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Las políticas de estímulo de los bancos centrales asfixian al sector financiero

Ante la plausible victoria de Christine Lagarde en la carrera a la presidencia del BCE, la banca se muestra preocupada por un horizonte de desaceleración en el que la economía presenta una intensa ralentización en los crecimientos, especialmente en Europa.

La moderación y los reajustes a la baja en las previsiones de crecimiento para los próximos años, así como la debilidad de la economía global, obliga a los bancos centrales a adoptar políticas de estímulo que están acabando con la rentabilidad bancaria.

El ROE bancario, un ratio que trata de medir el retorno sobre el capital generado, se encuentra muy por debajo del rendimiento óptimo. Sus rentabilidades se están estancando y los bajos tipos de interés, así como la previsión de una política continuista y mayores estímulos en la economía oscurece el futuro de un sector duramente castigado por la ralentización de la economía. Mientras que antaño, estos indicadores mostraban un ROE óptimo superior al 10%, ahora, una gran mayoría, ha visto como este ratio se ha visto reducido por debajo de este umbral.

El negocio de la banca, como aseguró el BCE, está atravesando un mal momento. Tal y como reconocía el banco central, los tipos bajos, en una situación prolongada, están hundiendo los márgenes de intermediación en la captación y prestación de dinero, pues los intereses están cayendo a niveles nunca vistos. En algunos casos, como en Alemania, los bancos están llegando a una situación donde la contratación de prestamos por parte de los clientes se está incentivando con los nuevos préstamos a tipos negativos, donde el cliente, al final de la vida del préstamo, devuelve menos dinero que el que se le prestó, provocando una pérdida para la entidad.

Por otro lado, las continuas regulaciones aplicadas en los distintos países está dificultando aún más la situación. Si observamos el caso de España, la nueva ley hipotecaria transfiere una serie de costes que, a priori, tenía que afrontar el cliente, a la banca; obligándoles a hacerse cargo de unos costes que, además de reducir su rentabilidad, obligan a la banca a asumir más costes variables en su estructura financiera. Algo que también ocurre con muchos productos que ya no son contratados por su escasa rentabilidad ante un entorno donde la renta fija se encuentra, al igual que los tipos, en rentabilidades casi nulas; como es el caso de los depósitos.

Ante esto, dado que prácticamente se ha descartado la entrada de una presidencia del banco central conocedora, y simpatizante, de lo que está ocurriendo con el sector bancario, el propio sector exige al banco central, a Mario Draghi, que establezca planes alternativos para la banca, más allá de los ya conocidos en los que el BCE insta a los bancos europeos, a través de la aprobación de las fusiones transfronterizas, a establecer sinergias y fusiones en el mundo de la banca, conformando grupos bancarios sólidos y robustos, financieramente hablando, para afrontar la situación que se avecina y que, de no revertirse los crecimientos, podría prolongarse en el largo plazo.

Desde el propio organismo, para tratar de paliar los efectos de una tasa de depósito en negativo. Sin embargo, desde el sector se castiga la falta de fluidez en el capital precedida por una excesiva política económica expansiva, que impide a los bancos captar rendimientos de una gran serie de productos y servicios que, anteriormente, si ofrecían suculentas rentabilidades al sector. Con los tipos tocando el suelo del 0%, a punto de traspasar a términos negativos, el sector sigue viviendo una erosión de la cual, sin una actuación de los bancos centrales, no podrán salir.

Los ingresos de la banca caen ante las altas exigencias de lo inversores. En los mercados, el sector de la banca ha sido duramente castigado, pues los continuos sucesos ofrecían al inversor una visión muy pesimista del sector bancario, que atraviesa una situación de rentabilidades prácticamente nulas. La caída de la curva de tipos sigue exprimiendo el margen de interés del sector bancario, una situación que, de no revertirse, obligará al sector, no solo a efectuar nuevas fusiones y reducir sus costes fijos -como Santander Bank, que reducirá su red de oficinas en un 60%-, sino también a cobrar por unos servicios que repercutirán en costes a sus clientes.