¿Por qué ETA secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco?
25 años de la liberación de Ortega Lara: 532 días encerrado por ETA en un zulo de 2,2 por 1,8 metros
¿Qué ha sido de los secuestradores de Ortega Lara? Bolinaga murió y el resto están en libertad
El 30 de junio de 1997, la Guardia Civil liberaba al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA desde el 17 de enero de 1996. Un total de 532 días de cautiverio en un minúsculo habitáculo que, a su término, desataron la euforia de los españoles.
Sin embargo, la alegría duraría muy poco. La banda terrorista quiso vengarse rápidamente de la liberación de Ortega Lara y ese es, precisamente, el principal argumento que se esgrime para explicar la crueldad exacerbada que caracterizó al secuestro y posterior asesinato del joven concejal del PP en Ermua, una pequeña localidad de Vizcaya, Miguel Ángel Blanco.
El caso de Miguel Ángel Blanco fue singular por el hecho de suponer todo un chantaje al Estado con una exigencia clara, acercar a los presos de ETA a las cárceles del País Vasco, un plazo de tiempo muy corto, 48 horas, y un desenlace si no se accedía a la misma: asesinar al joven.
Con esta acción terrorista, ETA buscaba doblegar al Gobierno, a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y a la sociedad española en su conjunto, que se encontraban exultantes después de la liberación de Ortega Lara, una gran victoria protagonizada por la Guardia Civil.
Fueron dos agentes de la Benemérita, Miguel y Carlos, que pertenecían a la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil, quienes dieron con el sistema hidráulico que cerraba a cal y canto el zulo de madera, húmedo y frío, de apenas tres metros de largo, dos de ancho y 180 centímetros de alto, en el que Ortega Lara sufrió su cautiverio.
Gracias a este hallazgo, se puso en marcha la operación Delfín-Pulpo, coordinada por el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, con 500 guardias civiles para liberar del zulo al funcionario de prisiones.
Allí descubrieron a Ortega Lara, quien convencido de que el guardia civil era un terrorista, sólo acertó a decir: «Matadme de una puta vez». En un estado lamentable, con 23 kilos menos y evidentes signos de haber sufrido en esos más de diecisiete meses fiebres, diarreas y hongos, Ortega Lara salió a la superficie.
Además, antes de su liberación, los agentes detuvieron a los cuatro etarras responsables del secuestro, uno de los cuales, Jesús María Uribetxeberría Bolinaga, fue trasladado al zulo.
Aunque el secuestro fue brutal e inhumano, su final fue todo un éxito, algo que ETA no pudo soportar y que explica la rapidez con la que, apenas diez días después, perpetró el despiadado secuestro de Blanco.
De hecho, la banda terrorista tenía previsto secuestrarle un día antes, pero el edil varió su rutina habitual y los etarras no pudieron llevarlo a término.
Con todo y a pesar de que, finalmente, Blanco fue asesinado con dos tiros en la cabeza que disparó Francisco Javier García Gaztelu, alías Txapote, ese crimen supuso el principio del fin de ETA gracias a una reacción sin precedentes de la sociedad española que se unió en el grito de «¡Basta ya!» contra el terror de la banda.
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