OKDIARIO en la «dictadura» comunista de Marinaleda: «Como hablemos nos zurran o nos queman el coche»

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Borja Jiménez

Marinaleda es ese pueblo de la provincia de Sevilla en el que sus más de 2.300 habitantes viven bajo el yugo del alcalde comunista Juan Manuel Sánchez Gordillo, a quien la práctica totalidad de la gente llama «el cacique» o, directamente, «el dictador». OKDIARIO Andalucía ha viajado hasta este pequeño municipio para comprobar si, efectivamente, es un «régimen», tal y como muchos lo califican. Y, efectivamente, quienes ahí residen son prácticamente unánimes: es una dictadura comunista.

Los vecinos de Marinaleda no hablan ante las cámaras. Es un hecho. Tras horas intentándolo, únicamente la cámara oculta pudo servir para rescatar declaraciones. Y, efectivamente, «hay miedo» a hablar, a quejarse y, sobre todo, a criticar al alcalde: el todopoderoso Sánchez Gordillo, que gobierna el pueblo desde 1979. Más de 40 años en los que ha logrado atemorizar a una población que, sin embargo, le necesita… o eso cree. 

El alcalde comunista de la localidad sevillana de Marinaleda tiene controlados a los votantes que le dieron la espalda en las últimas elecciones y prefirieron a la candidatura (también de izquierdas) de Avanza. Son 847 «traidores». 

Las casas baratas o gratis -pagadas por todos los andaluces pero con la medalla para Gordillo-, la electricidad municipal barata -a costa, según los propios vecinos, de no pagar a las eléctricas privadas- o, directamente, empleo público -para lograr generar ese arraigo- son las grandes armas de un Sánchez Gordillo que no ha querido atender a OKDIARIO Andalucía.

«Aquí el que abra la boca y diga algo en contra firma su sentencia de muerte»

Sí lo ha hecho su mujer, aunque por escasos minutos y para negar lo que la cámara evidencia: el miedo de casi todo un pueblo a condenar las fechorías del alcalde comunista de Marinaleda, que hace apenas unos días despedía a una mujer por cogerse vacaciones y hace unos meses a la hija de Margarita, una mujer con la que hemos hablado y que se encerró en el Ayuntamiento para contar a todo el mundo que Gordillo echó a su hija de los servicios de cuidados municipales por negarse a insultar a una persona.

«Esto es una dictadura», explica a OKDIARIO Andalucía Margarita. «Aquí el que abra la boca y diga algo en contra firma su sentencia de muerte», explica la mujer, que lamenta cómo la gente tiene que cuchichearla al oído que la apoyan, para que no se entere el resto del pueblo. ¿Les suena de algo?

Según explica Margarita, los próximos a Gordillo, tras la pérdida de poder de las últimas elecciones, consideran que hay que empezar a «meter sustos, que había que cortar cabezas, que había que salir a la calle y que si había que llegar a las manos se llegaba».

«La democracia es eso, ¿no? Ser libre para opinar y para decir. Pues aquí no puedes»

«Aquí no hay libertad de expresión. Él la pregona mucho. La utopía hacia la paz, la libertad de expresión, la democracia… Yo soy una analfabeta, pero la libertad de expresión quiere decir que cada uno tenga libertad para opinar y para decir lo que piensa. Y la democracia es eso, ¿no? Ser libre para opinar y para decir. Pues aquí no puedes», concluye Margarita.

El pueblo, abarrotado de pintadas de apoyo al comunismo, o a dictaduras de sucedáneos comunistas, refleja esa imagen de apoyo unánime a esta terrible ideología. Sin embargo, su gente no opina igual. «Aquí se están haciendo muchas cosas chungas. Se está despidiendo a trabajadores del servicio a domicilio después de veinte años. Aquí hacen barbaridades de todo tipo. Durante mucho tiempo», explica un habitante de Marinaleda.

«Como hablemos nos zurran. Nos hacen la vida imposible. Por eso hay que tener cuidado»

Otra vecina del municipio lamenta que ya está «acostumbrada» a esta «dictadura». Esta mujer explica a OKDIARIO Andalucía que sigue en el pueblo porque es el lugar en el que ha nacido su marido, quien se niega a abandonar su casa de toda la vida por los delirios comunistas de Sánchez Gordillo.

Otro joven habitante del pueblo, de apenas 30 años, trata de explicar así el miedo existente a condenar esta «dictadura» ante las cámaras: «Como hablemos nos zurran. Nos hacen la vida imposible. Por eso hay que tener cuidado. Por eso no quiere hablar nadie».

«Y no es el simple hecho de que te peguen, si no que a lo mejor te hacen la vida imposible, o amaneces con el coche quemado o te rayan la puerta…», continúa el muchacho, que encima nos pide disculpas por no poder dar la cara ante la cámara.

El único apoyo a Gordillo que hemos encontrado entre la población de Marinaleda es un hombre, de unos 50 años de edad, que se metía cocaína delante de nosotros sin ningún tipo de pudor. «La gente le tiene manía», explica. Aunque tampoco quiere dar la cara.

Tras ver de primera mano este temor a hablar, acudimos al Ayuntamiento de Marinaleda en busca de respuestas… que por supuesto no encontramos. Una de las primeras cosas que nos llama la atención, a parte de la evidente simbología y guiños al comunismo, es la falta de la bandera de España en la fachada del consistorio municipal.

Sobre el miedo, igual que la mujer de Sánchez Gordillo, directamente lo niegan. «No creo que haya miedo, la verdad», explica la mujer que nos atiende dentro del Ayuntamiento, donde no encontramos a nadie dispuesto a dar la cara. Sobre la bandera son un poco más imaginativos: «La habrán robado».

PSOE

Hipólito Aires, portavoz del PSOE en Marinaleda, es una de las personas que no tiene problema alguno en hablar de las fechorías de Sánchez Gordillo. «Él se lo salta todo por todo lo alto. Él no echa cuenta de lo que se le diga ni nada. Él pasa y ya está», expone el socialista, que considera que sí que se puede vivir en un régimen comunista, pero no en una dictadura como la que existe en Marinaleda: «Aquí hay pueblos cercanos que son comunistas, que son de Izquierda Unida, y que han tirado para adelante. Pero Marinaleda no. Es que él es un dictador. Él lo hace a su manera. Entonces, que no se base en las palabras del comunismo cuando él hace todo lo contrario. Él a los trabajadores no los respeta para nada».

«Que no se base en las palabras del comunismo cuando él hace todo lo contrario: él a los trabajadores no los respeta para nada»

«No hay gente que quiera plantar cara a Sánchez Gordillo que sea de Marinaleda», lamenta el portavoz socialista, que admite que él ya se ha hartado de esconderse: «Yo no quiero cámara oculta para nada. ¡Es que ya está bien!». «A mí me han amenazado. Y tengo familia que se ha tenido que ir del pueblo a trabajar a otro sitio», explica Hipólito.

En definitiva, nos hemos encontrado con dos Marinaledas. La primera, la que quiere Sánchez Gordillo que la gente de fuera crea que es este municipio: un pueblo de amor y paz en el que se muestra cómo se puede vivir perfectamente bajo un régimen comunista y que todo el pueblo lo apoya. Con sus múltiples símbolos y monumentos al comunismo -como la calle Che Guevara o los múltiples grafitis- que hacen creer que la totalidad del municipio apoya a esta ideología y a Sánchez Gordillo.

Por otro lado la segunda Marinaleda, la real. En la que sus ciudadanos tienen miedo a contar la lacra en la que viven, en la que Sánchez Gordillo tiene atemorizado a una gran parte del pueblo y a otra gran parte que directamente depende de que él siga siendo alcalde para mantener sus puestos de trabajo. O esa es la amenaza.

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