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Las frases más inspiradoras de George Washington, el primer presidente de EEUU

George Washington destaca por ser el primer presidente de los Estados Unidos entre 1789 y 1797​​​ y de ahí su gran importancia en la historia. Así queremos saber cuáles son las frases más inspiradoras de George Washington, el que fue considerado el padre de la Patria.

Washington murió en 1799 en principio por un tratamiento que se le dio para tratar la neumonía.

Las citas que no conoces de George Washington

Espero tener siempre suficiente firmeza y virtud para conservar lo que considero que es el más envidiable de todos los títulos: el carácter de hombre honrado

El gobierno no es una razón, tampoco es elocuencia, es fuerza. Opera como el fuego, es un sirviente peligroso y un amo temible; en ningún momento se debe permitir que manos irresponsables lo controlen

Siempre he considerado el matrimonio como el evento más interesante de la vida, el fundamento de la felicidad o la miseria. Son frases más inspiradoras de George Washington.

La verdadera amistad es una planta de lento desarrollo y debe experimentar y resistir los embates de la adversidad antes de tener derecho a dicha denominación.

La religión es tan necesaria para razonar como lo es la razón para la religión. El uno no puede existir sin el otro. Un ser razonador perdería su razón, al tratar de explicar los grandes fenómenos de la naturaleza, si no tuviera un Ser Supremo al que referirse; y bueno, ¿se ha dicho que si Dios no existiera, la humanidad se habría visto obligada a imaginar uno?

No hay que mirar hacia atrás a menos que sea para obtener lecciones útiles de los errores del pasado y con el propósito de aprovecharse de la experiencia que tan cara ha costado

La experiencia lograda no reduce los motivos que tengo para desconfiar de mí mismo, y creciendo cada vez más el peso de mis años estos mismos me avisan sin cesar que la sombra del retiro ha de serme tan necesaria como agradable.

No puede haber un error mayor que esperar, o calcular, sobre favores reales de una nación a otra. Es una ilusión que la experiencia debe curar, que un orgullo justo debería descartar.

La práctica necia y perversa de profanar maldiciones y juramentos es un vicio tan malo y mezquino que toda persona con sentido y carácter lo detesta y desprecia.

Si deseamos evitar el insulto, debemos ser capaces de rechazarlo; si deseamos asegurar la paz, uno de los instrumentos más poderosos de nuestra creciente prosperidad, debe saberse que estamos en todo momento preparados para la guerra.