Los ‘aguadores’ de Son Banya se modernizan con pulsadores electrónicos al detectar a la policía
Un cerdo vietnamita, ocas, patos, ratas, gatos y gallinas viven entre montañas de basura y chabolas en decadencia
La modernización ha llegado a Son Banya, el mayor supermercado de la droga de Baleares, donde el narcotráfico y la pobreza extrema coexisten en un equilibrio precario. Atrás quedaron los tiempos en que los «aguadores», encargados de alertar a los traficantes de la llegada de la policía, gritaban a voz en cuello «agua, agua». En su lugar, hoy los clanes gitanos han optado por pulsadores electrónicos, dispositivos inalámbricos conectados a sirenas que alertan a los puntos de venta de drogas sobre la presencia policial, permitiendo una evasión más rápida y discreta.
Esta nueva tecnología se hizo evidente durante la última redada de la Policía Nacional y la Guardia Civil, cuando dos hombres, sentados bajo una sombrilla, no dudaron en accionar el pulsador al notar la aproximación del operativo. A través de esta pequeña modificación en sus métodos, los traficantes han conseguido mejorar su capacidad de reacción y mantener su negocio en funcionamiento, a pesar de los esfuerzos policiales por desmantelar la red.
Mientras tanto, Son Banya sigue siendo un lugar marcado por la decadencia. Las calles son intransitables, las chabolas caen a pedazos y la basura se acumula en montañas que rodean el asentamiento. En medio de esta miseria, los animales —cerdos vietnamitas, gallinas, patos y ratas— deambulan libremente, mientras los habitantes siguen criando su propio mundo paralelo, donde el narcotráfico es el motor de la vida cotidiana.
A pesar de las condiciones extremas, el negocio de la droga sigue funcionando a pleno rendimiento, ofreciendo no solo sustancias como cocaína, heroína o éxtasis, sino también bebidas alcohólicas para completar la oferta. Incluso los puntos de venta han sabido adaptarse a los tiempos, con letreros de neón que han cambiado de «Las Vegas» a «Los Ángeles», como una curiosa reinvención de su propia marca.
En medio de todo esto, la Navidad ha llegado a Son Banya, pero no como una festividad tradicional. Las luces navideñas y los renos de Santa Claus se han instalado en las chabolas, reflejando la desconexión total con el mundo exterior y una celebración que, lejos de ser de esperanza, se convierte en una extraña parodia de una vida que nunca ha sido fácil.
Son Banya sigue siendo un lugar de adaptación constante, un reflejo de cómo la miseria y la tecnología pueden entrelazarse de maneras inesperadas. Y en medio de esa realidad, los pulsadores electrónicos son solo una muestra más de la creatividad de quienes operan en la sombra, siempre un paso adelante, siempre buscando la manera de sobrevivir.
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