Economía
Transición ecológica

España ya tiene exceso de energía renovable, pero el Gobierno pretende duplicarla en 2030

  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

El Gobierno presentó la semana pasada el nuevo PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) que pretende aproximadamente duplicar la capacidad instalada de energías renovables de aquí a 2030. Pero eso va a generar un enorme problema, puesto que ya hay un exceso de capacidad renovable en España que el sistema eléctrico no puede absorber: de hecho, el año pasado sólo se utilizó el 68,7% de la capacidad de producción fotovoltaica y el 59,6% de la eólica.

Es decir, lo que habría que hacer es reducir esa capacidad o, al menos, no incrementarla. Lo contrario acabará con el mercado libre de la electricidad y obligará a conceder enormes subvenciones a estas instalaciones, según los expertos consultados por OKDIARIO.

Para entenderlo, debemos partir del fuerte incremento de la capacidad instalada en los últimos años que se aprecia en la primera tabla adjunta. En especial, la solar, porque es más barata y hay estudios históricos de las horas de sol en cada zona (no así del viento). Se han invertido unos 15.000 millones de euros, con los que la generación renovable ha pasado de suponer el 29% del total de potencia instalada en 2018 al 42% en la media de 2022 (incluyendo sólo solar y eólica; hay otras renovables, pero suponen porcentajes muy pequeños). El nuevo plan de Teresa Ribera pretende incrementar ese porcentaje hasta el 81% nada menos en 2030.

Ahora, hay que ver la electricidad que se puede generar teóricamente con esa potencia instalada. Para ello, tomamos las horas que estas tecnologías han entrado en las subastas diarias del sistema eléctrico (como aproximación a la generación real) y las multiplicamos por dicha potencia. El resultado se recoge en las tablas siguientes:

Es decir, en 2022 tenemos unas instalaciones fotovoltaicas capaces de producir 40.612 GWh (gigawatios/hora) al año, unos parques eólicos con capacidad para generar 102.660 GWh y un pequeño aporte de la solar térmica de 9.216 GWh (esta tecnología lleva años estancada). Pero la realidad es que en ninguno de los últimos años se ha podido utilizar, ni de lejos, el 100% de esa generación máxima teórica. Es más, en los últimos años ese porcentaje se ha reducido, como se aprecia en esta tabla que compara la producción real con la teórica:

Como se puede ver, la generación real de la fotovoltaica fue del 68,7% de la capacidad teórica frente al 71,4% de 2018. Lo mismo ocurre con la eólica: el año pasado se utilizó un 59,6% de su capacidad frente al 60,9% de hace cuatro años. Eso significa que la capacidad instalada ha crecido a un ritmo más rápido del que puede absorber el sistema (que gestiona Red Eléctrica). Y eso que, según los expertos, se ha avanzado en la electrónica del sistema para facilitar la integración de las renovables, pero ya no da más de sí.

¿Por qué?

¿Por qué no se puede utilizar el 100% de la capacidad renovable? Seguramente, recuerden un vídeo que se hizo viral de un aerogenerador que tuvo que pararse por orden de Red Eléctrica, que abonó las teorías de la conspiración de que se hacía para que entrara el gas y subiera el recibo de la luz. Aunque la presidenta de Red Eléctrica, la exministra socialista Beatriz Corredor, no sabe nada de electricidad, el operador del sistema sí sabe lo que hace.

Objetivos imposibles

Por eso, REE corta muchas veces la producción renovable, sobre todo los fines de semana porque la subasta suelen ganarla estas tecnologías, pero, cuando van a ejecutarlo en la práctica, hay inestabilidad en la red y no se puede integrar. Se han dado casos de corte de la fotovoltaica con un sol de justicia. Lo mismo de la eólica en días de viento, como en el citado vídeo.

En consecuencia, si se sigue aumentado la capacidad instalada de renovables, cada vez sobrará más y se utilizará un porcentaje menor de la misma. Eso pude tener consecuencias desastrosas, como acabar con el mercado libre: habrá una enorme oferta y con coste marginal cero porque todos los proveedores van a tirar los precios; de ese modo, sólo ganará dinero el que pueda aprovechar los días en que haya poco viento o sol. Por tanto, todo tendría que pasar al mercado regulado, algo que Europa no permite. Otra consecuencia inevitable es que, si las nuevas instalaciones son ruinosas por ese exceso de capacidad, habrá que subvencionarlas con dinero público para que no quiebren.

España llena de placas

Habría dos posibilidades para evitar este desastre. Una es exportar la energía renovable que nos sobra a Francia y al resto de Europa. Pero los demás países quieren proteger a sus productores nacionales y por eso no quieren aumentar las interconexiones con España. Otra sería crear enormes almacenamientos donde guardar ese exceso de producción, algo que no es posible ni va a serlo durante bastantes años.

Por último, los objetivos de Ribera -que priman sobre todo la fotovoltaica- implican forrar medio país de placas solares, ya que la densidad por superficie bajísima (hace falta mucho terreno cubierto de placas para generar una producción eléctrica apreciable), algo que sería un disparate. «Se nos ha vendido que la renovable es una energía barata e infinita, y no lo es. El mantra es que cada vez hay que instalar más, pero no hay capacidad para absorberla», concluye uno de los expertos consultados.