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7 cosas que los niños pueden aprender durante su primer verano

Disfrutar del sol, del agua, de las siestas y del olor del verano, son algunas de las cosas que los niños pueden aprender durante su primer verano.

El primer verano de los niños, de la misma manera que el primer cumpleaños o la primera Navidad, son momentos realmente especiales no solo para los padres, sino también para el bebé, ya que cualquier acontecimiento especial o cambio en su rutina, puede hacerle descubrir nuevas sensaciones que permanecerán de forma inconsciente en su memoria para toda la vida.

7 cosas que los niños pueden aprender durante su primer verano

Si deseas que tu hijo o hija viva su primer verano de forma especial, no tienes porqué hacer nada en concreto. Tan solo disfruta de los días que tenéis por delante, porque la propia estación ya se encargará de que aprenda todo lo que ahora os vamos a enumerar.

El olor del verano

El verano el aire es cálido y huele a hierba recién cortada, a veces heno o, si estás en las montañas, a musgo y pino. En el caso de que estés en la playa huele a mar, a sal y a arena, de modo que tu bebé percibirá todos esos nuevos olores. Estas sensaciones son perfectas para los sentidos de su bebé y le ayudan a tener una imagen más clara del mundo.

Todo es increíble en verano

El mundo de invierno entre cuatro paredes de la casa (y más después de un confinamiento en primavera) era realmente pequeño: ahora en verano puedes explorar nuevos mundos. Debajo de cada piedra, en cada flor, en cada rama, tu hijo o hija siempre descubrirá algo nuevo: mariposas, escarabajos, orugas. Y todo debe ser observado y estudiado durante horas.
Si tu hijo vive su primer verano cerca del año, comenzará a entrenar concentración y paciencia con cada cosa nueva que descubra.

Deja que disfrute del espacio

El verano es la estación en la que más tiempo nos apetece pasar fuera de casa. Ya sea en el parque, en el campo o en la playa, deja que tu hijo tenga espacio para comenzar a explorar del mundo que le rodea por sí mismo. No hace falta que le lleves de la mano o en brazos por todos lados. Siempre estando alerta, deja que vaya explorando, que se levante, que camine, que se caiga, que mire y toque lo que le rodea. Deja que experimente la sensación de libertad en su propio espacio.

Deja que entrene sus músculos

En verano, los niños necesitarán muy poco para «entrenar» sus músculos. Por ejemplo hacer que camine o corra tras una pelota de playa o intentar que coja una pelota de tenis. Que se agache en el parque, que se estire mientras lo sostenemos en brazos para coger una hoja de un árbol. Todo servirá para que coja fuerza en las extremidades y también, para que vaya desarrollando el equilibrio.

Deja que juegue con el agua

No hay nada más agradable en el calor del verano que jugar con agua. Y a los niños, tanto jóvenes como mayores, les encanta. ¿Sabía que unas pocas salpicaduras de agua fría en las piernas ayudan a establecer el sistema inmunológico de tu bebé y lo ayudan a sobrellevar los estímulos «estresantes» para comenzar a prepararse para el frío invierno?.

Deja que haga la siesta 

La siesta es siempre necesaria para el bebé, pero en verano, no hay nada mejor que una siesta al aire libre: el calor y el viento hacen cosquillas en la piel, el susurro de las hojas ayuda a que el niño se duerma mejor y más fácilmente.

La alegría del sol

Jugar en la playa o al aire libre es una panacea, pero debes evitar las horas centrales del día. No olvides poner al bebé (si tiene más de seis meses) protector solar, con un factor de protección 50, cada dos horas y después de nadar. En el caso de los bebés es mejor que disfruten del sol siempre debajo de la sombrilla.