de quienes lo vieron crecer. En Milagro, el silencio habla más alto que las acusaciones, y la resignación ante la corrupción se ha convertido en el último refugio de una comunidad que ya no espera nada de sus políticos, pero que sigue protegiendo a los suyos.
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