España
Presos de ETA

Operación Gallastegi: Bildu busca cómo reagrupar a los 3 etarras nietos del lugarteniente de Sabino Arana

Irantzu, Letxuri y Orkatz Gallastegi Sodupe son hermanos, miembros de ETA y cumplen condena por participar en múltiples asesinatos cometidos por la banda (entre ellos, el de Miguel Ángel Blanco). Todos están en cárceles distintas fuera del País Vasco. La saga familiar de los Gallategi está estrechamente vinculada a la historia de la banda terrorista: su abuelo Elías, discípulo de Sabino Arana, fabricó en la primera mitad del siglo XX la base ideológica sobre la que se fundó ETA. Su tío Iñaki fue uno de los pioneros de la banda. Ahora, Bildu busca reagrupar a los tres hermanos en el País Vasco, posiblemente en Martutene, a pocos kilómetros de su Motrico natal. Una operación de marketing político.

Los tres Gallastegi se encuentran hoy en día en tres cárceles españolas diferentes: Estremera (Madrid), Topas (Salamanca) y Zuera (Zaragoza). Y EH Bildu se ha propuesto llevarlos a los tres al País Vasco y reunirlos en una misma prisión próxima a su pueblo natal y facilitar así las visita a la cárcel de su madre, Paule. Es, explican fuentes penitenciarias al tanto de la maniobra, una pura operación de marketing político para la izquierda abertzale.

Se trata de un objetivo propagandístico de cara al colectivo de presos. El apellido Gallastegi no es uno más en la historia de ETA. Tras él hay tres generaciones vinculadas de una manera u otra con el separatismo violento y con la banda terrorista.

El padre ideológico de ETA

El cabeza de familia que inauguró esa estirpe fue Elias Gallastegi Uriarte (1892), fiel y fundamentalista seguidor de Sabino Arana. Gallastegi fue el impulsor de una excisión en el PNV, en los años de la II República, que apostaba abiertamente por obtener la independencia por el método que fuese. Incluida la vía violenta. Fue expulsado por ello.

Aquellas ideas le convertirían décadas después en ideólogo de ETA y en un símbolo para los etarras. Si Sabino Arana fue el padre espiritual para el PNV, en ETA consideran lo mismo a Eli Gallastegi. Exiliado a Irlanda, Gudari (como le llamaban en los círculos separatistas) hizo fortuna con negocios de importación y exportación.

De niños ya dibujaban bombas

Parte del clan volvería a España en los años 70. Entre ellos su hijo, Lander Gallastegi, arquitecto que se casaría después con Paule Sodupe. El matrimonio tendría siete hijos. De ellos, hoy casi la mitad están en prisión. Otros hermanos optaron por caminos muy diferentes. Uno llegó a ser profesional del rugby y hasta jugó en la selección española. Pero la semilla del odio caló hondo en Irantzu, Letxuri y Orkatz.

«Eran unos críos encantadores. Sus profesoras solían enseñarme los dibujos de alguno de ellos, que representaban siempre la misma escena: aviones con ikurriñas en la cola y en las alas bombardeaban barcos de la marina española». Así recordaba a los hermanos Gallastegi el catedrático e impulsor del Foro de Ermua, Jon Juaristi. Conoció a la familia en la década de 1970 durante unas breves prácticas como profesor en una ikastola. Lo contó en la revista Papeles de Ermua en 2002.

La mujer de Txapote

Irantzu (1972) es la mayor de los tres Gallastegi que cumplen condena por pertenecer a ETA. Y por asesinatos. A Amaia, su nombre en clave en el Comando Donosti, le cayeron 50 años de cárcel como autora material del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Aquel cruel secuestro que terminó con el concejal de Ermua tirado en un bosque con dos tiros en la nuca fue ejecutado por Xabier García Gaztelu, Txapote. El rostro más conocido de ETA, especialmente sus miradas desafiantes a los jueces durante sus innumerables pasos por la Audiencia Nacional.

Amaia y Txapote son pareja desde los años 90. Tienen dos hijos en común. Un varón mayor de edad y una niña adolescente que, aseguran fuentes penitenciarias, viven en Bilbao y suelen visitarles con frecuencia. Ambos cumplen sus condenas por asesinato en la cárcel de Estremera (Madrid). Si a Txapote se le conoce por su sangre fría, Irantzu no se queda corta: se opuso a la tregua de 1998, integra la llamada línea dura de la banda y gritó durante su juicio, en el derecho a la última palabra, que ETA «nunca abandonaría la lucha».

A 345 kilómetros de Estremera, en el Centro Penitenciario de Zuera (Zaragoza), cumple condena su hermana Lexuri. Es tres años menor que Irantzu. Su madre, Paula, festejó su acercamiento desde la prisión de Almería el pasado mes de enero, dentro del pack de más de dos centenares de traslados con los que el Gobierno del PSOE ha cimentado su relación parlamentaria con EH Bildu.

Lexuri fue integrante a principios de este siglo del llamado Comando Buru Ahuste que operó en Madrid y Salamanca. Sobre ella pesan 1.476 años de condena, aunque sólo cumplirá un máximo de 30 años. Entre sus fechorías está la de colocar un coche cargado de explosivos en el parking de la Plaza de Colón el 12 de octubre de 2001. Pero por la que está en una celda es por la explosión de un coche bomba contra un mando de la Policía Científica, también en Madrid y en 2001. Resultaron heridas 97 personas, a las que la Justicia consideró homicidios en grado de tentativa.

El joven chivato de ETA

La saga terrorista la cierra el más joven, Orkatz, nacido en 1983. Cumple 26 años de condena en Topas (Salamanca) por haber seguido al magistrado de la Audiencia Provincial de Vizcaya José María Lidón y haberle pasado toda la información a ETA para que le asesinase.  Tenía entonces 18 años.

Los datos sobre el horario, el vehículo en el que viajaba, el itinerario y las -escasas- medidas de seguridad que acompañaban al juez permitieron que un talde de ETA le descerrajara varios tiros al magistrado cuando salía del garaje con su coche a las siete de la mañana del 7 de noviembre de 2001.

En el asiento del pasajero viajaba la mujer de Lidón, principal testigo en el juicio por su asesinato. Dijo haber identificado al jefe de ETA Garikoitz Aspiazu Rubina, alias Txeroki, como uno de los autores del asesinato. Orkatz Gallastegi, el chivato que señaló al magistrado, aseguró que no sabía quién había apretado el gatillo. Es uno de los 379 crímenes de ETA que aún faltan por investigar.