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Mundial 2018 Rusia: España – Irán

¡Qué manera de sufrir!

  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Hay gente que disfruta el Mundial y gente que lo sufre. Los españoles somos de los segundos. Por lo menos ante Irán, que primero nos desesperó cuando jugó a defenderse y después nos los puso de corbata cuando el guión del partido le pidió atacar. Sólo un gol de carambola de Diego Costa permitió a España saltar el muro iraní. Fue una victoria pírrica y trabajada, de esas que te quitan años de vida si estás delante del televisor. Y enfrente estaba Irán, así que mejor no pensar en lo que nos queda por delante.

Retocaba Hierro el equipo como Elsa Pataki ante el espejo: con poquita cosa, porque no hacía falta mucho más. Entraba Carvajal por Nacho en el lateral derecho y Lucas Vázquez por Koke en el centro del campo porque la anchura da profundidad. El duelo apuntaba a monólogo de España con Irán encerrada en su campo igual que un adolescente enfurruñado en su cuarto.

Y así fue desde el saque de centro. Los de Queiroz eran cuervos protegiendo El Muro ante los caminantes blancos españoles. Habría que ser pacientes y constantes para encontrar alguna rendija en la celosía de la defensa persa. La pelota era de España y la primera ocasión, fruto del ímpetu innecesario de Carvajal, fue para Irán después de una falta lateral que despejó de cabeza Piqué.

Fue un oasis en el desierto de juego iraní. El partido era un monólogo de España, pero era el monólogo de un tartamudo, porque no cogíamos el hilo. Nuestro ritmo era cadencioso y repetitivo, como Rajoy haciendo ese pseudofooting. A la (falta de) velocidad que imprimían Silva e Iniesta, aún podrían haber salido a jugar perfectamente Xavi y Xabi Alonso. Aunque fuera al paso, La Roja cocinaba el gol a baja temperatura, como les gusta a los cocineros modernos.

Nos íbamos aproximando al área de Irán, pero en 23 minutos no habíamos tenido una ocasión que llevarnos a la boca. Hubo que esperar al filo de la media hora para que Isco se sacara un par de pases imposibles de la chistera. Uno de ellos no sale ni en la play y el segundo, que acabó en los pies de Iniesta provocó un intento de chilena de Silva que se marchó arriba.

España se desespera

Consumíanse los minutos mientras España se embelesaba en su toque e Irán en su defensa numantina. El VAR volvió a aliarse con Diego Costa –igual que en su gol ilegal a Portugal– al perdonarle una posible expulsión por pisar sin balón al portero iraní. La selección ya estaba oficialmente desesperada al filo del descanso.

Rozamos el 1-0 en un tiro de Silva desde la frontal –el único desde fuera del área en toda la primera parte– pero uno de los 150.000 iraníes que había en la frontal del área se cruzó entre la pelota y la portería. Así que nos fuimos al descanso protestando al árbitro como si no hubiera un mañana, pero con un desesperante 0-0 en el marcador.

Arrancó la reanudación con el mismo guión. Atacaba (despacio) España y se defendía (ordenadamente) Irán. Al batido de desesperación le añadíamos un par de gotitas de impotencia. Piqué rozó el gol en un córner y también Busquets en un disparo lejano que despejó, de aquella manera y en dos tiempos, el meta Beiranvand.

Entonces emergió Isco. Leyó bien el entramado iraní, cayó a banda, esquivó rivales y tarascadas y empezó a agitar la varita. Aceleró España, pero nos llevamos un susto de muerte con una volea de Ansarifard que, a fuer de ser sinceros, les juro que la vi dentro. No fue así y se cumplió la ley del fútbol. España encontró el gol en la jugada más embarullada del partido.

Bendito gol feo, bendito VAR

Iniesta asistió a Diego Costa, que se giró en el área. Entonces un defensor de Irán, que responde al nombre de Rezaeian hizo una suerte de despeje-autogol que, tras tocar en la rodilla de Costa, acabó dentro de la meta iraní. Fue un gol feo e incomprensible como la web de un ministerio. Pero valía.

El gol no trastocó lo planes de Queiroz ni de Irán, pero se estiraron un poco. Llegó entonces la actuación estelar del VAR, que anuló un gol que nos habían marcado los iraníes de la única forma posible: a balón parado. España sobrevivió al susto y retomó el mando del partido. Otro par de barullos en el área no acabaron en 2-0.

Hierro decidió quitar a Iniesta y que España jugara con once. Al partido le quedaban 20 minutos y una inquietante incertidumbre porque Irán estaba compitiendo con mucha dignidad. Sólo la imaginación y la ubicuidad de Isco nos permitían asomarnos a las murallas iraníes. Que nos dieron otro susto en el 75 después de un balón cruzado que no atacó bien De Gea y al que (por suerte) no llegó Jahanbakhsh.

Tuvo otra Irán en el 82, cuando España estaba en plena torrija. La suerte nos volvió a sonreír en el cabezazo de Taremi que se marchó alto. Fue la última de los iraníes, que vendieron cara su derrota y nos hicieron pasar las de Caín. Porque para ganar un Mundial hay que saber disfrutar pero también sufrir. Y ante Irán nos tocó sufrir. Un huevo, además.