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PRIMERA LÍNEA

¿Dónde está ‘la explosión del PSOE’ en Baleares?

Cuando preparaba mi columna de esta semana, fecha arriba fecha abajo se producía el aniversario de la masacre terrorista al sur de Israel, que pasado el tiempo hemos podido comprobar que era jaleada por la izquierda radical a lo largo y ancho de Occidente. Fui testigo el 26 de septiembre de juntarse radicales en la plaza de Juan Carlos I ondeando banderas palestinas al grito, dócilmente coreado, «el único terrorista es el Estado sionista». Ya les vale. 

Volvió a ocurrir el 6 de octubre, esta vez en puertas del primer aniversario de la barbarie cometida por Hamás, esos angelitos según la izquierda, toda ella radical ahora mismo. Yo, pobre de mí, los deberes a fecha 7 de octubre  que decidí imponerme fueron solo uno: Los gritos antes del silencio en su versión original subtitulada. Un documental escalofriante.

El sábado 5 de octubre se convocaba una concentración en Madrid, con la macabra intención de celebrar aquellos hechos de hace un año. Sabemos que una parte del Gobierno de España se siente solidaria con Hamás, que es el grupo -esta vez sí, terrorista-que perpetró aquella masacre de civiles en las proximidades de la franja de Gaza. Una concentración autorizada por la Delegación del Gobierno en Madrid, el mismo Gobierno que se escandaliza un día sí y otro también por los delitos de odio de la derecha extrema, que ya se sabe lo espléndidamente angelical que es la izquierda toda ella.

Aunque, pensándolo mejor, ¿en realidad de qué va la Ley de Memoria?  Un intento en toda regla de reescribir la historia borrando por arte de magia las atrocidades cometidas por el Frente Popular, de izquierdas todo él, y elevar  a sacramento de fe que los malos, muy malos, fueron los del otro bando.

Es inevitable mirar el 7-O con los mismos ojos que observaron atónitos los acontecimientos del 11-S (2001) y el 11-M (2004). La barbarie de la que es capaz el ser humano pudimos verla en directo por televisión y sin anestesia. 

Con el agravante de ver la tragedia del 11-M, manipulada por la izquierda y así recuperar el PSOE el poder con las consecuencias conocidas: el regreso de las dos Españas enfrentadas impulsado desde el socialismo, que tan bien lo escenificó Zapatero al decirle a Iñaki Gabilondo: «Lo que necesitamos es más tensión». Dos bloques irreconciliables y una única misión: cerrarle a la derecha la posibilidad de alternancia en el poder. Fue Zapatero quien acuñó eso de la «derecha extrema» (Vox todavía no estaba), que Pedro Sánchez, su discípulo aventajado, una vez aparecido Vox en escena decidió mejorar con los resultados ya conocidos en las elecciones del 23 de julio de 2023. Allí, el votante del PSOE volvió a mostrarse como lo que es: un sin remedio. Un cómplice, en definitiva, de la deriva en que está sumida la democracia.

Aunque no quiera verlo el votante socialista, la herencia de ZP –borrar toda posibilidad de alternancia en el poder, que está en la base de la democracia- ha sido mejorada por Pedro Sánchez y llevada a extremos incompatibles en la Unión Europea, aunque Bruselas y Estrasburgo no lo quieran ver.

Para el norte de Europa, los españoles somos pigs, al igual que Portugal, Italia y Grecia. Así que estamos solos ante el peligro y en esas me sacude el titular de un periódico de papel de tirada nacional: El PSOE explosiona a la espera del dedo de Sánchez. Y le acompaña el siguiente sumario: La división y las trifulcas internas asfixian a Castilla-León, Andalucía, Murcia, Valencia y Baleares. ¡Carajo, menuda novedad!: ¿Baleares está en el ajo?

Aunque una vez entrando en el cuerpo de texto nada hay de lo dicho, salvo que Ferraz le ha parado los pies a Luis Tudanca en Castilla-León. El resto, ni siquiera es especulación, porque nada se dice de comunidades díscolas y por supuesto tampoco de Baleares, hoy por hoy la menos díscola. Habla, este artículo, de «fugas del sanchismo». ¿Dónde, en la calle Paz de Palma?

Todo tiene la pinta de responder al célebre dicho según el cual, se juntan el hambre con las ganas de comer. En Baleares después de que Ramon Aguiló tirase la toalla, y también el carnet del PSIB, la única oposición crítica a la figura de Francina Armengol fue protagonizada por Aina Calvo en los días que fue candidata al Ayuntamiento de Palma. Venía de ocupar alto cargo en el Gobierno de ZP y hoy más de lo mismo con el Gobierno de Sánchez. Una actitud crítica que recuerda demasiado la ambigüedad de García-Paje.

La conocí siendo candidata y me pareció mujer de muy buenas intenciones, pero en aquel entonces el sector crítico era un flambeado, poco o nada más. 

¿A qué venía, entonces, el titular de ese periódico? En Baleares, Armengol no tiene oposición alguna, porque ya se ha encargado de formar una corte de aduladores sin el menor sentido crítico. El sector crítico ya desapareció en su momento y nada hace pensar que pueda producirse una explosión en el PSIB-PSOE. Será una coña. Todo está debidamente apesebrado, donde solamente tienen cabida piezas mediocres en un cenagal de inutilidades y absolutamente nada más. Armengol ha dicho que el fétido cupo catalán «es bueno para Baleares» y nadie ha dicho esta boca es mía. Vaffanculo.

La corte de votantes socialistas ni se plantea por un casual alzar la voz. Tal vez piensen que Hamás es el ángel custodio de la moral de la izquierda que va de mirar a otro lado, según las conveniencias. Creo que lo mejor será ir a ver, de nuevo, Gritos antes del silencio, no vaya a ser que olvide de dónde vengo y no es precisamente de esta izquierda de pena, ya irrecuperable.