La Recepción Real en Marivent más relajada en años
Agosto en Mallorca. Las cigarras cantan, el mar reluce, y en los jardines de Marivent y bajo sus pinos la temperatura se hace perfecta para regalarnos una noche sumamente divertida donde se despliega una coreografía que ya es tradición: la Recepción Real del verano, ese momentazo en que los Reyes ejercen de anfitriones, Mallorca se pone el pareo bueno, y la gente bien se abraza en abanico, copa en mano, para decir que sí, que aquí seguimos, monárquicos, educados y ligeramente acalorados.
La Casa Real aconsejaba como código de vestimenta para los hombres pantalón de vestir y guayabera o en su defecto camisa blanca con cuello. Fue un grandísimo acierto porque la temperatura de por sí perfecta, cuando otros años la humedad y el calor se habían adueñado de la isla y de esta casa palacio que sienta como un guante a la Familia Real.
He visto muchas casas de grandes familias europeas en vacaciones y Marivent las supera con creces. Quizás porque es normalidad, no hay pretensión, sólo respeto. Y el jardín, qué bonito es, de retamas y pinos centenarios que en la noche cubren de sombras románticas la real casa. Anteanoche, me da vergüenza contarlo, pero he de hacerlo y con todos los respetos, comí algo que no debía, y no fue en Marivent porque ni comí ni bebí, porque hablo como las cotorras. Vamos que ocupé el trono. Me recetaron algo fantástico y ahora estoy estupendamente bien para relatarles con perspectiva y sin competencia la noche de la recepción real más relajada que he vivido en años.
Ya saben ustedes bien que siento un enorme respeto por esta familia que entrega su vida a España, con el único sentido que les da ser parte de una dinastía que desde hace mil años ha creado la Europa en la que vivimos. Los que les critican alegremente y sin argumentos no conocen ni respetan la historia, y sobre todo no valoran el inmenso honor que supone entregar su vida al servicio de España, como hacen los monjes.
Anoche, gracias a las camisas blancas se aligeró todo un poco y vimos a una familia que lo es. Escuché a doña Sofía alabar a su nuera como una muy buena madre, que es lo único verdaderamente importante cuando de hijos se trata. Ayer la princesa de Asturias y la infanta Sofía participaban por primera vez en el convite. No las había visto desde que eran unas niñas, y como les dije a ellas se lo digo a usted. Son maravillosas. Pero me estoy adelantando.
La llegada aconsejaba llegar a Palacio entre las 20:30 y la 20:45 horas. Si no tenías que estacionar coche podidas llegar directamente , y andando entre pino a la casa de Son Vent, una casa de las de toda la vida, de campesinos, austera, como muchas de la que se ven en el campo mallorquín. En ese lugar viven los reyes de España junto a sus hijas.
Mientras hacía el camino sólo, con tiempo para observar lo cuidado que esta el bosque convertido en jardín, también pude ver lo educada y hasta cariñosa que es la Guardia Real. Se desviven para que todos estemos a gusto, se cuadran con gesto marcial impecable en cuanto uno pasa frente a ellos, y te despiden con una sonrisa. Estos gestos son los que mas contribuyen a que una fiesta lo sea, y en Son Vent primero, y en Marivent después, la vivimos.
Recibir la invitación de la Casa es un gran honor que casi todos agradecemos desde el corazón. Esa tarde noche nadie se cuestiona la forma de Estado, tampoco se critica, y mucho menos se habla de política. Todos sabemos que esta situación difícil que estamos viviendo desde hace años se va superando gracias al trabajo impecable de nuestros Reyes, a su entrega y a su humanidad. Y valentía.
Jamás en mi vida laboral he sido pelota, y así me ha ido, pero soy un observador privilegiado de la sociedad y lo que vi anteanoche me mostró a un Rey feliz y en forma, a una reina muy guapa que no cambia, a dos jóvenes princesas sanas y serenas además de bellísimas y a doña guapa como siempre, fiel al su estilo, fuerte como lo era su abuela nacida princesa de Hohenzollern, y de imperio alemán. Estuve un buen rato con ella y la marquesa de Mondéjar, a la que quiero muchísimo, al igual que a su esposo Iñigo Mondejar, ligados a la Real Familia.
Son cariñosos, educados como los son los señores y naturales como somos todos los que no tenemos complejos de clase absurdos. Fue un momento muy divertido hasta que llegaron unas señoras vestidas de cuervo, que se colaron con una mentirijilla que no condeno ni juzgo, hasta que consiguieron lo que querían, una foto con Su Majestad.
Está muy bien que todos queramos un recuerdo personal de esa noche con los Reyes. Sería muy grave que no la quisiéramos. Por una noche me convierto en fotógrafo oficial de los mallorquines, lo que me divierte mucho. Me mata interrumpir a nuestros anfitriones, aunque alguna vez lo he tenido que hacer, mientras sus guardas de corps me hacen una media sonrisa excepcional. Nunca sonríen, no les esta permitido. Antepongo la ilusión de un ciudadano a esa norma tan antigua y que tan bien conozco.
La gente quiere estar cerca de sus reyes, dos minutos, pero a no ser que te elijan no accedes. Es una lástima que tantas personas se queden sin poder hablar con Letizia, porque su impresión cambiaría mucho. Como dijo doña Sofía es buena madre, y con eso se dice todo. No soy en absoluto machista, pero sé lo que es perder a una madre siendo un niño, y sé lo que es no tener a una buena madre. Con eso creo que lo digo todo. Por cierto Letizia es muy guapa, y el vestido que llevaba era precioso.
Nos hemos quedado en Son Vent tomando agua perfumada entre saludos a amigos muy queridos o conocidos también muy queridos. Las guayaberas daban un aire distinto a la fiesta real, y todos estaba de buen humor, y algunos muy elegantes. El que más en mi opinión fue el Rey, que llevaba una guayabera magnifica seguido por Ramon de Montis y su primo el general Coll, dos señorazos de Ciutat que sabían muy bien a lo que iban.
Ahí, entre buganvillas, canapés discretos como palomas mensajeras, los invitados socializábamos con la soltura de quien sabe que después viene el besamanos, y que hay que ir dosificado de conversación.
En ese contexto casi onírico, apareció él: Rafael Nadal, y nuevo marqués de Llevant de Mallorca. Le presenté a los Mondéjar, de título antiguo, pero, de marqués a marqués. Ambos mostraron lo que es llevar dignamente un título de España que no es sólo un honor, es también un compromiso y la seguridad de pertenecer a un club que tiene que protegerse y también que aportar y proteger el patrimonio histórico que han recibido.
Rafa acaba de comenzar un camino que puede durar siglos en ser recorrido. Todos estábamos en el grupo de parloteo, entre ellos el jefe de esta Casa, Eduardo Inda. Saludaba como quien no quiere molestar, ni ser protagonista de nada, al igual que los que acompañaban, ente ellos Pilar Losantos, que tuvo foto con Rafa y José Ramon Bauzá.
No me dio tiempo para poder saludar a la presidenta Marga Prohens, guapísima, por cierto, vestida por Joana Borras de Feel Mallorca. Con doña Letizia la vi hablar un buen rato y las vi serenas, dos mujeres en el poder, y empoderadas. ¿Qué la monarquía no ha cambiado a este país bendito? Más que Francina Armengol, muy en forma, pero viendo como su mundo se esta yendo al carajo. No le quise preguntar nada, en una fiesta de sociedad no se habla de política.
El momentazo llego cuando Carmen Sampol, CEO del grupo Sampol desde el año 2000, me presentó a su novio, y me permitió fotografiarlos sin que esa imagen signifique nada que nos haga pensar en compromisos o bodas. Es sin duda una de las mujeres más influyentes de Europa, lidera un equipo de más de 1600 personas, y 350 ingenieros de todas las especialidades, pero al igual que su padre, ha heredado una seguridad, y una naturalidad y también el liderazgo sin imposturas. Su acompañante y actual pareja es canario, alto y rubio como la cerveza, y también atractivo y educado.
Los Reyes, impecables como siempre. Don Felipe, con esa presencia de estatua griega con sentido del humor, saludaba uno a uno con dominio absoluto del apretón de manos. Doña Letizia, encantadora y atenta, como si llevara un contador de “miradas al reloj” interno que jamás se activa. Al fondo, tras sus maravillosas hijas cerraba la reina Sofía, que siempre parece flotar, rodeada de respeto y aire acondicionado moral.
Entre los asistentes, además de Nadal, estaba Gabriel Escarrer con Belén Puerto, siempre estupendos, conversaron con los Reyes con la soltura de quien ya ha pasado por muchas recepciones, muchas ferias, y muchos desayunos de trabajo en hoteles con moqueta.
Eduardo Inda, camaleónico como siempre, se plantó con esa expresión entre periodista y tertuliano omnipresente, y logró mantenerse en perfil bajo, lo cual ya es un logro, porque todos le miraban como la celebridad que es. Jaume Ripoll aportó el punto tech y cosmopolita; y Pablo Erroz, el fashion insider por excelencia, dio un aire de modernidad silenciosa, de esos que no hacen falta selfies porque ya lo llevan todo puesto. El grupo rodeó a la Reina y la imagen no podía ser más cool, además de culturalmente elevada. Y así fue como Mallorca volvió a vivir su noche más top, con olor a pino, cortesía palaciega, y ese aire de “todo bajo control” que sólo da la monarquía cuando se relaja pero no mucho.
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