Ciencia
Universo

Los expertos lo tienen claro: el universo es una simulación y éstas son las pruebas

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

La idea de que vivimos en una simulación ha sido una constante en la ciencia ficción, con películas como «Matrix». Esta teoría sugiere que el universo, incluidas nuestras vidas, podría ser una simulación. Melvin Vopson, científico de la Universidad de Portsmouth, ha investigado esta posibilidad y publicado sus hallazgos en The Conversation. Inspirado por la obra de las Wachowski, Vopson explora la hipótesis de que el universo es un facsímil digital, y alega tener pruebas que respaldan esta teoría. Vopson propone que el universo, con todas sus galaxias, planetas y seres vivos, es una simulación informática donde las leyes físicas son simplemente algoritmos.

Según Vopson, el universo se expande sin pérdida ni ganancia de calor, manteniendo constante la entropía total. Sin embargo, la termodinámica indica que la entropía siempre aumenta, lo que implica la existencia de una entropía de la información para equilibrar este aumento. Vopson sostiene que esta segunda ley puede explicar no solo el comportamiento de la información genética, sino también las mutaciones genéticas y fenómenos de la física atómica, sugiriendo que estas mutaciones minimizan la entropía de la información del genoma. Las pruebas de que vivimos en una simulación, según Vopson, incluyen la tendencia universal hacia la minimización del contenido de información. Esta tendencia se observa desde los datos digitales y sistemas biológicos hasta las simetrías matemáticas y el universo en su conjunto, indicando una optimización y compresión de datos intrínseca necesaria para ejecutar la simulación.

La teoría de un matemático de Oxford

La noción de que el universo es una gran simulación ha intrigado a los científicos durante siglos. Este concepto, que compara el cosmos con un videojuego, plantea interrogantes fundamentales: ¿quién ha diseñado este juego?, ¿qué rol desempeñamos en él? y ¿qué ocurre cuando ganamos? Marcus Du Sautoy, matemático de la Universidad de Oxford, ha analizado estas ideas en su reciente artículo.

Ya en el siglo XVII, el matemático Gottfried Wilhelm Leibniz imaginaba el universo como un juego. Leibniz consideraba que los juegos eran esenciales para la humanidad, tanto que financió una academia en Berlín para su estudio. Según él, los juegos de la razón nos ayudan a perfeccionar el arte de pensar.

El famoso físico Richard Feynman también apoyaba esta teoría. Para él, el mundo se asemejaba a un gran juego de ajedrez jugado por los dioses, donde nosotros somos los observadores. Sin embargo, las reglas de este juego no han sido reveladas, y corresponde a los investigadores descubrirlas.

Du Sautoy sostiene que para entender el universo como un juego, primero debemos comprender cómo funcionan los juegos. Aunque definir un juego ha sido objeto de debate entre filósofos, existe consenso en que todos los juegos están regidos por reglas. Estas reglas determinan lo que se puede y no se puede hacer, similar a cómo las leyes físicas gobiernan el universo.

El teórico francés Roger Caillois, en su libro «Los juegos y los hombres: la máscara y el vértigo», identifica cinco características fundamentales de un juego: incertidumbre, improductividad, separación, imaginación y libertad. Du Sautoy aplica estos conceptos al funcionamiento del universo.

La incertidumbre es vital en los juegos, pues conocer el resultado de antemano elimina la diversión. Aunque Newton eliminó mucha de la incertidumbre del universo con sus leyes del movimiento, la física cuántica y la teoría del caos reintrodujeron esta incertidumbre en el siglo XX.

Según Caillois, un juego debe ser improductivo, es decir, no generar utilidad tangible. Du Sautoy señala que esta improductividad se refleja en la aparente falta de propósito del universo. A menos que se crea en un poder superior, el universo parece no tener una razón de ser específica, simplemente existe.

Un juego es también independiente, operando fuera del tiempo y espacio normales, con su propio comienzo y fin. El filósofo James P. Carse, en su obra «Juegos finitos e infinitos», introduce la idea de juegos infinitos cuyo objetivo es perpetuar el juego, asegurando que nunca termine.

Además, Caillois argumenta que los juegos son una forma de fantasía, creando una realidad paralela a la vida real, y requieren libertad, lo cual se conecta con nuestro libre albedrío. Así, todos participamos en el juego infinito del universo, afirma Du Sautoy.

Si aceptamos que el universo es una simulación elaborada, surge la pregunta: ¿quién diseñó este juego y qué significa ganar? Du Sautoy sugiere que alguien debió establecer las reglas e iniciar la simulación. Para ilustrarlo, recurre a «El Juego de la Vida» de John Conway, un modelo computacional de autómatas celulares que evoluciona sin intervención externa, sólo a partir de su estado inicial.

Este modelo muestra cómo un sistema complejo puede surgir de reglas simples. Si el universo es un juego, parece que hemos tenido suerte de estar en uno que equilibra simplicidad y complejidad, azar y estrategia. Incluso al descubrir las reglas del juego, el universo promete seguir siendo fascinante hasta su eventual desenlace, concluye Du Sautoy.