TERREMOTO EN PURUJOSA

Un geólogo explica la sorpresa del terremoto zaragozano de Purujosa: «Sufrimos amnesia sísmica»

El geólogo Antonio Aretxabala explica: "Las faldas del Moncayo es una zona sísmica activa"

El terremoto en Purujosa alcanzó una magnitud mbLg 4,1 y se sintió a más de 200 km de distancia

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Un geólogo explica la sorpresa del terremoto zaragozano de Purujosa: «Sufrimos amnesia sísmica»
Imagen de los lugares donde se sintió el terremoto con epicentro en Pujurosa (Zaragoza). Imagen de Antonio Aretxabeta.
Paula Ciordia

El martes se produjo un terremoto en la provincia de Zaragoza, con epicentro en Purujosa, que alcanzó una magnitud mbLg 4,1, según el ING, llegando a sentirse temblores a más de 200 km de distancia, e incluso llevando a las autoridades a desalojar el monasterio de Veruela, por precaución. La noticia sorprendió, pero hoy casi se ha olvidado. La reacción mediática y política es actuar como si nada hubiera sucedido.

OKDIARIO se pregunta por qué, y por ello, ha entrevistado al geólogo navarro Antonio Aretxabala, experto en sismología y colaborador de la Universidad de Zaragoza, quien nos explica que actualmente se padece «amnesia sísmica», puesto que «pese a que España es un país sísmico, se perdió la conciencia histórica, sobre el riesgo y su importancia». «El terremoto de ayer, que se sintió a más de 200 km de distancia del epicentro, lo corrobora», nos relata, al tiempo que reivindica una conciencia política y mediática hacia esta realidad.

«Los terremotos se olvidan porque el largo periodo transcurrido, casi 140 años, desde el catastrófico terremoto de Andalucía de 1884, con cerca de 1200 muertos y una destrucción que llegó al grado X, afectan a generaciones enteras que viven sin que suceda algo igual», explica.

Las fallas del Moncayo

El geólogo nos informa que del terremoto de ayer en Purujosa, «hay testimonios que van desde los barrios del norte de Pamplona y Burlada, de Villava hasta Guadalajara y desde casi la provincia de Burgos, tocando con La Rioja y Ezcaray, hasta Huesca. Además, en Tudela lo han notado mucho».

Aretxabala explica que el motivo principal por el que se ha notado hasta a 200 km de distancia del epicentro se debe a que se ha producido «a sólo un kilómetro de profundidad», «por lo que no hay cobertura de suelo que pueda amortiguar el impacto, produciéndose un latigazo muy fuerte».

Este tipo de terremotos, asegura «que pueden llegar a ser muy dañinos», porque aunque duran 2 ó 5 segundos, «son como una bomba», como se evidenció en Italia, o en Murcia hace unos años, insistiendo que «muchas veces no es la magnitud del terremoto, sino dónde se dé». Al mismo tiempo, el geólogo insiste en diferenciar «intensidad», que es «un factor más subjetivo y humano, por ejemplo, si se percibe la vibración», al concepto «magnitud».

En este sentido, en «Ablitas o Tudela», se ha sentido por el «tipo de terreno sobre el que están las ciudades», además de «la proximidad del epicentro».

Terremotos en los últimos siglos

La zona del Moncayo, donde se produjo el terremoto «es una área sísmicamente activa», explica, «con terremotos significativos en el pasado». «Si trazamos una línea desde Arnedo a Daroca, tenemos unos 30 terremotos en los últimos tres siglos, de los cuales hay media docena bastante enérgicos». Casi todas estas fallas «van hacia la misma dirección que el Macizo Ibérico, noroeste al sureste, es decir, hacia la Sierra del Moncayo. El origen se explica por la acción local de la convergencia de África contra la placa euroasiática», añade.

«Precisamente, en Arnedo, en febrero de 1817, se produjo uno que alcanzó una intensidad de VIII, derrumbando parte de la catedral de Calahorra», relata, «la gente estuvo muchos días viviendo fuera de sus casas». En ese siglo, pese a que todavía no existía el concepto de magnitud, «se calcula que pudo tener una magnitud entre 5 y 6». Además, recuerda otros terremotos, como los que se produjeron en Turruncún (M5,1, 1929), en Aguilar (M4,6) o en Daroca (M4,7), este último «llegó a una intensidad de VII, dejando muchos desperfectos».

Centro de interpretación tectónico en Daroca

Este geólogo ha presentado varias propuestas para promover en Daroca un centro científico de interpretación tectónico, por el gran interés de esta zona. «Hay muy buenos estudios con algunas localizaciones que se ven perfectamente la falla, cómo se mueva la tierra», lo que podría aprovecharse como «un itinerario de turismo cultural, lo que ahora es solo para una élite científica».

Murcia, una oportunidad científica

Aretxabala fue uno de los investigadores que viajaron a Murcia para estudiar las consecuencias del fatal episodio sísmico que asoló Lorca en 2011. En aquel momento, pocos podían entender que «un terremoto de magnitud 5,1, fuese capaz de matar, arruinar barios enteros y dañar el rico patrimonio de la Ciudad del Sol, calculándose unas pérdidas de más de 1650 millones de euros».

Aretxabala nos cuenta que, cuando meses más tarde, viajó a Hispanoamérica para reseñar el fenómeno, les causaba inquietud cómo un terremoto de 5,1 había ocasionado tal catástrofe, en comparación con los terremotos en América. «La clave está en la profundidad en la que se producen los terremotos en España o en Italia, como se ha visto en Purujosa». En América, pese a tener una magnitud mucho mayor, «se dan a 50, 60 o 100 kilómetros de profundidad», explica, «así que cuando llegan a la superficie, están más amortiguados. Los primeros conquistadores al llegar a Centroamérica decían que era como quien mece una hamaca».

A raíz del terremoto de Lorca, este geólogo emprendió una iniciativa que logró, en aquel momento, captar la atención de los políticos que estaban en plena vorágine electoral. «En Lorca aprendí que de las situaciones adversas, se puede dar la vuelta al calcetín, y emular, por ejemplo, a California, donde actualmente se producen los mejores estudios de sismicidad mundial».

«Una de las propuestas que hice al Parlamento Europeo fue convertir a Murcia en un referente europeo y mundial del estudio sísmico, enfocada en el patrimonio histórico, ubicando un centro de estudios que fuese pionero». Sin embargo, pese a que los fondos europeos llegaron y «a todos los políticos les encantó, al final no se hizo nada de aquello», lamenta.

Borrar la historia por vergüenza

Aretxabala nos revela que «en los últimos siete siglos, tenemos muy pocos datos históricos y muy poca investigación sobre los terremotos», pese a que «sospechamos que hubo muchos en Iberia e Italia». La razón que explicaría la ausencia de datos, sería cultural.

«La razón se debe a que antiguamente, y hasta el s. XIX, los terremotos y las catástrofes naturales eran considerados castigos divinos, por lo que se ocultaba en la historia de los lugares», lo que hizo que «las autoridades, especialmente las religiosas, se encargaran de borrar toda esa información, porque era vergonzoso ante otros reinos, un signo de vicio y comportamientos contra la voluntad divina. Pero hoy podemos leer debajo de los tachones, gracias a las tecnologías».

«Esto nos ha llevado a perder gran parte de la información de eventos sísmicos del pasado incluido el s. XIX, que hoy nos podrían servir, a través de los historiadores, para confeccionar buenas normativas urbanísticas a a hora de distribuir el territorio», nos razona el geólogo.

Emilia Romagna era mucho más sísmica

Al respecto, el geólogo nos lo evidencia con la situación acaecida en el terremoto de 2012 en Ferrara, Italia. «Una geóloga e historiadora italiana, Emanuela Guidoboni, realizó un estudio parroquia por parroquia, en la zona de Emilia Romagna, descubriendo que, efectivamente, se habían producido en los últimos 500 años, terremotos importantes». Esa información no se conocía porque se había borrado de la historia, por lo que «la normativa de construcción de 2004 catalogaba a Villa Romagna como la zona de más baja sismicidad de Italia».

«Ahora pasa algo parecido. Ya no es una vergüenza religiosa, sino una vergüenza científica, lo que lleva a no asumir la realidad. No se avanza lo suficiente en prevención sísmica, ni se actualizan los datos importantes. El ejemplo de la zona de Yesa, en Navarra, es el ejemplo más sonrojaste que hay de un pasado sísmico importante. Con las nuevas tecnologías por satélite, como Copérnicus, se puede ver cómo se vuele la ladera», afirma.

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