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RAMÓN TENÍA RAZÓN

Laporta vuelve a incumplir otra promesa

La realidad es inapelable y da buena cuenta de cualquier tipo de relato que aspire a combatirla temporalmente: a 15 de agosto de 2024 y, por tanto, a dos días de comenzar la liga en Mestalla, el Barcelona tiene sin inscribir a Íñigo Martínez, Vitor Roque, Héctor Font y sus únicos fichajes Pau Víctor y Dani Olmo. Desconozco si el conjunto culé logrará finalmente contar con alguno de estos jugadores, pero hoy ya sabemos que Laporta ha vuelto a incumplir otra promesa. El máximo mandatario culé prometió que el Barça operaría con normalidad en el presente mercado y que podría asumir fichajes como el de Nico Williams. A 15 de agosto esto ya se ha demostrado como irreal y probablemente ha imposibilitado que una oportunidad como Nico Williams haya recalado en Barcelona.

Otra verdad indiscutible es que tras recibir una pésima herencia, Laporta vendió activos del club por 800 millones de euros. 18 meses después, el Barcelona ha pasado de tener un límite salarial de 650 millones a poco más de 200 y ahí culpar sólo a Bartomeu empieza a parecer algo peor que una broma pesada. A estas alturas, Laporta ha sido incapaz de resolver el pufo de Barça Studios, ya no cuenta con el 25% de los derechos de televisión y ha judicializado con derrota un acuerdo con Nike que ahora necesita renovar para poder volver a pegar una patada hacia adelante.

Muchos culés identifican a Laporta a una época dorada del Barça. El Barça de Messi y Guardiola ganó mucho y dejó un juego para el recuerdo, pero aquel Laporta no enseñó, ni siquiera fichó, a Messi y Guardiola no fue su primera opción para el banquillo. No se trata de quitarle mérito, sólo recordar que el azar también interviene. Sin embargo, la gestión económica e institucional suele ser más previsible. El Laporta del pasado supo rodearse bien. El Laporta del presente se ha quedado muy sólo y sólo le acompañan familiares y amigos que en algunos casos atesoran poca experiencia.

Queda saber si Laporta podrá darle la vuelta a la situación o si el culé medio deja de medirle por el recuerdo de un pasado mucho mejor. Abrazar maniquís o desplegar pancartas es divertido cuando las cosas van bien, pero cuando tu fichaje estrella ve retrasada su renovación, las risas cambian de barrio y se trasladan a unos rivales que aún no asimilan la degradación de un club tan gigante.