Permanencia y gracias
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Magnificar actuaciones en función del resultado, sin profundizar en el análisis, y justificar los malos resultados sin el menor nivel de exigencia, conduce a planteamientos imaginarios, enfermizas utopías e ilusiones insolventes. El guión leído con motivo de la visita del Osasuna repitió en cartelera frente a un equipo muy inferior al navarro, el Alavés. Lamentablemente no es la primera ni me temo que sea la última vez en que se nos ofrece la misma película que, aparte de desnudar la baja calidad de la plantilla, compromete ya a un Arrasate que parece sumergido en un océano de dudas.
Ganar a Las Palmas, un contrincante muerto y plagado de bajas, más un empate en Sevilla logrado con el cronómetro del árbitro en la mano, han bastado para juzgar en función del marcador en lugar de atender a los graves defectos de un bloque afortunado que ha caído en defensa, sigue sin ideas ni rapidez en el centro del campo y no ve puerta, como ayer Muriqi, ni con el portal vacío.
Un aspirante a clasificarse para una competición europea, de verdad que me entra la risa por no decir la compasión, no ha sido superior en dos partidos, primera y segunda vuelta, a un firme candidato al descenso. Esto es lo que invita a una reflexión seria en lugar de centrarse en el gran gol de Asano, incomprensiblemente sustituido -¿cansancio?- por el desordenado Samu, posteriormente encargado de cubrir la posición que, no menos misteriosamente, dejó Mascarell a Morlanes. Primero reforzamos en contención y luego hacemos lo contrario. Algo no encaja.
Tampoco cuadra que nadie se diera cuenta de las dificultades de Maffeo y Lato en sus respectivas bandas, sin ninguna ayuda de sus compañeros. Carlos Martín, que rozó el gol en dos ocasiones y asistió el del empate, puso a prueba a Greif hasta que la insistencia «babazorra» acabó con la resiliencia insufrible de un Mallorca que jugaba a contener en lugar de rematar, desprecio a una vieja ley de la selva que aconseja no dejar solo herida a la fiera. Es lo que tiene el miedo a perder, prueba fehaciente y reconocimiento expreso de lo que uno confía en sus posibilidades. Nada.
A eso juega el Mallorca: a nada. Se refugia en el marcador, sea favor o en contra, ante la evidente ausencia de recursos agravada por el estado físico de algunos jugadores más allá de la treintena que no alcanzan el nivel exigible a un equipo que carece de ellos.
De los 18 puntos en disputa desde el comienzo de la segunda vuelta, se han sumado solamente seis, una tercera parte, pero la representación no cambia y, desde luego, no porque sea digna de un Oscar.