Economía
MÁS DE 25.000 EUROS

Cada español destina un año completo de su salario a pagar deuda pública

La deuda pública a nivel mundial cada vez es mayor. En la eurozona, la deuda de los gobiernos alcanzó en el último trimestre de 2016 el 110% del PIB y la de Estados Unidos tocó un nuevo máximo histórico de 18,3 millones de euros, el 102% del PIB. La deuda soberana española supone que cada habitante tenga que pagar a lo largo de su vida más de 25.000 euros para saldarla.

En junio de 2015, el conocido inversor Bill Gross avisó de que el mercado de deuda explotaría «como una supernova». El gurú de la renta fija atacó en su último informe a los bancos centrales por sus políticas monetarias expansivas: “Nuestros mercados financieros se han convertido en un casino como los de Las Vegas, Macao o Monte Carlo».

Gross siempre se ha mostrado implacable contra las políticas actuales de los bancos centrales, las cuales considera insostenibles. El inversor asegura que estos organismos están «confundiendo y distorsionando» los mercados globales sin lograr los resultados esperados. Con estas declaraciones, Gross alerta de lo que se está gestando: una burbuja de deuda soberana que cuando pinche provocará una nueva recesión.

En España, la deuda pública ha pasado de ser del 35% del PIB en 2007 a alcanzar los niveles actuales, cercanos al 100%. Eso significa que cada español debe más de 25.000 euros a causa del despilfarro público llevado a cabo por el poder político, según datos de How Much recogidos por el World Economic Forum. De este modo, teniendo en cuenta que el salario medio en España se situó en algo más de 26.000 euros en 2015, cada español trabaja durante un año a lo largo de su vida para pagar la deuda pública.

Aun así, España no es de los países que peor está. Japón ocupa el trono de los países con mayor deuda soberana por habitante, y es que cada nipón debe más de 80.000 euros. En segunda posición de este poco respetable podio se sitúa Irlanda, que ha contraído una deuda pública de casi 63.000 euros por persona. Y en tercer lugar se sitúa Singapur, cuyo Gobierno ha generado una deuda de 52.500 euros a cada uno de sus habitantes.

Hoy, esta burbuja de deuda soberana generada por los bancos centrales es más grande de lo que lo fueron en su día tanto la burbuja tecnológico de las puntocom como la inmobiliaria de 2007. La primera, llevó a la quiebra a multitud de compañías que se apoyaban en la irrupción de internet, como las gigantes Enron y WorldCom. Uno de los gráficos que mejor representan esa distorsión en el mercado es el que relaciona el precio de la vivienda en Estados Unidos con el del PIB de dicho país.

Fuente: Bloomberg. (Pinchar en la imagen para ampliar)

La burbuja inmobiliaria comenzó a gestarse cuando la Reserva Federal decidió bajar los tipos de interés en Estados Unidos hasta el 1%. Lo que el supervisor monetario norteamericano provocó con esa manipulación del precio del dinero fue que se que se realizasen muchas más inversiones de las que el ahorro podía respaldar realmente. El problema es que la distorsión generada provocó que se llevasen a cabo inversiones ineficientes, en este caso inmobiliaria, y todo explotase en 2007

A pesar de los efectos negativos que las recesiones producen en la sociedad, algunos economistas keynesianos piden repetir las mismas recetas que las provocan. Es el caso del premio nobel de Economía Paul Krugman, que en un artículo en The New York Times pidió a la Reserva Federal que crease una nueva burbuja para estimular la economía: «Para combatir la recesión es necesario que la Fed responda con contundencia; hay que incrementar el gasto familiar para compensar la languideciente inversión empresarial. Y para hacerlo Alan Greenspan tiene que crear una burbuja inmobiliaria con la que reemplazar la burbuja del Nasdaq».

No sólo eso, sino que en 2011 Krugman aseguró que una invasión extraterrestre sacaría de la recesión a Estados Unidos. La idea del premio nobel es que todos los sectores productivos centrarían sus esfuerzos en trabajar y olvidarían la crisis, de modo que se conseguiría un estímulo económico. No parece una solución muy convincente, pero mientras esperamos a los aliens los bancos centrales siguen imprimiendo dinero y los gobiernos endeudándose.