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Economía
DEFENSA NACIONAL

SAPA lleva 20 años con ayudas del Gobierno para fabricar una pieza de vehículos militares que no funciona

Industria vuelve a rescatar a la empresa vasca pese a los informes que alertan de fallos estructurales en su transmisión SG 850

  • Jose de la Morena
  • Jose de la Morena, periodista especializado en economía desde hace más de 15 años, desarrolla su labor en el campo de la comunicación desde el prisma de las tendencias, los números y resultados de las distintas compañías. Una tarea que le ha llevado a conocer a fondo el mundo empresarial. Ha trabajado también en comunicación corporativa y como asesor para distintas marcas internacionales e institucionales.

El Gobierno prepara una nueva inyección millonaria a SAPA Placencia, la empresa guipuzcoana encargada desde hace dos décadas de desarrollar la transmisión de los vehículos blindados del Ejército español. La ayuda se tramitará a través del Fondo de Apoyo a la Inversión Industrial Productiva (FAIIP), dependiente del Ministerio de Industria, y se presenta como un impulso a la soberanía tecnológica nacional. Sin embargo, detrás del anuncio se esconde una realidad incómoda: SAPA lleva 20 años recibiendo ayudas públicas para desarrollar la misma pieza, que sigue sin funcionar correctamente.

Según fuentes del sector consultadas por OKDIARIO, tanto SAPA como General Dynamics, matriz de Santa Bárbara Sistemas, «se han precipitado al presentar como un nuevo proyecto algo que lleva dos décadas en marcha y financiado con dinero público». La transmisión SG 850, que debía sustituir a las alemanas Renk en los vehículos Pizarro, acumula desde 2004 «informes técnicos negativos, fallos recurrentes y rescates» financieros.

Dos décadas de financiación sin resultados

El origen del problema se remonta a 2004, con la segunda fase del programa Pizarro, el blindado de combate con cadenas del Ejército español. Ese año, los ministerios de Defensa e Industria acordaron fomentar la nacionalización del sector de Defensa, reduciendo la dependencia de proveedores extranjeros. Hasta entonces, las transmisiones eran suministradas por la empresa alemana Renk.

Para lograr la «independencia tecnológica», el Gobierno impulsó que Santa Bárbara Sistemas (General Dynamics) trabajara junto a SAPA Placencia, encargada de fabricar una nueva transmisión nacional: la famosa SG 850. Con fondos públicos, SAPA construyó seis prototipos, aunque nunca alcanzaron la fiabilidad necesaria.

Pese a los fallos, el proyecto siguió adelante. En 2011, Santa Bárbara pidió volver a utilizar transmisiones de Renk para poder cumplir los plazos del contrato con Defensa que se le había asignado, tratando de desligarse de los fallos de SAPA. En lugar de admitir el fracaso técnico, el Gobierno aprobó el Real Decreto 1098/2011, que otorgó a SAPA un préstamo de 30 millones de euros sin garantías y con un interés del 6,027%. La condición era desarrollar una transmisión “dual”, aplicable también a vehículos civiles. Con ese pequeño cambio, se volvía a salvar la relación con el ejecutivo vasco, que estaba detrás del apoyo a SAPA.

Sánchez eliminó el interés

La historia no terminó ahí. En 2018, ya con Pedro Sánchez en La Moncloa, el Real Decreto 1433/2018 modificó las condiciones del crédito: el tipo de interés pasó al 0% y el plazo de devolución se amplió hasta 2036. El resto del sector protestó sin demasiadas consecuencias. Además, se eliminó la exigencia de que el producto tuviera uso civil, por lo que se retiraba la modificación que, en teoría, justificaba el primer cambio. El objetivo se redujo a seguir desarrollando la transmisión militar, pese a su historial de fracasos.

Entre 2015 y 2017 se entregaron 83 vehículos Pizarro con la transmisión SG 850, pero los resultados fueron de nuevo desalentadores. Según un informe técnico interno de 2019, el «42% de las transmisiones resultaron inoperativas» durante las pruebas, lo que obligó a costosas intervenciones de mantenimiento de «quinto escalón» (es decir, en reparaciones profundas). El documento concluyó que el sistema presentaba “una falta de madurez técnica”, incompatible con su despliegue operativo.

El mismo informe advertía de que los fallos de la SG 850 estaban “lastrando el programa completo” y recomendaba revisar el papel de SAPA en futuros contratos. Sin embargo, lejos de hacerlo, la empresa ha seguido recibiendo financiación pública y ahora se prepara para una nueva ayuda bajo el argumento de modernizar la industria nacional. Algo que, como socio, General Dynamics ha querido además atribuirse en las últimas semanas.

Un rescate recurrente

El reciente préstamo aprobado por SEPIDES a través del FAIIP (mecanismo del ministerio de Industria para sostener empresas consideradas «estratégicas») reaviva el debate sobre la eficacia de las subvenciones públicas en el sector defensa. SAPA ya fue beneficiaria de distintos programas, incluidos los PERTE industriales y otras líneas de apoyo autonómicas.

Fuentes empresariales lo resumen así: “El Gobierno está rescatando otra vez el mismo proyecto, con el mismo argumento, para una transmisión que sigue sin cumplir los estándares”. Según las mismas fuentes, se trata de un movimiento político “vestido de innovación”, en plena ofensiva del Ejecutivo para reivindicar la autonomía tecnológica de la industria militar española.

El problema, añaden, es que «el producto no funciona y lleva veinte años en pruebas». La transmisión SG 850 nunca ha demostrado la fiabilidad de sus homólogas extranjeras, y las Fuerzas Armadas han tenido que recurrir en repetidas ocasiones a repuestos y sistemas externos para mantener operativos sus vehículos.

Críticas al modelo de ayudas públicas

En el entorno industrial se cuestiona que el Ejecutivo insista en financiar desarrollos que no han pasado los mínimos test de validación técnica. «Lo que se presentó en 2004 como un ejemplo de soberanía nacional se ha convertido en un agujero negro de dinero público», afirma una fuente conocedora de los programas de Defensa.

Los críticos recuerdan que la misma SAPA ha participado en otros programas de I+D financiados con fondos estatales y europeos. Mientras tanto, competidores extranjeros han evolucionado hacia transmisiones híbridas y modulares, con mejores resultados y costes menores.

Si se confirma el nuevo préstamo, será la tercera gran inyección pública para el mismo objetivo desde 2004. Dos décadas y decenas de millones después, la transmisión española del Pizarro continúa siendo una promesa incumplida.