¿Milei debería de haber cerrado el banco central de golpe?
Bernardo Ferrero es Economista por la Universidad Rey Juan Carlos
Desde que asumió en diciembre de 2023, algunas figuras del mundo de la cultura han salido a criticar las medidas tomadas por el gobierno de Javier Milei. De los kircheristas, o kukas, era fácil esperárselo. Después de veinte años teniendo el monopolio político y mediático en el país, no le habría podido sentar bien el cambio de rumbo que supuso la llegada de una presidencia libertaria. Más sorprendentes, por otro lado, han sido las críticas provenientes del mundo liberal-libertario, los cuales han acusado al presidente argentino de ser nada más y nada menos que otro político del establishment.
Relativamente mejor que sus contendientes, quizás, pero igualmente alejado de los ideales del libertarismo y de la Escuela Austríaca de Economía. El crítico más destacado en este sentido ha sido el economista y filósofo político Hans-Hermann Hoppe, discípulo y colega de Murray Rothbard desde mediados de los años ochenta, primero en el Brooklyn Polytechnic de Nueva York y luego en la Universidad de Nevada, Las Vegas.
A pesar de haber sido mencionado en repetidas ocasiones por el presidente Milei como uno de sus referentes intelectuales, junto a Jesús Huerta de Soto, Philipp Bagus, Walter Block, Miguel Anxo Bastos y Juan Ramón Rallo entre otros, Hoppe quiso dedicar toda una conferencia para criticar, desde una perspectiva libertaria, el programa económico y político de Milei.
Hoppe, Milei y el cierre del banco central
Recientemente, la crítica de Hoppe ha vuelto a animar las discusiones en los círculos libertarios a raíz de un artículo del economista austriaco Kristoffer Hansen quien, poniéndose del lado de Hoppe, ha querido poner definitivamente en duda las credenciales austriacas del presidente argentino.
En palabras del propio Hansen: «Milei ha afirmado repetidamente estar inspirado por Rothbard y Hoppe y haber leído varias veces La acción humana de Ludwig von Mises. Aparentemente, no leyó lo que Mises escribió sobre el tema del dinero, o fue incapaz de entenderlo. Por lo tanto, desperdiciará su oportunidad de llevar la libertad monetaria a la Argentina […] Milei no es austríaco, y el hecho de que haya recurrido a insultos y teorías charlatanescas en respuesta a la serena crítica de Hoppe sugiere que tampoco es un buen economista».
Hasta qué punto la crítica de Hoppe, que definió a Milei como «un desastre» con algunos «elementos payasescos», puede definirse como «serena», sería interesante saberlo, aunque Hansen no nos lo revela. Pero dejando a un lado este punto, de carácter antropológico, entiendo, ¿es cierto que las ideas del presidente libertario son incompatibles con las enseñanzas de Mises?
En el centro de la crítica de Hoppe a Milei está la cuestión del banco central. Para el pensador alemán, el hecho de que Milei no haya cerrado todavía esta agencia de planificación monetaria, aun sabiendo que es la causa última del señoreaje, de la inflación, del crecimiento desorbitado del Estado, bastaría para descalificarlo como economista austriaco y anarcocapitalista rothbardiano.
Según el propio Hoppe, el cierre del banco central podría haberse efectuado en los primeros días de Gobierno, lo cual habría parado la producción de nuevos pesos y acabado con la inflación en una semana. Hansen sigue el razonamiento de Hoppe, opinando que el peso se habría rápidamente fortalecido tras el cierre de este organismo de planificación. Añade, además, que el argumento defensivo de Milei, según el cual el cierre inmediato del banco central habría desencadenado una hiperinflación, presupone infundadamente que el banco central es necesario para garantizar el valor del dinero fiduciario. Por lo tanto, concluye: «El cierre del banco central es […] una política ideal a corto plazo […] Pero, lamentablemente, Milei se aferra a teorías falsas y no ve esta oportunidad».
Monopolio de emisión monetaria y valor del dinero fiat
Lo primero que hay que señalar es que si el núcleo de la disputa, como piensa Hansen, gira en torno a la cuestión de si es necesario un banco central para garantizar el valor del dinero fiduciario, Hoppe debería ser el primero en estar de acuerdo con Milei. Uno de los argumentos recurrentes en las obras monetarias de Hoppe es precisamente que en ausencia de un emisor monopolístico de papel moneda, la ley de los costes tendería a llevar el poder adquisitivo del dinero fiat casi inmediatamente a cero, lo que conduciría a la hiperinflación.
En su ensayo How is Fiat Money Possible – or The Devolution of Money and Credit (1994, p. 59) leemos: «En condiciones de competencia […] la producción de billetes se expandiría inmediatamente hasta el punto de que el precio del dinero se aproximaría a su coste de producción. El resultado sería una hiperinflación […] Para que la sustitución del dinero mercancía por dinero fiduciario tenga éxito, debe cumplirse un requisito adicional: Debe restringirse la libre entrada en el negocio de la producción de billetes y establecerse un monopolio monetario […] en la medida en que esté protegido legalmente de la competencia, un monopolista puede restringir de forma segura y consciente la producción de sus billetes y garantizar así que mantienen su poder adquisitivo».
Lo que nos está diciendo Hoppe, en resumidas cuentas, es que lejos de ser irrelevante, como lamenta Hansen, la existencia de un banco central es conditio sine qua non, en el corto plazo, para que el dinero fiat no se desmonetice de inmediato, perdiendo abruptamente su poder adquisitivo.
Este razonamiento, expresado por Hoppe también en otras obras, no debería ser ajeno tampoco al propio Hansen. Él mismo, de hecho, lo suscribió en el pasado para poner de relieve los efectos perjudiciales para el bienestar económico del dinero fiduciario en comparación con el dinero mercancía.
En su contribución What is Inflation? Clarifying and Justifying Rothbard’s Definition (2022, p. 158), en coautoría con Jonathan Newman, Hansen escribe: «Dado que el dinero fiat no tiene costes de producción, cualquier sistema de dinero fiat duradero se basa en intervenciones que hacen de la creación de dinero un monopolio coercitivo y un cártel del gobierno y del sistema bancario; de lo contrario, el sistema acabaría rápidamente en una hiperinflación».
Es decir, los críticos de Milei, por un lado, afirman que el presidente argentino ha traicionado a la Escuela Austriaca por sostener que el cierre inmediato del banco central habría depreciado el valor del peso, pero, por otro lado, en sus ensayos académicos, ellos mismos sostienen que el banco central, en un régimen fiduciario, es necesario para evitar la hiperinflación. ¿Principio de revelación?
Podría parecer que el argumento anterior se refiera simplemente a la oferta de dinero, dejando inalterada la demanda del mismo. Si así fuera, podría considerarse irrelevante para el debate que nos ocupa. Sin embargo, no podemos olvidar que, a través de las expectativas, como nos han demostrado a partir de los años Veinte del siglo pasado economistas de la talla de Edwin Cannan, Ludwig von Mises y Luigi Einaudi, la percepción pública de un rápido descontrol de la oferta monetaria tiende a provocar, en el presente, una disminución de los saldos reales deseados por los agentes y, por tanto, de la demanda de dinero.
Una característica recurrente de cualquier proceso que conduzca al Flucht in die Sachwerte, la huida hacia los activos reales, como hemos visto suceder a lo largo del siglo XX, por ejemplo en Alemania (1923), Hungría (1945-46), Chile (1973), Argentina (1989-90), Yugoslavia (1992-94), Rusia (1992) y Zimbabue (2008-09).
La confianza en el dinero y los activos del banco central
El núcleo de la crítica de Hansen reside en el papel que desempeña el balance del banco central en la determinación del poder adquisitivo de la unidad monetaria. Según los teóricos modernos de la doctrina de las letras reales, tanto en la versión de Antal Fekete y Juan Ramón Rallo como en la de Thomas Sargent y Neil Wallace, el papel moneda corresponde a una deuda del banco central, cuyo valor viene determinado no por la tasa de inflación monetaria sino por la calidad de los activos contra los que se emiten.
Según Hansen, el temor hiperinflacionista de Milei tiene su origen necesariamente en las falacias de esta teoría, criticada primero por la escuela monetaria inglesa del siglo XIX y más tarde por la Escuela Austriaca, en concreto por Mises, Hayek y Rothbard. La crítica más completa de la doctrina de las letras reales se puede encontrar en el libro Anti-Rallo: Una crítica a la teoría monetaria de Juan Ramón Rallo de Philipp Bagus (2023).
Hansen tiene razón en subrayar, contra estos teóricos de la liquidez, que el dinero fiat, a pesar de contabilizarse como deuda, desde el punto de vista praxeológico no es un pasivo, ya que los tenedores del mismo no tienen, como bajo el patrón oro, derecho de exigir algún tipo de bien a los emisores.
El papel moneda es un bien presente, un activo real y no un bien futuro o activo financiero, ni siquiera «indefinido» para utilizar la terminología empleada por Juan Ramón Rallo en Una Crítica A la Teoría Monetaria de Mises (2019, p. 119). Será de mala o pésima calidad, pero eso no le quita su naturaleza de activo real, valorado por sí mismo como medio de intercambio común y generalmente aceptado. Lo contrario implicaría pensar, siguiendo a Léon Walras y a Friedrich von Wieser, que el dinero es una representación abstracta, un voucher o una base de datos. Pero en tal caso nadie demandaría saldos de tesorería y la oferta monetaria como el valor del dinero serían inexistentes. Que se trate de un error es evidente: solvitur ambulando.
Decía G.K Chesterton, sin embargo, que «un error es una verdad enloquecida», o sea, exagerada, mal puesta. Y en este sentido tanto Hansen como Hoppe ignoran que el escenario hiperinflacionario esperado por Milei al principio de su mandato, puede de igual manera justificarse recurriendo simplemente a la teoría monetaria misesiana. Si bien es cierto que el valor del papel moneda no queda determinado estrictamente por los activos del emisor, como cabría pensar en el patrón oro, esto no excluye que su valor pueda verse afectado, en mayor o menor medida según las circunstancias, por ellos.
Murray Rothbard, en su libro de texto de economía monetaria, The Mystery of Banking (2008 [1973], pp. 65-66), analizando los componentes que influyen en la demanda de dinero, hace referencia a la confianza del público en el mismo, lo cual está ligada a la viabilidad del ente emisor: «Un determinante intangible, pero muy importante, de la demanda de dinero es en esencia la confianza que el público, el mercado, tenga en el dinero mismo […] la confianza del público en el papel-moneda, y, por ende, su demanda del mismo, depende de la confianza que el público tenga —o la falta de ella— en la viabilidad del Estado que la emite».
En este sentido, el valor del dinero no sería «totalmente independiente» de los activos del banco central, emisor del dinero fiduciario, como pretende Hansen, ya que éstos afectan claramente esa viabilidad, y, por tanto, ese «determinante intangible» de la demanda de dinero. Cabe añadir que, especialmente en circunstancias críticas, los activos del banco central no sólo afectan a la viabilidad de la institución emisora, sino también, y sobre todo, a la viabilidad de llevar a cabo proyectos sostenibles de reforma monetaria y bancaria, lo que influye notablemente en la calidad del dinero y, por tanto, en la demanda y poder adquisitivo del mismo.
Argentina y el peso como «dinero crédito»
El caso de Argentina es paradigmático, ya que cuando Milei llegó al poder el país estaba al borde de la hiperinflación y en plena transición institucional. Evidentemente, si Milei hubiera cerrado el banco central argentino al principio, con los desequilibrios heredados (Leliqs y Pases) aun sin resolver y las reservas internacionales negativas en 11.000 millones de dólares, ello habría afectado negativamente a la confianza en el proceso de dolarización formal y, por tanto, en el dinero, desencadenando tanto una corrida bancaria como una corrida monetaria y generando una hiperinflación de precios en términos de pesos.
Pensar que, en casos como este, el valor de la unidad monetaria hubiera sido «totalmente independiente» de los activos del banco central significa, por una parte, ignorar los elementos dinámicos inherentes a la función del dinero y, por otra, negar los efectos de un cambio de régimen monetario sobre la calidad del medio de cambio. Tales efectos, sin embargo, son especialmente relevantes en el caso del dinero fiat dada su naturaleza, para utilizar la eficaz fórmula del economista Roger Garrison, de «institución diseñada» y no «evolucionada» como es el caso del patrón oro.
Otra forma de enfocar la cuestión para ver como el razonamiento del presidente Milei se puede situar perfectamente en una línea de pensamiento integralmente austriaca es remontarse a la clasificación del dinero hecha por Ludwig von Mises en el capítulo III de La Teoría del Dinero y del Crédito (2014 [1912], pp. 96-99). Al hablar de este libro, se suelen generalmente recordar los pasos en los que Mises habla del «dinero mercancía» y del dinero fiat o signo. Igualmente importante, aunque generalmente olvidado, es el concepto de «dinero crédito», que Mises define como «un título que vence en el futuro y que se emplea como medio general de cambio».
Especialmente después de que Milei ganara las elecciones, al prometer canjear en algún momento futuro la base monetaria por dólares, el peso se acercó, praxeológicamente, al «dinero crédito». Ante esto, la composición del activo del banco central asumió un papel central como factor influyente en la relación monetaria. Incluso dejando constante la masa monetaria, si éste hubiese comenzado a acumular deuda pública en lugar de dólares (o viceversa) en su balance, la demanda de dinero se habría visto claramente afectada y con ella su poder adquisitivo.
Y si Milei hubiera cerrado el banco central que habría tenido que canjear pesos con dólares, se habría producido un cambio de régimen en sentido contrario, con el peso volviendo a ser un dinero fiat puro. Esto hubiera implicado un inmediato y significativo deterioro de su poder adquisitivo (hiperinflación de precios) y una notable depreciación externa como consecuencia de la huida hacia una «dolarización informal», con todas sus consecuencias sociales y políticas.
El ancla del encaje 100%
Vemos pues que, contrariamente a lo que sostienen Hoppe y Hansen, la expectativa de Milei de una hiperinflación en pesos tras cerrar de golpe el BCRA, lejos de ser infundada, encuentra el respaldo de un análisis plenamente austriaco. Si el objetivo es una reforma monetaria que contemple la libertad bancaria genuina y sostenible, antes de cerrar el banco central es de fundamental importancia haber hecho una reestructuracion del sistema financiero anclado a un sistema de encaje del 100%.
De otra forma, se correrían riesgos de una corrida bancaria y cambiaria. En palabras de Jesús Huerta de Soto: «En un sistema de banca con reserva fraccionaria no se puede cerrar el BCRA de golpe sin que se produzca una monumental corrida bancaria que hubiera producido graves trastornos sociales y habria acabado con el recién estrenado gobierno de Milei. Solo solucionando el problema de las Leliqs (tema ya afrontado con éxito por Milei) y efectuando previamente la transición al 100% de encaje (reforma aun pendiente) podría concebirse la posibilidad de cerrar el BCRA».
Vuelven a la mente, asi, algunas palabras que encontramos en esa joya de teoria social, talvez proto-mengeriana, que es el Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas de Joseph de Maistre (1825 [1809], p. 56), conde de Chambéry: «Para abrasar una ciudad no es menester mas que un niño o un insensato; mas para volverla a edificar se necesitan arquitectos, materiales, obreros, millones y sobre todo, tiempo». Crescit occulto velut arbor aevo, observaba Horacio.
Bernardo Ferrero es Economista por la Universidad Rey Juan Carlos.
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