Antonio Ferrera deleita en la Maestranza pero no consigue trofeos
El diestro extremeño Antonio Ferrera, aun sin cortar orejas, dio este sábado una gran tarde en la Maestranza de Sevilla, recreándose y deleitando al público con su gran oficio y con el poso de su toreo ante un lote de toros de El Pilar que no le facilitó mucho el lucimiento.
De cabo a rabo, la tarde fue de Antonio Ferrera. Por la plena maestría que ha alcanzado a sus ya veinte años de alternativa y que derrochó sobre el albero de la Maestranaza. Esa fue la sólida y preciada base sobre la que, como en su notable actuación de hace ocho días en este mismo ruedo con un fiero «victorino», el extremeño apoyó su recital de hoy.
Y eso que, a pesar de su nobleza, los dos toros que estoqueó no le facilitaron el lucimiento, sino que, por falta de raza o de fuerzas, necesitaron de una técnica y de un pulso sólo a la altura de toreros tan experimentados como él.
El hecho de que no cortara orejas, pues el presidente le negó la que el público le pidió en el primer turno y él mismo la perdió tras pinchar al cuarto, no pudo empañar la brillantez y la rotundidad de su despliegue de inteligencia, maestría y buen gusto durante toda la corrida.
Las claves de su primera faena, a un toro que tomó la querencia de chiqueros a las primeras de cambio, fueron la paciencia y la convicción, una para desengañar al de El Pilar y otra para seguir insistiendo hasta levantar un trasteo de impensable lucimiento pero con el que exprimió lo que sólo eran medias arrancadas sin celo.
Con todo, su gran alarde de torería llegó en el quinto turno, tanto con el toro titular como con el sobrero que le sustituyó. Y es que al que se lesionó la mano izquierda le cuajó una docena de verónicas de progresiva hondura -tanta que hicieron sonar la música- aprovechando unas embestidas con el hocico a ras de arena de un toro al que después sacó de debajo mismo del peto con unos lances afarolados de sabor añejo.
Acertó el presidente a devolver a ese buen toro, lamentablemente quebrado, pues así lo quería un público deseoso de que Ferrera redondeara su tarde. Sólo que el sobrero no tuvo ni la misma fuerza ni la misma calidad que el que finalmente tuvo que ser apuntillado.
Fue este otro ejemplar, mucho más cuajado y voluminoso que sus hermanos, un toro noble pero con unas medidas fuerzas a las que Ferrera aplicó la balsámica fórmula de la suavidad y temple.
Pausado y con reposo, con una dilatada sutileza en las muñecas, el maestro extremeño fue asentándolo sobre la arena, a base de hacerle agradable el esfuerzo de embestir a la muleta a la media altura precisa.
Gracias a ese buen trato inicial, consiguió Ferrera recrearse en una hermosa segunda parte de faena, toreando a compás, deletreando cada muletazo, yéndose con el pecho y con la cintura en cada pase de trazo limpio y fluido, incluidos los sabrosos ayudados por alto de cierre.
Pero el toro se lo puso difícil para la estocada al taparle la salida en cada uno de los tres encuentros con la espada, en los que Ferrera resultó prendido o golpeado, quedándose así sin premio tangible pero llevándose de Sevilla una clamorosa ovación de reconocimiento.
Al margen de ello, tanto Juan José Padilla como Alberto López Simón tuvieron mimbres para poder robarle el protagonismo a Ferrera, sobre todo el que lidió en primer lugar el joven madrileño, que fue, por la profundidad de sus rítmicas y entregadas embestidas, uno de los más destacados de la feria.
Simón lo dejó ver en todo momento e hizo el esfuerzo de estar a su altura, pero los muletazos, tan pulcros como cortos, no tenían la suficiente dimensión para abarcar la honda y enclasada acometida del de El Pilar.
Por su parte, Padilla les hizo dos trabajos similares, correctos y fríos, a los dos toros de su lote, ambos nobles y de dulce temperamento, aunque ninguno con la chispa necesaria y que tampoco les puso el jerezano.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de El Pilar (incluido un sobrero que sustituyó al quinto, que se partió la pata delantera izquierda en banderillas), de muy pareja presencia.
Juan José Padilla, de guinda y oro: estocada trasera tendida (ovación); estocada atravesada (palmas).
Antonio Ferrera, de grana y oro: estocada trasera caída (vuelta al ruedo tras petición de oreja); pinchazo, pinchazo hondo y estocada caída (vuelta al ruedo tras dos avisos).
López Simón, de tabaco negro y plata: tres pinchazos y estocada tendida (ovación); dos pinchazos y media estocada atravesada (silencio).
Decimotercer festejo de abono de la feria de Abril de Sevilla, con tres cuartos de entrada en los tendidos (unos 8.000 espectadores).
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