Economía

Embassy potenciará su tienda ‘online’ tras el cierre definitivo del mítico salón de té de Castellana

La convivencia ‘viejoven’, si me permiten la expresión, ha sido imposible en Embassy y ésta no ha tenido más remedio que echar el cierre definitivamente a su establecimiento del Paseo de la Castellana. La dirección ha intentado rejuvenecer el modelo de negocio, sin embargo, los esfuerzos han sido inútiles. Adriana Rivera, directora del salón de té nacido en los años 30, reconoce a OKDIARIO que la decisión de cerrar el mítico lugar ha sido “tremenda y muy dura” y confiesa tener “una pena terrible, he llorado muchos días tras la decisión porque he nacido aquí”.

A principios del mes de marzo saltaba la noticia: el mítico salón de Embassy en Castellana iba a cerrar a finales de mes. Y así ha sido, no ha habido sorpresas, el 24 de marzo echó la llave definitivamente. “¿Dónde van a ir ahora las señoras bien de Madrid?”, se escuchaba en los corrillos más castizos.

Es más, el 15 de marzo se organizó ‘una protesta’ contra el cierre liderada por las señoras fetén de toda la vida, los modernos y los intelectuales españoles. Pero allí no había ni pancartas ni caceroladas ni vulgares cánticos. En Embassy todo se hace con clase, incluso las quejas.

Complicada convivencia entre generaciones

Los parroquianos allí presentes cambiaron los silbatos y los megáfonos por cócteles de champagne y cucharillas de postre para meterle mano al famoso pastel de limón. ¿Qué mejor manera de salvar Embassy que consumiendo sus productos estrella? Haciendo gasto, como se suele decir.

Sin embargo, ha sido precisamente la convivencia (o más bien la no convivencia) entre generaciones la que se ha encargado de poner punto y final al local inaugurado por Margarita Kearney Taylor en 1931 y regentado por la familia Rivera Sarmiento. Desde que tomaron las riendas no han dejado de diversificar la actividad, ya no solo valía con los tés, cafés, deliciosos emparedados y fabulosas tartas. Había que avanzar con los tiempos y añadir salvia nueva.

La directora señala que el modelo de negocio de la hostelería en Embassy llevaba muchos años atravesando una crisis. “Ha sido muy complicado rejuvenecer el modelo, es más, no hemos logrado cambiarlo y los clientes tampoco lo permiten”, aclara.

Añade, con mucho tino, que los tiempos han cambiado, “poca gente tiene tiempo ahora de ir a merendar, por eso el servicio también ha cambiado”. No obstante, a pesar de los cambios sociológicos que traen los nuevos tiempos, Rivera no elude su responsabilidad: “La culpa la tenemos nosotros, no hemos sabido evolucionar”.

Rivera: «Los números no se sostenían»

La directora de Embassy explica, no sin tristeza, que la decisión que se tomado ha sido «puramente económica». Sencillamente el negocio de la hostelería no se sostenía y, ya sabemos, los números son tozudos. Los locales, tal como han explicado fuentes de la empresa, están en régimen de alquiler. Otra puntilla más para las cuentas del salón, la zona de Castellana es una de las más caras y nobles de toda la capital.

Rivera relata que tomar la determinación de cerrar el salón de té “ha sido tremenda, he llorado muchos días tras hacerlo”. Además, me explica: “Date cuenta que yo he nacido aquí, mi madre estaba embarazada de mí cuando venía a Embassy y ahora dejamos clientes que conozco hace 40 años”. Por ejemplo, y para muestra un botón, el obrador que aún está en activo entró a trabajar allí con 14 años. “Queremos pensar”, declara Rivera con una mezcla de sonrisa y tristeza, “que la gente está tantos años con nosotros porque les tratamos bien”.

Al principio se hablaba de un total de 60 empleados afectados, sin embargo, finalmente solo serán 41. “Hemos intentado quedarnos con el mayor número de trabajadores posible”, explican a OKDIARIO. La parte de la plantilla de Castellana que se queda ha sido reubicada en los otros establecimientos que Embassy posee en Madrid.

Potenciar la venta on line y el servicio de catering

Además del local tradicional de Castellana, Embassy cuenta con una cafetería en Aravaca, en La Moraleja (Alcobendas) y otro en el distrito de Chamartín (Calle Potosí). Rivera explica que ahora están poniendo todos sus esfuerzos en potenciar la tienda on line para que los pedidos lleguen el mismo día y no en 24 horas, así como fortaleces el servicio de catering. “Nos da pena despedirnos de Castellana, pero queremos seguir atendiendo a todos nuestros clientes en los otros tres locales que Embassy tiene”, aclara la directora.

Rivera sostiene que desde siempre ha puesto todas las ilusiones en el negocio, “pero los números ya no se sostenían”, apunta. Actualmente Embassy trabaja con plataformas de servicio a domicilio como Glovo o Lola Market, aunque la directora explica que potenciarán más su propia distribución porque “son productos muy delicados”.

Lugar clave en la Segunda Guerra Mundial

Salón de té Embassy en el Paseo de la Castellana Foto: Embassy

Fue un lugar absolutamente clave durante la II Guerra Mundial por su ubicación, toda la zona está rodeada de embajadas (de ahí su nombre) y muchos judíos que venían de Europa se refugiaban en la parte inferior del local para llegar a Portugal y de ahí a América. Varios libros han usado su escenario para contar historias, como fue el caso del best seller de María Dueñas, El tiempo entre costuras.

Ha sido el lugar favorito de políticos, empresarios, artistas y miembros de la Casa Real de España. De hecho, cada quince días, el salón de té manda a Zarzuela chocolate para el Rey Emérito Don Juan Carlos y emparedados de berros para Doña Sofía. También era usual ver desayunando durante media hora al presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo. 

El salón de té fue creado, como decíamos, por Margarita Kearney Taylor, una irlandesa emprendedora que creó un lugar de reunión para mujeres, en aquel entonces solo había cafeterías y tascas. Aún en vida de la propietaria el salón de Castellana pasó a manos de la familia Rivera Sarmiento. De hecho, María Teresa Sarmiento llegó a trabajar junto a Margarita a la que ha definido como una mujer “elegante, inteligente, culta y con un carácter complicado».

Margarita murió en los años 80, pero su preocupación era que su negocio terminase. «Había sido toda su vida con todas alegrías y penas, ella tenía miedo de que se lo quedase el banco, por ejemplo. Su alegría es que hubiera una continuación, para ella fue maravilloso ver que Embassy seguía adelante», me explicaba Sarmiento.