Giro de 180º en las vacaciones: el experto en economía Gonzalo Bernardos revela lo que nadie te cuenta
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Con el verano ya en marcha y las temperaturas rozando máximos, muchos se preparan para lo que tradicionalmente ha sido el momento de desconexión, playa y descanso. Sin embargo, para muchas personas, la planificación de las vacaciones viene acompañada de una pregunta incómoda pero cada vez más habitual: ¿me puedo permitir irme de vacaciones? Para muchos, la respuesta no es sencilla. Los precios han subido por todos lados, y la ilusión por escaparse unos días se mezcla con la preocupación por la cuenta bancaria.
En este contexto, el economista Gonzalo Bernardos ha hecho unas declaraciones sobre las vacaciones, que seguro que dejará a más de uno sorprendido. Lejos de alimentar discursos de autoayuda financiera o justificar los gastos por el “derecho al descanso”, Bernardos ha lanzado un mensaje mucho más directo : si para irte de vacaciones tienes que endeudarte, lo más responsable es no irte. Sus palabras, compartidas recientemente en el programa Más Vale Tarde, ponen sobre la mesa una realidad que muchos prefieren ignorar: irse de vacaciones no es un derecho, es un lujo. Y como todo lujo, no puede ir por delante de la estabilidad económica.
Este giro de 180 grados en el discurso habitual sobre las vacaciones de Gonzalo Bernardos, no ha pasado desapercibido y da que pensar. ¿Qué pasa si en lugar de desconectar en la costa, hay que pasar el verano en casa? ¿Estamos preparados para renunciar a los viajes si no podemos pagarlos? La reflexión que propone este famoso economista no es cómoda, pero tal vez, de alguna manera, sea necesaria.
Gonzalo Bernardos revela lo que nadie te cuenta sobre las vacaciones
Uno de los principales detonantes de esta advertencia de Gonzalo Bernardos sobre las vacaciones tiene nombre propio: los precios. El coste medio del alquiler vacacional se ha disparado este año hasta superar los 1.270 euros por semana, según datos del portal Fotocasa. Esto representa un 17% más que en 2024 y, si miramos con perspectiva, un 40% más que en 2020. Este encarecimiento, sumado al alza en los precios del transporte, la restauración y otros gastos propios del verano, ha llevado a muchas familias a hacer cuentas y a descubrir que no llegan.
Por ello, la tentación de recurrir a un préstamo personal para poder disfrutar de unos días fuera es real. Pero, como advierte Bernardos, es también una trampa peligrosa. “Un préstamo se toma para un aspecto esencial, pero por un gusto no”, ha señalado. Es decir, endeudarse para arreglar el coche, afrontar un gasto médico o hacer frente a un imprevisto vital tiene sentido. Endeudarse para pasar una semana en la playa, no.
El consumo y el nivel de vida
Bernardos apunta también a un fenómeno que va más allá del verano y que afecta a cómo muchas personas entienden su economía cotidiana. «Todos conocemos a personas que se ganan bien la vida, pero que no llegan a fin de mes», afirma. ¿La razón? Un estilo de vida inflado, basado en el consumo como vía de pertenencia o satisfacción. El problema no es tanto lo que se gana, sino lo que se gasta. Y ahí es donde entran esas vacaciones «imprescindibles», esas cenas semanales en restaurantes caros, o esos viajes exóticos cada semestre.
En el fondo, lo que el economista denuncia es una forma de autoengaño financiero. No vivimos según lo que podemos, sino según lo que creemos que debemos. Por eso, antes de lanzarse a reservar hoteles, vuelos o apartamentos en la costa, Bernardos sugiere algo muy poco glamuroso pero esencial: mirar las cuentas, ser sinceros con la situación económica y no confundir deseos con necesidades.
En resúmen ser algo más realistas. Bernardos explica además el modo en cómo enfocamos hoy en día el consumo. «Los jóvenes de los años 80 y 90 solo conocíamos el pueblo al que íbamos en verano. Allí se gastaba menos porque los precios eran más bajos», añade que en aquellas décadas «se vivía con más austeridad», y con ello, «La familia, en lugar de gastar más, gastaba menos».
No hay que renunciar a las vacaciones, sólo replantearse cómo hacerlas
El mensaje no es que el descanso no importe. Lo que Bernardos pone sobre la mesa con su reflexión, es que el descanso no tiene por qué ir de la mano de gastos que comprometan la economía familiar. Existen muchas formas de desconectar sin cruzar media España o hipotecar la tarjeta de crédito. Desde disfrutar de planes gratuitos en tu propia ciudad hasta pasar unos días en casa de familiares o amigos, la clave está en cambiar el enfoque: no se trata de aparentar, sino de cuidar de uno mismo sin comprometer el futuro.
Además, esta situación abre una conversación más amplia sobre el modelo turístico actual, que parece haber excluido a una parte de la población. ¿Qué pasa cuando el turismo se vuelve inaccesible para la mayoría? ¿Qué tipo de descanso puede permitirse quien no tiene miles de euros para gastar en una semana? Tal vez ha llegado el momento de repensar el concepto de vacaciones más allá del consumo, e intentar disfrutar de ellas con una visión más realista, y dentro de nuestras posibilidades.