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Fórmula 1

Pérez salva el orgullo de Red Bull y Sainz vuelve al podio

El Mundial de Fórmula 1 vivirá como mínimo un capítulo más de supuesta emoción. Sergio Pérez ha salvado el orgullo de Red Bull al apuntarse la victoria en el Gran Premio de Singapur por delante de los Ferrari de Charles Leclerc y Carlos Sainz, que suma su octavo podio de la temporada. Mal día de Max Versatappen, séptimo, y naufragio absoluto de Alpine, con sus dos coches averiados y retirados antes de tiempo.

El día empezó con un homenaje a Fernando Alonso por sus 350 grandes premios en la Fórmula 1, cifra que nadie más ha alcanzado en más de 70 años de historia. La alegría del asturiano volvió a mutar en tristeza cuando su Alpine le dejó tirado por segunda carrera consecutiva. Lo hizo en la vuelta 21, cuando rodaba sexto aguantando los embistes Verstappen. Poco después también le ocurriría lo mismo a su compañero de equipo, Esteban Ocon. Catastrophe totale de la escudería gala.

La salida volvió a resultar decepcionante para Leclerc, que partía desde la ‘pole’ y se vio adelantado por Pérez, quien ya nunca abandonó el mando de la prueba. Por detrás, Sainz hacía lo propio merendándose a Hamilton, que se quejó por radio del comportamiento del español. Sigan, sigan. Aún más atrás, Verstappen abría su día más aciago perdiendo cuatro posiciones tras una salida sorprendentemente mala por su parte.

Al final cantaron bingo en la vuelta 36, concretamente lo hizo Tsunoda, que estrelló su Alpha Tauri y provocó la salida del coche de seguridad. Coincidió con el momento en el que los pilotos empezaban a entrar a cambiar neumáticos, cocinando un posible caos que no llegó a estallar. Todo siguió igual, solo que con todos los coches mucho más apretados.

Enseguida se puso en marcha una cuenta atrás de media hora para finalizar la carrera en cumplimiento del reglamento, un sprint final donde Pérez y Leclerc iban a luchar por la victoria, ya que Sainz se descolgaba de la pelea y centraba sus esfuerzos en proteger la tercera posición de los ataques de su buen amigo Lando Norris. Muy lejos, Verstappen seguía con su via crucis particular y la misión de rascar algún punto.