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LA BUENA SOCIEDAD

Agárrense los cinturones

Hola de nuevo. Supongo que algunos de ustedes me habrán echado de menos, espero. Mi ausencia se ha debido a una bronconeumonía que me ha tenido encamado casi una semana. Parece que mi tos y y mi respiración se van acompasando, así que he decidido seguir con esta crónica que comencé a escribir la semana pasada con motivo de un acontecimiento del que los españoles hemos sido parte más que importante. Sin embargo, ni una sola palabra se ha escrito, ni una sola crónica ha sido destacada haciendo referencia a lo que nos une.

Antes de comenzar les voy a confesar algo que martillea mi cabeza cada vez que escucho o leo a los sabiondos criticar nuestro pasado sin salvar nada ni a nadie que signifique república. En la escuela, de niño, en plena Transición, nos contaban que todos los reyes de España habían sido tontos, tanto que en la Península se criaba la lana merina, la de máxima calidad. Una vez lista para ser hilada se enviaba a los Países Bajos, entonces gobernados por España y por su Rey. Allí esa lana fina se convertía en los hermosos tapices que cubren palacios y museos de todo el territorio nacional.

Pues la teoría de esos profes era que los tontos de los españoles enviaban la mejor lana al norte en vez de tejerla en España evitando un cote enorme para las arcas del Estado. Se olvidaban de contar que esos países eran España y, al igual que ocurría con las provincias de ultramar, el trabajo se repartía. Como si hoy compramos una tela en Cataluña y la cosemos en Sevilla para crear un bellísimo traje de gitana. Nos han contado demasiadas mentiras a lo largo de estos años llamados de transición y creo que va siendo hora de que comencemos a contar verdades.

Recibido en herencia por el emperador Carlos V y transmitido a su hijo Felipe II en 1555, permaneció en manos de España hasta 1714. Ahí no incluyo las opiniones alocadas o no de algunos que siguen creyendo que llevar barba, una cesta a la espalda y un porrito en la boca les convierte en modernos. No, señor. Moderno es el que curra hasta la extenuación a pesar de todos los impedimentos que está proyectando el Gobierno para que los autónomos tiremos la toalla para vivir sin trabajar, de las subvenciones.

Los Grandes Duques de Luxemburgo, el Gran Duque Guillermo y la Gran Duquesa Estefanía. GTRES

Temas tan peliagudos de la historia de España de los que no se habla si no es para criticar un trabajo excepcional, nunca alabado, que llevaron a cabo tanto Austrias como Borbones -llevan la misma sangre por cierto- como la proclamación de un nuevo gran duque como jefe de estado del pequeño pero rico gran país llamado Luxemburgo, debería llevarnos a recordar el fuerte vínculo histórico que les une con España. Sin embargo, hoy no estoy para cosas serias, que además me hacen trabajar mucho, porque no debo equivocarme en temas tan raritos como la historia de España, que cada uno interpreta a su manera.

Para los que no respetan la historia les voy a contar una que demuestra lo cerca que estamos todos de ese imperio donde nunca se ponía el sol. Conocí casualmente al hermano de la ya nueva Gran Duquesa, casado con una española con la que formaba una pareja maravillosa, llena de vida, de humor, de buena vibra que se diría hoy. El hermano de la actual Gran Duquesa de Luxemburgo está casado con la española Luisa Fernández, hija de marqués.
Conectamos enseguida, intercambiamos teléfonos, así que pude felicitarles tanto para la boda y ahora también con motivo de tan magno acontecimiento.

Ceremonia de coronación del Gran Duque Guillermo de Luxemburgo. GTRES

Fue con motivo de la celebración de San Luis, un pueblo menorquín increíble en su limpieza y blancura y bello que tuvo alma francesa hace unos siglos. La elegancia se respira en cualquier parte en esta isla hermana que tanto queremos. En la cena también estaba el padre del entonces presidente de Francia y pudimos hablar largo y tendido sobre el reinado de su hijo y la maravillosa mujer, Carla Bruni, que tiene todavía como esposa. A Carla la conocí en París, y bastante bien, pero esa es otra historia. Ten cerca y tan lejos.

Carla Bruni de la mano de Nicolas Sarkozy. GTRES

Volvamos a Lux, un nombre premonitorio a propósito de lo que sería su futuro y su presente. El futuro, quién sabe cómo será, creo que prometedor gracias a las consortes que han elegido los primos del actual soberano, las reinas consortes de Europa, venidas de todas partes, todas preparadas y listas como centellas, todas generosas con la diversión de los otros y la suya propia, todas madres de las de toda la vida y todas con la suficiente preparación académica y natal para cumplir con un papel que han elegido. Ser rey o reina no se elige, se acepta. Qué duro y bello es el papel de esos humanos que desde que nacen hasta que mueren para ser sustituidos, han de cumplir un papel que muy divertido no es.

Volvamos al hermano de la soberana y a su esposa españolísima. En el BENELUX las españolas o las que lo son de origen han gobernado durante siglos, casi sin interrupción, siendo virreinas o consortes, como María Teresa Mestre, recién bajada del trono dorado de Luxemburgo que hasta hoy la ha sustentado y que tan pocas satisfacciones parece haberle dado. No fue feliz o su sangre demasiado roja de latina cubana no la dejó disfrutar de la frialdad elegante, pero aburrida. Durante años temí acabar encerrado en un lúgubre castillo centroeuropeo, abrir las ventanas y ver el gris absoluto ante mis ojos. Sin embargo, habría hecho este sacrificio de haber sido necesario. Y me callo.

La Gran Duquesa emérita de Luxemburgo María Teresa y el Gran Duque emérito Enrique. GTRES

Los Lannoy, ya se lo he dicho antes, son adorables, auténticos nobles belgas de campo, con castillo de cuento, patriotas y estoy seguro, que también dispuestos a acompañar a su hermana pequeña en el largo camino, y cruel a veces, que acaban de emprender. La antigua soberana nunca fue feliz encerrada en unos castillos que no la dejaban respirar el aire que tanto necesitaba. Se habla de la malvada suegra como culpable de esos sufrimientos aterradores que llegó a contar públicamente en alguna ocasión. No lo creo en absoluto. Por lo general las soberanas pasan olímpicamente de sus nueras, pues andan enfrascadas en historias más importantes que pueden cambiar el mundo.

Josephine Charlotte nació princesa de los belgas. Su madre Astrid falleció cuando ella era sólo una niña, así que la princesita tuvo que criarse con sus dos hermanos, los futuros reyes Balduino, de Fabiola y Alberto, de Paola. Dicen por ahí que Paola no quería divorciarse, ni tampoco el entonces príncipe Alberto de Lieja a pesar de que su matrimonio fue un desastre desde sus inicios. La niebla. En esos tiempos la gente elegante no se divorciaba a pesar de que en su cabeza llevaran cuernos más voluminosos que los de un ciervo de las tierras altas. Más cuernos, más brillantes para la corona. Lo que hoy se conoce como pareja abierta no es una invención moderna. Por lo que sé el gran amor de Paola, nacida donna Paola Ruffo di Calabria, fue el que después fue el marido de Carmen Cervera, Tita Thyssen. Ahí tienen la exclusiva, la que debería tapar la historia de una familia típica de la alta nobleza europea. La relación acabó por un collar de brillantes encargado a destiempo.

Boda de Carmen Cervera con el barón Thyssen. GTRES

Conozco también a Su Alteza Real la princesa Sybilla, casada con el hermano menor del anterior gran duque. Bellísima, educadísima y riquísima. Es la que parece disfrutar de verdad de su estatus real sin hacer ostentación de ello, pero siempre es la más elegante, la mejor vestida y la que mejores joyas lleva. Nació bisnieta de la reina Victoria Eugenia y Alfonso XIII. Su archimillonario y nada escandaloso padre se había casado bien para entrar en la alta nobleza europea, pero fue el gran matrimonio de su hija en Versalles lo que le sitúo en el lugar que merecía, como hombre, esposo, padre, además de brillantísimo hombre de negocios. Todos le adoraban.

Sybilla es tímida y fina, Juan lo es mas todavía, pero ambos son elegantes sin necesidad de abrir la boca y lo son con enorme dignidad. Se me olvidaba. Una prima muy fina de mi ex está casada con otro de los hermanos del antiguo y bello gran duque.

Les voy a contar una anécdota sobre esas personas que tanto respeto, porque no habrá mejor momento. Una conocida mía se hospedó en el castillo de Berg, casa donde habitan los Borbón Parma que reinan en Luxemburgo. A lo que iba, la de los míos se cambió para un improvisado paseo a caballo y al regresar a su cuarto de dormir observó a una joven bajita que creyó del servicio peleándose con uno de los ramos que adornaban los pasillos. Era María Teresa. La cubanita de clase alta exiliada en el continente de sus antepasados sufrió el esnobismo y la falta de mundo de algunos grandes aristócratas que pululaban por el Gran Ducado. Su salud mental peligraba.

No era falta de amor lo que percibía la princesa, era una protección desmesurada que no ha entendido ni parece querer entender. Del amor de San Valentín, fue el día de su boda de cuento, a hoy ha habido pocas felicidades y sí muchos tormentos fáciles de superar en otros matrimonios, pero que en su caso han llegado a resquebrar el trono sólido que heredaron y que hoy pertenece a ese príncipe sonriente con aspecto de osito y a una princesa nacida condesa venida de la Bélgica amada para convertirse en madre de una nación fría, apegada al dinero y conservadora en exceso.

La nueva Gran duquesa parece poca cosa y es todo lo contrario, es la bomba. Es rockera, fuma mucho, o eso dicen, baila cuando le da la gana, es macarrilla, no viste del todo bien, pero ama con pasión su trabajo. No tendrá problemas de adaptación porque ya llegó adaptada. La cuna. Ya saben, a esa cualidad se refería la señora Kadoori, propietaria de la cadena de hoteles de lujo Península. Ketty fue más que una amiga para la gran duquesa y durante nuestros encuentros en Palma, antes de su fallecimiento, no paraba de alabar a a su amiga del alma, destacando el enorme esfuerzo que había hecho para servir bien al pueblo de su país.

Por cierto, recuerdo que estuvimos en la tienda de Gordiola, de la que Ketty era fan. La dependienta, al vernos entrar, ni se levantó. Finalmente, Ketty, que iba acompañada de su hija, comenzó a hacer pedidos para sus casas, pedidos enormes de cristalerías a cual más bonita. No paraba de decirle a su hija que eligiera las que quisiera y la joven no deseaba nada. Un servidor habría pedido una de cada. En fin, ni un pedido descomunal hizo que la dependienta se moviera de su sitio. Buenas tardes y adiós.