Todo lo que hay de cierto detrás de la película ’42 segundos’
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42 segundos se estrenó el fin de semana pasado en los cines de nuestro país. La película dirigida por Àlex Murrull y Dani de la Orden cuenta la hazaña del desestructurado equipo español de waterpolo en las olimpiadas de Barcelona 92. Dos líderes enfrentados dentro del vestuario (Manuel Estiarte y Pedro García Aguado), un entrenador con métodos pocos convencionales y el esfuerzo titánico por no hacer el ridículo siendo los anfitriones del torneo, les llevó a la gloria. Como en todo largometraje basado en hechos reales, se pueden dar inexactitudes entre la ficción y lo que ocurrió de verdad, todo ello con el fin de que la historia funcione mejor, cinematográficamente hablando. Pero ¿qué es verdad y qué mentira en 42 segundos?
Para empezar uno de los elementos con los que juega el relato es con la temporalidad. La ambición de ese grupo era nula al comienzo de la trama podemos ver cómo el director técnico de aquel equipo decide despedir al entrenador y contratar al croata Dragan Matutinovic, un tipo muy duro que es especialista en sacar el máximo rendimiento físico a los equipos, gracias a sus entrenamientos militares. El filme sitúa esta llegada en 1991, tan sólo un año antes de los Juegos para dotar de una sensación de poco tiempo para la reacción de la selección, pero en realidad ese despido y la llegada de Matutinovic se produjeron en septiembre de 1990, después de la dimisión del entrenador Toni Esteller, quien no ve el apoyo suficiente para conseguir una medalla.
Un equipo de catalanes y madrileños
Jugando una vez más con los tiempos, la historia que ruedan Murrull y de la Orden sitúan la entrada de los jugadores madrileños en el equipo, meses antes de la competición en la concentración de Andorra. Carácter y fuerza, pero poca disciplina comparada con la implicación del resto de sus compañeros, algo que generaba tensiones y fricciones en el grupo. Esa rivalidad es una realidad, pero su primer encuentro no sucedió ni mucho menos con poco tiempo antes del torneo.
Los cuatro jugadores de la meseta habían sido seleccionados ya por el anterior entrenador y estuvieron en Seúl 88, casi un lustro antes de las Olimpiadas que cambiarían sus vidas. Lo que sí que fue muy fidedigno fue el entrenamiento militar en Andorra con sesiones de ejercicio extremo interminable. Largos con pesas, carreras por la montaña y sesiones extenuantes en el gimnasio. Un esfuerzo que unió considerablemente al grupo y llevó a estos jugadores a lo más alto.