Las peores máquinas de tortura utilizadas en la Edad Media
Políticos y religiosos también realizaban estas terribles prácticas
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Antiguamente, las penas y castigos se caracterizaban por su violencia, crueldad e irracionalidad. Para que el resultado fuera lo más eficaz y rápido posible, crearon las peores máquinas de tortura que puedas imaginar, muy habituales en la Edad Media. Estas aterradoras prácticas se empleaban para obligar a los acusados a confesar un crimen. O simplemente para castigarles tras el delito cometido. Ahora son un recuerdo más de la atrocidad que el ser humano llevó a cabo en el pasado. A continuación, las máquinas de tortura más espantosas.
El aplastacabezas
Como su propio nombre indica, esta herramienta destrozaba literalmente el cráneo de sus víctimas. Primero se rompía la zona de la mandíbula, para después terminar por la cabeza. El cerebro era expulsado hacia el exterior a través de las cuencas de los ojos. Un método macabro y desagradable donde los haya.
La araña de hierro
Este horrible instrumento tenía como finalidad arrancar por completo los senos de la mujer. Atada en un poste de madera, se le colocaban dos pinzas de metal sobre los pezones. Después, el torturador tiraba con fuerza hasta alcanzar su objetivo. Este método deja en evidencia el desprecio que en la Edad Media se tenía por el género femenino.
Cabeza de asno
Esta técnica solo se utilizaba para castigar los delitos menores y siempre se realizaba en un lugar público. Así los ciudadanos podían participar en la humillación del reo. La cabeza del asno era un máscara con púas afiladas y hojas cortantes que mutilaban la lengua del supuesto criminal.
Las uñas de gato
Esta máquina de tortura arrancaba la piel con unas enormes y afiladas garras de hierro. Muchas veces, estos garfios terminaban por atravesar la carne hasta llegar al mismísimo hueso. La mayoría de personas morían desangradas o tras desmayarse a causa del terrible dolor.
Toro de Falaris
Una de las herramientas más populares de la época era el Toro de Falaris, una enorme figura de bronce totalmente hueca. Dentro se colocaba al preso, para después introducir la máquina en una inmensa fogata. Esta se calentaba de manera inmediata, mientras la víctima moría atrapada y abrasada en su interior.
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