Economía
¡Es el mercado, amigo!

El lío del Gobierno con el gas y la oportunidad histórica que España está a punto de perder

  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Hay un dicho que reza que un irlandés nunca pierde una oportunidad de perder una oportunidad. Pues nuestro Gobierno parece irlandés porque está a punto de perder una oportunidad histórica para España de convertirse en el gran suministrador de gas a Europa para reducir la dependencia de Rusia. Y no sólo mientras dure el conflicto de Ucrania, sino para siempre.

España tiene dos grandes ventajas competitivas para ocupar este papel. Por un lado, tenemos el contrato de suministro con Argelia, con dos gasoductos para traerlo -aunque el de Marruecos está cerrado, como es sabido, por la tensión entre los dos países-. Por otro, tenemos siete plantas regasificadoras (las que se usan para que se pueda consumir el gas que llega en barco), las mismas que el resto de Europa junta. ¿Qué nos falta? Pues un tubo para mandarlo a Europa por los Pirineos.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (Foto: EP)

Actualmente, existe uno, el Euskadour en Vizcaya, pero su capacidad es totalmente insuficiente para algo así. Hay que construir otro mucho más grande, para el que está diseñado un proyecto desde hace muchos años: el Midcat, que atravesará los Pirineos por Cataluña.  Con la que está cayendo, con la paralización hasta las calendas griegas del Nordstream 2 (el tubo que pretende llevar gas ruso a Alemania sin pasar por Ucrania) y con los precios del gas desmadrados, cualquier persona con dos dedos de frente pensaría «esta es la nuestra». Y más después del ninguneo por parte de Biden y los aliados a nuestro país, por la razón obvia de que uno de los dos miembros de la coalición que nos gobierna va con el enemigo en la guerra. Es la ocasión pintiparada para que España tenga algo de protagonismo en la escena internacional.

El problema: Teresa Ribera

El problema es que lo de los dos dedos de frente escasea en este Gobierno, algo de lo que hay abrumadora evidencia. Y este asunto no iba a ser una excepción. La encargada de desperdiciar la oportunidad, como no podía ser de otra forma, es la ínclita Teresa Ribera, ministra de lo que toda la vida ha sido Energía y ahora se llama Transición Ecológica y no sé cuántas cosas más (de hecho, siempre había sido Industria y Energía, otro ejemplo de para qué pagar a un ministro pudiendo pagar a dos, como Sanidad y Consumo o Educación y Universidades). La mejor amiga de las eléctricas se opone a construir el Midcat porque ella lo vale.

Pero es que la ocasión la pintan calva. Francia siempre se ha opuesto al Midcat, temerosa de que fuera la vía de entrada de las empresas españolas al coto cerrado de su sagrada EDF.  Pero ahora, con la guerra en Ucrania, la propia Comisión Europea quiere impulsar el proyecto y puede lograr vencer la resistencia de los galos. Pues nada, no hay manera.

No la hay porque a Ribera le mueve únicamente la ideología, y los intereses de España le importan lo mismo que el bienestar del pueblo ruso a Putin. Ella está obsesionada con acabar con los coches diésel, con la agenda 2030 y con que todos vayamos en bicicleta. Por eso, cada semana  busca una forma nueva de jeringar a las eléctricas, se niega a volver a la energía nuclear y pasa del gas. Aunque la luz haya vuelto a los 400 euros por su culpa. No den ustedes la luz, que contamina.

A esta cerrazón se le suma una ignorancia supina, que hace que encima le tomen el pelo. El ejemplo más claro es cómo la ha camelado la ministra de Energía marroquí, Laila Benali -ésta sí preparadísima, experta, autora de libros y reconocida internacionalmente- para que España le mande gas a su país por el gasoducto del Magreb en sentido contrario al habitual (se puede hacer con una pequeña inversión). Lo cual ha desatado la ira de Argelia, como contó OKDIARIO, que cerró la conexión con Marruecos precisamente para evitar que su vecino se aproveche de su gas. Ahora lo va a mandar a España para que nosotros se lo reenviemos a Marruecos. Un despropósito.

Albares intenta arreglar el desaguisado

Por fortuna, el ministro de Asuntos Exteriores -de los pocos que se salvan en nuestro Gobierno- sí tiene visión geoestratégica y pretende aprovechar la oportunidad histórica actual. José Manuel Albares está intentando convencer a Pedro Sánchez de que ignore las chorradas de su compañera en el Consejo de Ministros. No es la primera vez que choca con ella: de hecho, Ribera fue a Argelia una semana después de que viajara Albares -ante el asombro del Gobierno de ese país- para pedirles lo mismo, garantizar que el gas que no llega por Marruecos vendrá por barco a España.

Y parece que el presidente ha tenido un ataque de lucidez, por una vez y sin que sirva de precedente, y está dispuesto a apoyar al de Asuntos Exteriores. De hecho, ha obligado a la propia Ribera a decir que «acelerar las interconexiones es clave». Un paso en la buena dirección, aunque no cantemos victoria, que éstos son menos fiables que los que se decían «amigos» de Casado en el PP.

Además, es probable que esta marcha atrás del Gobierno llegue tarde. Italia, cuya diplomacia da sopas con honda a la nuestra, ya nos ha adelantado por la derecha y negocia con Argelia para convertirse en la puerta de entrada del gas de ese país a Europa, ya que ellos también tienen un gasoducto desde el país magrebí. Y Argelia prefiere hablar con Italia antes que con nosotros después del patinazo de Marruecos. Qué raro, ¿verdad?