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EL CUADERNO DE PEDRO PAN

XIII Festival Pianino: Daumants Liepins y su particular ‘tempo rubato’

El certamen tiene como gran protagonista al piano Pleyel de media cola construido en 1851

Se acostumbra a describir su relación con el piano como apasionada, atrevida y deslumbrante, además de «atesorar un pianismo de muchos quilates», en palabras del crítico y conferenciante Lluís Trullens. Vayamos por partes.

El XIII Festival Pianino va a tener como gran protagonista al piano Pleyel de media cola construido en 1851, en especial a través de las intervenciones de Michael Stephen Brown (1 de marzo) y de Akiko Ebi (25 de marzo), en esta ocasión acompañada por Christopher Coin a la viola de gamba. Pero la inauguración (el 4 de febrero) se había reservado para el letón de 27 años, Daumants Liepins, como ganador del Concurso Maria Canals celebrado en Barcelona el año 2019.

Desde el año 2010 el Festival Pianino tiene firmado un convenio con el Concurso Maria Canals por el que se compromete a la presentación de sus ganadores en la Celda 4 de la Cartuja de Valldemossa.

No hay fechas cerradas, pero está previsto que los ganadores del Concurso Maria Canals en sus ediciones de 2020 y 2021 acudan a la celda 4 invitados a ofrecer sus respectivos recitales entre los meses de mayo y junio.

De hecho, Liepins debía acudir a la edición del año 2020, pero la pandemia frenó esa posibilidad. El propio pianista tiene vinculado su despegue como solista internacional a las restricciones causadas por la pandemia. El 2019 también había ganado el Premio Vendome y al año siguiente finalista del Queen Elizabeth de Bruselas. Procede de la Escuela Reina Sofía y ha sido objeto de grandes elogios por la crítica debido a su depurada técnica y muy en especial por el brío temperamental de sus incursiones en el teclado. Él es precisamente quien atesora «un pianismo de muchos quilates».

También en esta velada inaugural el Pleyel de 1851 se coló por sorpresa en los bises, rematando así un recorrido todo él espectacular. Comenzando por la decisión de Liepins de quitarle las tapas al piano de cabinet que se utiliza por regla general en las citas musicales con el altillo de la Celda 4. Buscaba Daumants Liepins darle mayor brillo al sonido del piano, de ahí lo singular de la imagen que presentaba el breve escenario situado en el altillo.

El repertorio era un monográfico Chopin, con primera parte variada en la que tenían cabida –en singular- aproximaciones a preludios, fantasías, estudios y polonesas, dedicando en cambio la segunda a la Sonata en si menor opus 58. Desde el primer momento amanecía el singular sonido de las juguetonas y versátiles manos de Liepins aplicadas a recrear al piano su energía, talento y temperamento arrebatado y siempre regresando al acento reclamado por cada pieza por la que iba transitando. El público consciente de estar compartiendo un momento verdaderamente único a través del cual se entiende por qué voces autorizadas vienen advirtiendo de que éste es el momento preciso de explosión definitiva del talento de Daumants Liepins.

Valor añadido de la velada eran los encendidos comentarios pronunciados por el joven letón antes de ejecutar cada pieza. En ellos se podía detectar la pasión que siente Liepins por la obra de Chopin y que le lleva a exponer lo mejor de sí mismo. De paso, con la localización histórica de cada pieza se hacía más comprensible el coraje y corazón que ponía en su interpretación.

Sobre la emoción personal que pudiera sentir, situado sobre la celda, dejaba constancia abrir intencionadamente con el Preludio número 15, también conocido como el preludio de La gota de lluvia, y que Chopin compuso precisamente pocos metros más abajo. Volvió a él, ya en los bises, solo que esta vez sentado ante el Pleyel de 1851. Fue una grata sorpresa tal decisión.

Además, dejando claro que se disponía a sentarse ante un piano que sí era contemporáneo de Chopin. Fuentes próximas a la organización comentaban que al llegar Daumants Liepins al altillo y ver el Pleyel de 1851, expresó de inmediato su deseo de ofrecer el recital en este instrumento, aunque se le advirtió que resultaba recomendable estar familiarizado con un instrumento original de las características del Pleyel de 1851 en especial atendiendo a la predisposición del letón al tempo rubato. Pese a ello quiso Liopins viajar a 1851 y cada vez que se abandonaba en sus prodigiosos rubatos, el Pleyel se desplazaba ligeramente. Otra singularidad de estos bises era la sonoridad por lo general algo más serenada que iba extrayéndole Liepins al piano.

Las circunstancias que envolvían a estos bises añadían a la velada inaugural cierto hermanamiento con la singularidad del resto del programa, todo él ya centrado en el Pleyel de 1851 y con repaso en ambas citas a partituras del compositor polaco, abundantes en el caso de Akiko Ebi que le dedicará al completo la primera parte, mientras Michael Stephen Brown se limitará al recorrido por las notas de Barcarolle opus 60. Es importante subrayar las veces que hagan falta la singularidad de estas citas en el altillo de la celda 4, toda vez que el Pleyel de media cola es uno de los pocos ejemplares en el mundo con todas sus piezas originales. Esta es la razón por la que algunos intérpretes al piano especializados en instrumentos historicistas se muestran interesados en acudir a la Cartuja de Valldemossa.

El Festival Pianino es, además, el más madrugador de cuantos tienen lugar en la isla, centrados en la música clásica. Recomiendo apuntarse en la agenda las fechas del 1 y 25 de marzo. Aún resuena en el altillo, el recital de Domenico Codispoti.