Mamá, de mayor quiero ser golfo
Sí, mamá, pero no un golfo cualquiera, sino como esos políticos que roban cientos de millones y no les pasa nada. ¿Qué podemos esperar de un futuro donde los niños hemos tenido como ejemplo de políticos a golfos inmunes? Ya lo decía el dramaturgo suizo afincando en París, Louis Dumur: “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”. La política es el arte de mentir, no lo pueden evitar. España se ha convertido en un país en el que se juega a ver quién es el más corrupto; pasen y vean, se admiten apuestas.
De norte a sur, de este a oeste, España está infectada de corruptos. De un día para otro la lista de casos de corrupción se queda obsoleta. Esto ya no hay quien lo pare. La golfería es una profesión consolidada. Estoy empezando a sospechar si esta manía de apropiarse de lo ajeno va implícita en el ADN, con posibilidad de heredarse, como algunas enfermedades. ¿Alguien se ha puesto a echar la cuenta de lo que nos va a costar a cada español esta corrupción sin fin? En 2015 se reflejaban 1.700 causas abiertas y más de 500 imputados o “investigados” ” –el término cursi ahora utilizado para suavizar el delito- de los cuales únicamente 20 han sido condenados y han entrado en prisión. Si añadimos lo que está saliendo en lo que llevamos de año, dícese: papeles de Panamá, casos Pujol, Barberá, Conde, Aznar, Manos “Limpias”, alcalde de Granada, ministro Soria, gomina a cargo del ayuntamiento de Zaragoza… esto es un suma y sigue, y todavía no ha salido el gordo. Porque no me irán a decir que no hay todavía algunos por ahí que no sabrían explicar el origen de sus fortunas. A mí no me salen bien las cuentas.
Señores lectores, vivimos en un país lleno de presuntos golfos, donde el dinero de los parados presuntamente se ha usado para financiar partidos, donde se han estado cobrando presuntamente durante años sobresueldos, donde presuntamente se cobra un 3% por la concesión de obras públicas, donde muchos casos de corrupción prescriben y los acusados quedan absueltos, donde el que se quiere independizar quiere que España siga pagándoles la hipoteca, y así sucesivamente.
Nos deberíamos plantear no solo el ejemplo que se nos está dando a los que todavía no tenemos edad de votar -aunque sí de sufrir las consecuencias-, sino la imagen que estamos dando fuera de nuestras fronteras, el deterioro continuo de nuestra credibilidad como nación. Los españoles deberíamos hacernos valer y demostrar que nosotros no somos el reflejo de nuestros políticos, que nosotros somos personas honradas, trabajadoras, con talento, con vocación, con preparación, con dignidad, con sentido común y con amor propio. A estas alturas se habrán dado cuenta que es mentira que yo quiera ser un golfo, pero es verdad que muchos niños y jóvenes están cayendo en esa tentación, al tener una idea distorsionada de lo que es la política y de lo que no debería ser.
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