Especial Navidad de El Casta: don Corleone le da un repasillo a Francina Armengol
El espectáculo del humorista mallorquín en el Auditorium coincide este año con el 30 aniversario del Café de Cala Gamba
Esta vez le tocaba cumplir 'la pena de telediario' a Armengol, muy jaleada por el público
El Especial Navidad de Agustín El Casta este año tiene una significación especial porque coincide con el 30 aniversario del Café de Cala Gamba en el que los fines de semana el humorista mallorquín viene presentando cada uno de los monólogos que ha ido creando en estas tres décadas. Al poco de abrir sus puertas El Café de Cala Gamba, surgió el proyecto del Especial de Navidad, vigente desde hace 23 años y los últimos 19 presentado en la sala magna del Auditórium de Palma.
Este año, de nuevo las fechas son desde el 25 de diciembre al 1 de enero, cuando habitualmente se prolongaba hasta el Día de Reyes. El recorrido de este Especial Navidad, a lo largo de trece días, llegó un momento en que fue necesario recortar fechas debido a que la respuesta del público empezaba a flaquear, algo natural, teniendo en cuenta el inmenso aforo del Auditórium de Palma (1.700 localidades) frente a una reducida capacidad del Café de Cala Gamba que sí permitía perpetuarse.
Ahora, con ocho días en cartel ya es suficiente, registrándose los llenos cada velada, como así ocurrió en el estreno del pasado lunes 25.
Agustín El Casta es por definición un monologuista y, por extensión, artista total, dada su genuina condición de prodigioso showman, bien capaz de ir a desdoblarse en esa galería de personajes a los que dota de la personalidad adecuada. Debido a las dimensiones de la sala magna del Auditórium, para mejor disfrutar el público de sus recursos y ocurrencias –a veces geniales- se ha dispuesto de una pantalla gigante para el mejor aprecio de sus gestos, y las más de las veces (yo mismo también) el público desvía su mirada a la pantalla olvidándose de que el artista está allí mismo, en directo. Era una cuestión de tiempo que las imágenes virtuales acabasen siendo buena parte del espectáculo y se agradece que este añadido, recurriendo al cortometraje, nos llegase de la mano de un cineasta de la talla de Marcos Cabotà.
Desde entonces ya se ha convertido en un clásico indiscutible el terrorífico teléfono de ‘Don Corleone’, benefactor de su pupilo El Casta. Un recurso, agradecido, para repasar aspectos de la rabiosa actualidad y en este caso le tocaba cumplir ‘la pena de telediario’ a Francina Armengol, muy jaleada por el público mientras el humorista travestido en otro iba haciendo gala de su inagotable capacidad para la ironía e invitarnos a leer entre líneas. En el espectáculo de este año, las referencias críticas no son abundantes, si bien las pocas que deja caer provocan la encendida carcajada del público.
Tratándose del 30 aniversario, la propuesta era hacer una suerte de refrito de momentos estelares, confiados a Klaus Kartoflen (qué bien recrea El Casta el perfil de un alemán que se ha integrado en la idiosincrasia mallorquina) y a Lorenzo Llamas, que se limitó a repetirnos una vez más lo del túnel de Sóller, me atrevo a decir que sin variar una coma salvo aquella referencia a Gabriel Cañellas recordándonos que «aún está vivo», así como sorprendido. De nuevo, la carcajada general atronó en la platea y el anfiteatro.
Las novedades de este año eran dos: él mismo vestido de calle hablándonos de la Navidad, incorporando algunas pullas muy inspiradas y, cómo no, ese anunciado tema central: ‘El Exorcista de Lloseta’, portando crucifijo hecho de botifarrons. Era un personaje que merecía estar de pie sobre el escenario en lugar de enclaustrarse en la pantalla, lo digo como lo siento, aunque esa evidente complicidad entre Agustín El Casta y Marcos Cabotà incorporaba un rosario de sutilezas. Destacaré solamente una: la foto del Papa Francisco que el cardenal de Lloseta mantiene postrada en su mesa de despacho hasta que le llama Su Santidad y entonces la levanta. Un guiño devastador a mi modo de ver, que simboliza a las claras la capacidad de El Casta de criticar sin palabras. Bastaba un gesto aparentemente minúsculo.
Finalizado el espectáculo, irrumpieron por sorpresa los hermanos Ferragut, nietos de ese visionario a lo grande que fue Marcos Ferragut, impulsor del Auditórium de Palma, el primero construido en España. Lo hicieron para la imposición del pin de oro de la casa y por partida doble: por los 30 años de la trayectoria de El Casta y asimismo porque en esa velada Agustín pasaba a ser el artista que más veces había pisado al escenario en el medio siglo de vigencia del Auditórium, inaugurado en septiembre de 1969.
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