Otegi se inventa un relato de seis días de torturas para autoproclamarse ‘víctima’ 30 años después
El terrorista Arnaldo Otegi ha intentado aprovechar hoy que el Pisuerga pasaba por Valladolid para autoproclamarse ‘víctima’ de la tortura policial 30 años después de unos hechos relatados sin prueba alguna.
En su cuenta personal de Twitter, el dirigente de Bildu -condenado en su día a seis años de cárcel por el secuestro del empresario Luis Abitua y que después estuvo otros seis más por intentar reconstruir la ilegalizada Batasuna bajo las órdenes de ETA- se ha servido de la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo que condena a España por el maltrato a los terroristas de la T-4 para levantar un relato ficticio que le convierta en héroe fingido de la violencia policial.
Narra Otegi hechos que se habrían producido durante cinco días consecutivos en el cuartel de Inchaurrondo y la Dirección General de la Guardia Civil en 1987, tras ser extraditado por Francia. «Me pusieron una camisa de fuerza y me sumergieron una y otra vez en la bañera (…) hasta perder el conocimiento», asegura.
El segundo día, según Otegi: «Siguen con la bañera, pero la acompañan de utilización de descargas eléctricas. Durante todo el día». Al tercer día «suman los golpes» con «amenazas de muerte». Para el cuarto día, el terrorista utiliza un dibujo acompañado del siguiente relato: «Sigue el calvario. Picana eléctrica, la bañera, amenazas». Ese cuarto día «me dejan una pistola encima de la mesa y me animan a cogerla y fugarme».
Día 4: Sigue el calvario. Picana electrica , la bañera, amenazas. pic.twitter.com/UohPPdSuBz
— Arnaldo Otegi (@ArnaldoOtegi) 13 de febrero de 2018
El relato del terrorista concluye en el supuesto quinto día: «Declaración con abogado. No sé si es abogado o Guardia Civil. Me dicen que lo firme todo o que luego volvemos a empezar. Niego todo y no firmo».
La torturas no volvieron. El sexto día, Arnaldo Otegi reconoce que ingresó en prisión. Después denunció las torturas. Afirma que llegaron hasta la ONU. La realidad es que nunca consiguió que ninguna institución nacional o internacional reconocieran la veracidad de su relato.
Este martes, treinta años después, al calor de una sentencia y sin aportar prueba alguna que certifiquen los hechos denunciados, Otegi ha pretendido dotarse de un relato de heroicidad ante esa parte del pueblo vasco que sigue creyendo en los falsos ‘gudaris’.
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