Las mejores citas de Steven Spielberg y de Joseph Stalin en el día de su nacimiento
Este 18 de diciembre nacieron el cineasta Steven Spielberg, el político Joseph Stalin, el actor Brad Pitt, el cantante Alejandro Sanz, o el pintor Paul Klee, entre otros. Veamos las mejores citas de los dos primeros en el día de su nacimiento.
Son reflexiones de todo tipo porque son dos personalidades distintas que han tenido mucho que decir en la vida de ambos.
Steven Spielberg
Esperar lo mejor. No habría progreso si pensamos que el vaso está medio vacío y tememos lo peor. Esa siempre ha sido mi filosofía: soy un optimista.
Los movimientos populares son muy importantes porque dan voz a los problemas, y el pueblo quiere representantes que expresa sus problemas. De hecho, América se creó a través de un movimiento popular, que venía desde abajo hacia arriba.
La gente tiene que mirar más allá de la televisión o la prensa. Y ponderar si un líder habla de corazón y lucha por sus propias creencias o se limita a transmitir las ideas de otros.
Yo estaba obcecado por la idea de ser director de cine y pensé que la única forma de conseguirlo sería entrar en el estudio. Entonces, me vestí como un ejecutivo y fingí durante tres meses.
Yo no hago historias poco convencionales, tampoco hago historias que no sean lineales, me gusta muchísimo contar historias lineales (lo llamo el storytelling lineal).
No es miedo. Es sólo anticiparme a lo desconocido, y ya saben, lo desconocido puede ser comida envenenada. Es como una ansiedad de no poder escribir sobre mi vida, como lo hago para las películas.
Puede parecer que los premios son la guinda del pastel, pero para la mayoría de nosotros la guinda es simplemente hacer el trabajo. Son frases de steven spielberg.
Cuando llega la guerra, suceden dos cosas -los beneficios aumentan muy por encima de todos los productos perecederos. Esto se convierte en un mercado para ellos.
Muchas de mis películas tratan sobre la forma en que yo deseo que fuera el mundo, y eso forma parte de mi arte, que a fin de cuentas es un arte interpretativo.
Entrevisté a los supervivientes, fui a Polonia, vi las ciudades y pasé tiempo con la gente y hablé con los judíos que habían regresado a Polonia después de la guerra y hablé acerca de por qué habían vuelto.
Todos nosotros somos cada año una persona distinta. No creo que permanezcamos siendo la misma persona toda nuestra vida.
Así que trato de volver a inventar mi propio ojo cada vez que hago frente a un nuevo sujeto. Pero es difícil, porque todo el mundo tiene estilo. No lo puedo evitar.
La gente tiene que mirar más allá de la televisión o la prensa. Y ponderar si un líder habla de corazón y lucha por sus propias creencias o se limita a transmitir las ideas de otros. Frases de steven spielberg.
¿Sabes?, yo realmente no me miro mucho dentro de mí cuando estoy trabajando en un proyecto. Todo lo que soy se convierte en lo que la película es. Pero puedo cambiar; tú cambias.
Joseph Stalin
No considero a la bomba atómica como una fuerza tan importante como ciertas personalidades piensan. La bomba atómica tiene por objeto atemorizar a los débiles, pero no puede decidir la suerte de una guerra. Ciertamente, la posesión monopolizadora de los secretos de la bomba atómica crea una amenaza, pero contra ella están dos cosas: primera, que la posesión absoluta del monopolio de la bomba atómica no puede durar mucho, y segunda, que su empleo quedará prohibido.
Yo me hice socialista en el seminario porque el género de disciplina que allí reinaba me ponía fuera de mí. Ese seminario era un nido de espionaje y de embrollos. A las nueve de la noche se nos reunía para el té y, cuando volvíamos a nuestros dormitorios, nos encontrábamos con que todos los armarios y todos nuestros objetos habían sido «visitados». Y lo mismo que todos los días registraban nuestros papeles, diariamente escrutaban nuestros espíritus. No podía soportar más aquello. Todo eso me irritaba.
Si la negativa a continuar las entregas a título de préstamo tiene por fin ejercer sobre los rusos una presión antes de conducirles a tratar sobre algún punto, sea el que sea, debo decir con toda franqueza al señor Hopkins que se puede conseguir mucho de los rusos, a condición de acercarse a ellos lealmente y sobre una base amistosa, pero que toda especie de represalia tendrá resultados contrarios.
La cultura proletaria no suprime la cultura nacional, sino que le da contenido. Y, por el contrario, la cultura nacional no suprime la cultura proletaria, sino que le da forma.
Es preciso comprender que, si una fuerza como el chovinismo gran ruso adquiere un florecimiento exuberante y se extiende, no existirá ninguna confianza por parte de los pueblos antes oprimidos, no podremos organizar ninguna colaboración dentro de una sola unión y no tendremos ninguna Unión de Repúblicas.
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