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La okupación es uno de los grandes problemas de España y, a veces, parece que la ley no protege a los propietarios, sino que da ventajas a los okupas, para que sigan delinquiendo.
Esto es una de las grandes desgracias de nuestro país, pero de vez en cuando todavía nos deja historias emocionantes de colaboración ciudadana. Porque, a donde no llega la ley, acaban llegando los vecinos.
Esto es lo que ha ocurrido en Combarro, en el municipio de Poyo en Pontevedra. Allí se había instalado una pareja de okupas en una vivienda de la Sareb valorada en casi 250.000 euros.
Después de cuatro días de tensiones, por fin, los okupas han abandonado la casa por su propia voluntad. Según han relatado en La Voz de Galicia, hubiera sido imposible sin la movilización vecinal y la intervención directa del alcalde.
Los okupas se atrincheran en un piso de Pontevedra
Los hechos comenzaron cuando los vecinos de la Avenida da Cruz, nombre que recibe la PO-308 al pasar por Combarro, vieron cómo una pareja entraba en la vivienda vacía.
Según relata La Voz de Galicia, los okupas cambiaron las cerraduras de las puertas nada más acceder al interior, impidiendo así cualquier intento de acceso.
Al siguiente día, varios agentes de la Policía Local de Poyo se presentaron en la casa y lograron identificar a la mujer desde la ventana, mientras que más tarde encontraron al otro okupa.
A pesar de los intentos de mediación, la pareja se negó a abandonar la vivienda, obligando a la policía a abrir diligencias por okupación ilegal e informando al juzgado. También se tomó declaración a una vecina, testigo de los hechos.
Mientras tanto, el coche de la pareja, un Opel Zafira sin seguro, fue retirado por la grúa municipal, aumentando la presión para que abandonaran el inmueble.
¿Cómo consiguieron unos vecinos y su alcalde acabar con la okupación?
La situación se resolvió cuando más de 50 vecinos se concentraron a las puertas de la vivienda para exigir la marcha de los okupas.
La presencia del alcalde de Poyo, Ángel Moldes (PP), resultó fundamental para alcanzar un acuerdo.
Moldes, que salió de la casa entre aplausos y abrazos de los vecinos, logró, junto a la Guardia Civil, que la pareja aceptara irse de forma voluntaria. Abandonaron la vivienda en un taxi ante la ovación de los presentes.
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Por su parte, la mujer explicó a La Voz de Galicia que llevaban un año durmiendo en una furgoneta porque no habían encontrado otra alternativa.
«He estado un año entero durmiendo en la furgoneta. Estuve bien. Estuve trabajando. Tuve trabajo, tenía casa, tenía de todo, pero me quedé sin trabajo porque este hombro (se señala el derecho con su mano) no lo puedo mover», explicó al diario gallego.
Después de afirmar que sólo lo hacían por necesidad, confirmó que su marido trabajaba como cestero, mientras que ella vendía calcetines de forma ambulante.
Pese a que la mujer insistió en que no buscaban problemas y que eran «muy buena gente», los vecinos se mantuvieron firmes en su rechazo: no querían más okupación en su barrio.
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