Economía
EL PIB se frena

La economía se nubla sin que los líderes mundiales tengan recetas para evitar el frenazo

El FMI y el BCE han reconocido esta semana que el frenazo económico es mayor de lo esperado. Un panorama que ha sido acogido con pesimismo por los Gobiernos y líderes empresariales que se han reunido en Davos, pero contra el que nadie ha presentado ninguna propuesta.

En 2009, antes de que España se precipitara al abismo de la crisis financiera que forzó el rescate de Bankia en 2012, el FMI dio por acabada la recesión mundial. Nueve años después, el pesimismo se ha apoderado del organismo, que anticipa una desaceleración de la economía global en lo que podría ser la antesala de una nueva recesión, de menor intensidad que la anterior, pero inevitable si no se pone remedio al frenazo del PIB.

Ese cambio de ciclo llega a España en un momento en el que su economía crece por encima de la media de la Eurozona (algo que en parte se explica por su tardía salida de la crisis), pero cuando los españoles todavía no han sido capaces de digerir la bonanza. Y se produce, además, sin que las economías mundiales hayan podido hacer frente a una ingente deuda que representa nada menos que el 225% del PIB mundial, esto es, más de 164 billones de euros (dato que incluye deuda pública y privada).

La deuda global supera los 164 billones de euros, cifra que representa el 225% del PIB mundial

Esa amenaza económica ha estado muy presente en el Foro Económico Mundial que se ha celebrado esta semana en Davos. Al pesimismo de los líderes del mundo de la empresa y la política reunidos en la nevada ciudad suiza se suma su preocupante falta de propuestas para hacer frente a esa desaceleración económica. Una combinación de desmoralización e incapacidad que también ha estado latente en la rueda de prensa que Mario Draghi celebró el pasado jueves en la sede del Banco Central Europeo (BCE) para dar cuenta de su política monetaria para 2019.

La escasa munición del BCE

El freno de la economía de la Eurozona -mayor de lo esperado- ha forzado a Fráncfort a modular su discurso. Como muchos ya anticipaban, esta semana ha quedado claro que es más que posible que los tipos de interés permanezcan en mínimos históricos hasta el próximo año e incluso, no se descarta que sea necesario retomar la política de nuevos estímulos. Sin embargo, a nadie se le escapa que la munición de Draghi -que además, abandonará la presidencia del BCE el próximo otoño- es menor de lo deseable. El balance del BCE alcanza los 4,6 billones de euros, lo que coarta la libertad de la institución monetaria de seguir animando la economía sin que la política sea capaz de poner en marcha las reformas estructurales necesarias para animar el crecimiento.

Un crecimiento que el FMI lleva años calificando de «mediocre» y que exige un cambio de modelo. Algo que también se ha puesto de manifiesto en Davos,  donde se ha puesto sobre la mesa que el calentamiento global obliga a apostar por un nuevo modelo económico, que ningún líder se atreve a esbozar.

El balance del BCE alcanza ya los 4,6 billones de euros, lo que limita su munición en caso de una nueva crisis

Precisamente en ese foro, Lagarde revisó a la baja sus previsiones de crecimiento mundial y recortó en dos décimas el crecimiento esperado para este año en el mundo, hasta el 3,5%. En el caso de Europa, el FMI constató el frenazo al recortar en tres décimas, hasta el 1,6%, el avance del PIB esperado para este año.

Un escenario que podría empeorar si las múltiples incertidumbres geopolíticas -el ‘Brexit duro’, la guerra comercial, o el empeoramiento de la crisis de Venezuela- tienen su peor desenlace.

Con todos estos factores sobre la mesa, también esta semana el BCE ha publicado su encuesta trimestral a expertos con unas conclusiones pesimistas. En ella se rebajan las perspectivas de inflación, hasta el 1,5% este año, y se augura un menor crecimiento del previsto para la zona euro hasta 2023.